¿Existieron los cinturones de castidad medievales?

Quizás no haya periodo de la historia con más mitos popularmente aceptados que la Edad Media. Las creencias sobre la forma de la Tierra, la higiene personal, los métodos de tortura, la cultura, el origen de la peste negra y la visión del sexo en esta época están popularmente difundidas y además limitadas a la Europa cristiana. Son ese tipo de datos cuya veracidad no cuestionamos porque no afectan nuestra vida diaria. Entre esos elementos que aceptamos como típico de la Edad Media está el cinturón de castidad.

¿Qué es un cinturón de castidad?

El cinturón de castidad era una prenda que impedía al usuario masturbarse o copular y que tenía una cerradura cuya llave poseía otro usuario. Supuestamente inventada por Francesco II da Carrara, duque de Padua, se dice que fue ejecutado por colocar estos instrumentos en las mujeres bajo su dominio. También se le atribuye a Semíramis. El cinturón de castidad recibió nombres como "cerraduras venecianas", "cerraduras de Bérgamo", "cinturón florentino" o "cinturón de Venus". Se dice que lo usaban las esposas de los cruzados mientras estos estaban en la guerra para evitar ser violadas, pero también como una manera que tenían los esposos celosos de asegurarse su fidelidad durante los años de ausencia. A pesar de esto, se dice que los herreros forjaban llaves para abrir las cerraduras de los cinturones y permitirles yacer con sus amantes. Esta misma llave podría pasar por las manos de varios hombres según los deseos de la mujer, mientras los sacerdotes miraban a otro lado para no alertar a sus esposos, que debían enfocarse totalmente en su misión.

Desde el siglo XVIII hasta la actualidad, cuando se hablaba de él siempre se repetían algunas de las líneas anteriores. La opinión y la intención de la mención difería entre señalar la falta de moral para intentar controlar a las mujeres o para considerarlas tan lascivas que son incapaces de controlarse. Ambos englobaban a la Edad Media como un periodo de barbarie en contraste con su época contemporánea (por suerte, ya no tememos esa mentalidad de que el mundo es ahora como debe ser y en el pasado eran poco más que bestias...¿no?).

Además de esto, ¿sería viable? Un cinturón, sea de cuero o de hierro, llevado durante años no es lo más higiénico. Aseguraba que a la vuelta de las cruzadas, o probablemente mucho antes, la mujer gozara de unas excoriaciones proclives a infectarse. Para un producto, incluso en la Edad Media, esta no sería la mejor publicidad, especialmente si su uso estaba supuestamente tan extendido. Si alguien quisiera tanto a su esposa como para obligarle a ponérselo, quizás tendría bien merecida una enorme cornamenta.

Presencia en el arte y literatura

Para saber si era un objeto tan común, es necesario acudir a los testimonios contemporáneos y posteriores. Su presencia y su uso nos indicarán si era un elemento conocido y cotidiano o si, por el contrario, era un recurso popular en los medios culturales.

Siglo XV

La representación más antigua es de Bellifortis (1405) de Konrad Kyeser

La obra Bellifortis (1405) de Konrad Kyeser es el ejemplo más antiguo donde se puede ver la imagen del cinturón de castidad. Bellifortis es una versión definitiva del lujoso tratado militar ilustrado para el conde Palatinado Roberto III. Gran parte de su contenido deriva del Liber ignium ad comburendos hostes (1250) de Marcus Graecus. Aunque se centra en máquinas de asedio y otros instrumentos militares, también presenta ilustraciones de un molino, maquinaria de construcción, un colchón neumático, un cinturón flotador, unas raquetas para caminar por el agua, una linterna y un cinturón de castidad. Es decir, mezcla objetos reales con fantásticos, como el cinturón flotador que se llena mejor con pedos, según comenta. Sobre el cinturón de castidad comenta que lo llevan las mujeres florentinas y se cierra desde dentro. Probablemente se mofara del libertinaje y las extrañas prácticas sexuales de los italianos.

Unas cartas del monje y humanista Rutger von Sponheim mencionan un cinturón de castidad masculino, donde habla que Johannes Trithemius había investigado un artilugio metálico para castigar a los monjes y sacerdotes descubiertos en el acto con una mujer. El artilugio se colocaría en el pene y apretaría los testículos. Además tendría en él un peso de hierro que solo podría ser retirado por un herrero. También señala que Trithemius habría adquirido varios para liberarse si algún día tenía la necesidad. No obstante, la fuente no es fiable y parece indicar cierta sátira o fantasía.

Su presencia medieval no acaba ahí, sino que aparece en un par de historias donde el cinturón de castidad tiene un papel importante.

