La crítica de George Orwell del Mein Kampf

En marzo de 1940, 5 y 9 años antes, respectivamente, de sus obras más famosas, Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), George Orwell publicó una crítica al Mein Kampf (1925) de Adolf Hitler. En ella, analiza la figura del führer y sus ambiciones. Sin más, les dejo con la traducción integra de la crítica.
Es una señal de la velocidad con la que se mueven los sucesos que la edición integra del Mein Kampf de Hurst y Blackett, publicada hace solo un año, es editada desde un punto de vista pro-Hitler. La intención obvia del prefacio y notas del traductor es rebajar la ferocidad del libro y presentar a Hitler con la mayor amabilidad posible. Porque en esa fecha Hitler seguía siendo respetable. Había aplastado el movimiento obrero alemán, y por eso las clases propietarias están dispuestas a perdonar casi todo. Tanto Izquierda como Derecha coincidieron en la noción muy superficial por la que el Nacionalsocialismo era simplemente una versión del conservadurismo.
Entonces repentinamente resultó que Hitler no era para nada respetable. Como resultado de esto, la edición de Hurst y Blackett fue reeditada vistiendo a la mona de seda explicando a todos que las ganancias serían dedicadas a la Cruz Roja. No obstante, simplemente con la prueba interna del Mein Kampf, es difícil creer que haya ocurrido algún cambio real en los objetivos y opiniones de Hitler. Cuando uno compara sus declaraciones de hace un año más o menos con aquellas hechas quince años antes, una cosa que sorprende es la rigidez de su mente, la manera en la que su visión del mundo no se desarrolla. Es la visión fija del monomaníaco y probablemente no se vea afectada por las maniobras temporales de la política de dominación. Probablemente, en la propia mente de Hitler, el pacto Ruso-Alemán no representa más que una alteración de su programa. El plan establecido en el Mein Kampf era aplastar primero a Rusia, con la intención implícita de aplastar luego a Inglaterra. Ahora, como ha resultado, tiene que tratar con Inglaterra primero, porque Rusia era la más fácilmente sobornable de las dos. Pero el turno de Rusia llegará cuando Inglaterra esté fuera de juego - así, sin duda, es como Hitler lo ve. Si resultará de esa manera es, por supuesto, una pregunta diferente.
Supongamos que el programa de Hitler se pueda llevar a cabo. Lo que contempla, dentro de cien años, es un estado continuo de 250 millones de alemanes con "salón" de sobra (es decir, extendiéndose a Afganistán o similares), un horrible imperio descerebrado en que, esencialmente, nunca pasa nada excepto el entrenamiento de jóvenes para la guerra y la crianza interminable de carne fresca de cañón. ¿Cómo fue capaz de llegar a esta visión monstruosa? Es fácil decir que en una etapa de su carrera fue financiado por los empresarios de la industria pesada, que vieron en él el hombre que aplastaría a los socialistas y comunistas. Sin embargo, no lo hubieran apoyado si él no tuviera ya un gran movimiento que lo respaldara. De nuevo, la situación de Alemania, con siete millones de desempleados, era obviamente favorable para demagogos. Pero Hitler no habría triunfado sobre sus muchos rivales si no hubiera sido por la atracción de su propia personalidad, que uno puede sentir incluso en su tosca escritura del Mein Kampf, y que sin duda es abrumador cuando uno oye sus discursos...El hecho es que hay algo profundamente atractivo sobre él. Uno lo siente de nuevo cuando ve sus fotografías - y recomiendo especialmente la fotografía al comienzo de la edición de Hurst y Blackett, que muestra a Hitler en sus antiguos días de Camisas Pardas. Es un patético rostro perruno, la cara de un hombre sufriendo bajo intolerables males. De una manera más viril que reproduce la expresión de innumerables imágenes de Cristo crucificado, y hay pocas dudas de que así es como se ve a sí mismo. La causa personal inicial de su queja contra el universo solo puede conjeturarse; pero en todo caso el agravio está ahí. Él es el mártir, la víctima. Prometeo encadenado a la roca, el héroe auto-sacrificado que lucha en solitario contra viento y marea. Si estuviera matando a un ratón, sabría cómo hacer que pareciese como un dragón. Uno siente, como con Napoleón, que él está luchando contra el destino, que no puede ganar, y aún así se lo merece de alguna manera. La atracción de tal actitud es claramente enorme; la mitad de las películas que uno ve giran en torno a algún tema similar.
También ha captado la falsedad de la actitud hedonista hacia la vida. Casi todo el pensamiento occidental desde la última guerra, con seguridad todo el pensamiento "progresista", ha asumido tácitamente que los seres humanos no desean nada más más allá de la comodidad, seguridad y huir del dolor. En tal visión de la vida no hay espacio, por ejemplo para el patriotismo y las virtudes militares. El socialista que encuentra a sus hijos jugando con soldados suele estar molesto, pero nunca es capaz de encontrar un sustituto para los soldados de hojalata; de algún modo, los pacifistas de hojalata no servirán. Hitler, debido a su propia mente sin alegría lo siente con una fuerza excepcional, sabe que los seres humanos no solo buscan comodidad, seguridad, pocas horas de trabajo, higiene, control de natalidad y, en general, sentido común; también, al menos intermitentemente,  quieren conflictos y auto-sacrificio, sin mencionar los tambores, banderas y desfiles de lealtad. Sin embargo, pueden ser como las teorías económicas. El fascismo y el nazismo son psicológicamente mucho más sólidos que cualquier concepción hedonísta de la vida. Lo mismo es probablemente cierto de la versión militarizada del socialismo de Stalin. Los tres grandes dictadores han mejorado su poder imponiendo cargas intolerables a sus pueblos. Mientras que el socialismo, e incluso el capitalismo más a regañadientes, ha dicho a la gente: "Te ofrezco un buen rato". Hitler les ha dicho: "Yo ofrezco lucha, peligro y muerte" y como resultado la nación se lanza a sus pies. Quizás más tarde se cansen y cambien de idea, como al final de la última guerra. Tras unos pocos años de matanza y hambre "La mayor felicidad del mayor número" es un buen eslogan, pero en este momento "Mejor un fin con horror que un horror sin fin" es la ganadora. Ahora estamos luchando contra el hombre que la acuñó, no debemos menospreciar su atractivo emocional.
Si te ha gustado, te recomiendo la carta de Aldous Huxley, autor de Un mundo feliz, a Orwell. También puede interesarte la respuesta de J. R. R. Tolkien cuando una editorial alemana cuestionó el origen de sus ancestros.

Notas

  1. La expresión "in a new jacket" la traduje usando la frase "vistiendo a la mona de seda", debido a que según lo presente en este enlace.

Fuentes

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1 Comments
  • Humberto Mondejar Gonzalez
    Humberto Mondejar Gonzalez 10 de enero de 2019, 22:29

    Por favor pueden dejar de escribir el bloques, aunque no se respete el origen.
    Yo creo que con Facebook progando ese patrón negativo en su sistema de comentarios y acabando con el trabajo de cientos de miles de maestros de primarias ya es mas que suficiente.

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