Los reyes sustitutos sometidos a la fortuna del eclipse

A finales de la época asiria en Mesopotamia, los augurios escritos anunciaban que los eclipses podían matar al rey gobernante, por lo que se sorteaba el problema asignando la corona temporalmente a un sustituto. Al morir este, se conservarían las tierras del soberano original. También se quemaban los muebles del rey y sus insignias reales, cuyas cenizas se enterraban con él (no está claro si el rey original o el sustituto, aunque probablemente sea el segundo).


Entonces, un sacerdote visita el palacio y fabrica una serie de parejas de imágenes de distintas criaturas mitológicas:

  1. Dos toros divinos , hijos de Šamaš, el dios del Sol, fabricados en madera con el mensaje "¡Sal!  ¡Entra, justicia!". Se enterraban en la puerta del santuario.
  2. Dos dragones de tamarisco, con hachas del mismo material, portarían en su cadera izquierda y sus bocas: "¡Sal, defensor del mal! ¡Entra, defensor del bien!". Se enterraban en la puerta del palacio.
  3. Dos capricornios de tamarisco con varas de laurel, con el mensaje en la cadera izquierda: "¡Sal, mal de [...]! ¡Entra, bien de sueños!". Se enterraban bajo el dormitorio.
  4. Dos arrodillados sosteniendo un objeto no identificado. Su mensaje sería: "¡Sal, mal de sueños! ¡Entra, bien de [...]!" Era salpicado con miel y requesón. Se enterraba bajo la corte.
  5. Dos hombres-león de madera con cubos en sus manos. El mensaje en su cadera izquierda era: "¡Sal, mal del palacio! ¡Entra, bien del palacio!". Entonces se enterraba bajo una puerta no identificada.

Le seguían los conjuros que insistían que el fallecido era verdaderamente miembro de la familia real.

Las tablillas sugieren que este proceso podía ocurrir con frecuencia, ya que enumeraban una serie de eclipses y si era necesario nombrar un sustituto. El hecho de que no todos los eclipses necesitaran uno indica que probablemente era necesario que coincidieran más factores. En la tablilla mencionada en el artículo de Lambert, se habla del eclipse solar, lunar, de Venus, Júpiter y de uno de los planetas.

Relieve de Asarhaddón
El rey asirio Asarhaddón (681 a. C.-669 a. C.) tuvo un sustituto en tres ocasiones en periodos de 100 días. Una de ellas coincidió con el eclipse del 15 de ṭebētu, equivalente al mes tevet hebreo y a diciembre-enero, de 671 a.C. Se desconoce qué obligaciones tenía el sustituto y dónde moraba el rey original. Tenía contacto con los funcionarios, pero estos se referían a él como "el campesino". Tampoco se mencionaban temas de estado en la correspondencia conservada. Lo que está claro, es que después del periodo de peligro que suponía el eclipse, el sustituto debía morir.

Erra-imitti (1868 a. C.-1861 a. C.), rey de Isín, una ciudad-estado de la Baja Mesopotamia, coronó a su jardinero, Enlil-bani, como su sustituto. Sin embargo, Erra-imiti murió tomando un caldo caliente. Por lo tanto, Enlil-bani se convirtió en su sucesor, gobernando del 1860 al 1837 antes de nuestra era, al negarse a renunciar al trono. No obstante, esta historia se conoce gracias a copias babilónicas posteriores y se desconoce las fechas de la composición original, por lo que puede ser apócrifa.

La designación de un rey sustituto, aunque sin mención al eclipse, también ocurrió con Jerjes I, quien dejó su cargo a Artabano debido a sus terribles sueños, según lo contado por Herodoto (Historia, Libro VII, XVI).

En mayo del 323 a.C., ocurrió una sustitución real no planeada. Aristóbulo de Casandrea informa que Alejandro Magno, ocupado incorporando en las unidades macedonias las tropas que venían de Persia con Peucestas y de la costa con Filoxeno y Menandro, se sintió sediento y dejó el trono vacío. Los sillones con pies de plata de sus asistentes que estaban a sus lados también se encontraban vacíos, ya que se habían ido con el rey. Solo quedaban los eunucos. Entonces una persona, que se dice que era un prisionero bajo arresto, viendo el trono y los asientos desocupados, se sentó en el trono. Los eunucos, de acuerdo con una ley persa, no hicieron más que romper sus ropas y golpear sus pechos y caras como si hubiera ocurrido algo terrible. Cuando Alejandro lo descubrió, ordenó que se le torturara para descubrir si todo era parte de un plan. Sin embargo, lo único que pudieron descubrir es que actuó impulsivamente, reforzando en los videntes el presentimiento del desastre que acaecería.

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