En la España medieval, desde comienzos del siglo VII, tener ascendencia gótica se consideraba un signo de distinción entre la nobleza. Los nobles visigodos se consideraban guardianes de las tradiciones y mantenían los nombres germánicos. Este pensamiento se manifestó en el Concilio de Basilea de 1434, cuando debían asignar previamente los asientos de los cardinales y delegaciones. Las delegaciones de las naciones más importantes se sentarían cerca del papa, tendrían mejores sillas y el privilegio de colocar sus sillas sobre las esteras. En este caso, el obispo de Burgos Alfonso de Cartagena solicitó los principales asientos. Como ya hemos visto , en los debates entre religiosos no eran extraños los desacuerdos. Nicolaus Ragvaldi, obispo de la diócesis de Växjö, afirmó el 12 de noviembre que los suecos eran los descendientes de los grandes godos, mientras la gente de Vestrogotia eran los visigodos y la gente de Ostrogotia eran los ostrogodos. En su discurso enumeró sin adornos a