Una de las historias donde aparece es en De Magna Gelosia de Giovanni Sercambi, contenida en Novelle (1420). Aquí el fabricante de telas veneciano Marco da Castello disfruta de sus múltiples amantes pero, movido por celos, le coloca un armazón de hierro a su joven esposa Rovenza (no dice cinturón de castidad, aunque la función es la misma). Ella lamenta no haber hecho nada para merecérselo, algo que Marco admite, pero aún así la obliga a llevarlo. Ambos continúan su vida juntos y él le quita el armazón cuando le conviene. Pasan varios años y ella advierte que el armazón la matará. Finalmente enferma y muere. Sus padres, encargados del enterramiento, descubren el armazón, y protestan. Las noticias se extienden por toda Venecia, pero Marco defiende que tiene el derecho a hacer lo que quiera. Marco se casa de nuevo con Fiandina, una mujer inteligente a quienes sus amigos le advierten del comportamiento de Marco. Asegurándoles que sabrá apañárselas, tras la boda pasan la noche juntos y Marco le pide que se ponga el armazón. Sin embargo, Fiandina accede solo si puede esperar un día, ya que así al día siguiente podrá bailar mejor durante las fiestas. En secreto llama a su antiguo amante, el sastre de Padua Votabotte, porque quiere continuar sus relaciones con él. Cuando Marco quiere ponerle de nuevo el armazón, ella llama con gestos a Votabotte para que entre. Ella se acerca a un balcón junto al canal y llama a Marco, golpeándolo tan fuerte cuando se acerca que lo arroja al canal. Fiandina y Votabotte se quedan con tanto dinero de Marco como pueden y escapan de Venecia. Cuando los padres ven lo que ha sucedido, solo pueden recuperar el cadáver del canal con el armazón en la mano. Como se determina que murió por intentar colocar el armazón a su esposa, los padres se quedan con sus posesiones mientras Fiandina y Votabotte viven felices.

En el cuarto proverbio de Proverbii in Facetie (1503, publicado póstumamente) de Antonio Cornazzano (1431-1500/1484) titulado "Mejor cuernos que cruces", un comerciante realiza largos viajes, preocupándose por ello por la castidad de su esposa. El comerciante se hace con un cinturón de estilo sirio, como los que inventó Semíramis, con las aberturas necesarias. Ella lo acepta, pero observa que si tiene que dar a luz, como cree que sucederá pronto, el cinturón la matará a a ella y a su hijo. Sin embargo, él oye a unos jóvenes hablar de la gran oportunidad de tener sexo con ella en ausencia de su esposo. Entonces abandona el cinturón y le coloca una cuerda en la cintura con una cruz por delante, ya que ningún cristiano la transgredería, solo un judío o un traidor. En uno de sus viajes, unos conocidos le dicen que van a ir todos a pasar a través de la cruz de la Madonna, que él interpreta como la cruz de su mujer. Asustado, regresa a casa y le quita la cruz porque cree que es peor el remedio que la enfermedad. Ahí es cuando dice el proverbio "mejor cuernos que cruces".

Como podemos ver, no solo no hay nada que sugiera su existencia sino que incluso se ridiculiza su utilidad. Es más, incluso se usa el recurso oriental para presentarlo como algo exótico. Por el contrario, lo que sí pudo ser un reflejo de la realidad son los esposos celosos.

Siglos XVI y XVII


En los siglos XVI y XVII se extendió en el arte el motivo del cinturón de castidad, que mostraba satíricamente como el esposo confiaba controlar a su esposa en su ausencia, inconsciente de que esta recurrirá a cualquier truco para obtener su meta igualmente. En las representaciones típicas, ella entrega la llave del cinturón a su esposo, mayor, con vestimenta que indica que va a viajar y con un gorro con cascabeles (señalándolo como un tonto), mientras la sirvienta le da otra llave al amante a cambio de una bolsa de dinero. A veces se compara al esposo con un tonto que se cree capaz de controlar una cesta llena de pulgas. Este motivo fue muy popular, igual que el de los campesinos, aunque estos calificados como estúpidos. Otro tema común es el de una mujer entre dos hombres, su esposo mayor a un lado y un joven que le paga al otro. También existe la versión opuesta, donde una anciana con cinturón le paga a un joven con mala cara.

Se considera que este estereotipo de mujer poderosa, lasciva pero imprudente, se asienta en la misoginia y el miedo masculino a la tentación de la carne derivado del Adversus Jovinianum de San Jerónimo. Además de su función satírica, algunas imágenes tenían un aspecto erótico que mostraban a la mujer como una persona libidinosa y carente de control.
El calumniador de Hans Guldenmundt

La presencia del cinturón de castidad en el arte parece limitado a xilografías individuales y periódicos de los siglos XVI y XVII, ya que los libros parecen ignorar el tema. Parecer ser que el candado habría sido un símbolo de protección o contención, como se puede ver en El calumniador de Hans Guldenmundt. En la literatura, las menciones al cinturón de castidad son exclusivamente satíricas y/o eróticas, como en la galesa Gofyn Clo Cont. Ni siquiera en obras contemporáneas que trataban temas íntimos, eróticos o del adulterio se menciona. Los historiadores de la moda tampoco han encontrado el uso de tales cinturones. Lo que sí es cierto es que el cinturón simbolizaba el honor y la virtud de su portador. En algunas ciudades, las prostitutas tenían prohibido llevar cinturón, mientras las mujeres honorables llevaban su monedero u otros objetos en él.

Siglo XVIII en adelante

El tema del cinturón de castidad medieval y renacentista parece haber sido usado en el siglo XVIII para señalar la infidelidad de las esposas y la necesidad de sus esposos de controlar su deseo sexual. Denis Diderot y Jean le Rond d'Alembert dijeron en su Encyclopédie, ou Dictionnaire Raisonné des Sciences, des Arts et des Métiers (1751) que era costumbre, según Homero, por los griegos y romanos, de que el esposo recién casado le quitara a su esposa un cinturón de castidad simbólico antes de la noche de bodas. Sin embargo, señala que entre los modernos era un regalo del esposo a la mujer celosa el día posterior a la boda. En esta obra, testigo de la opinión común durante el siglo XVIII, se criticaba este instrumento como una injuria contra la mujer. El enciclopedista alemán Georg Krünitz dijo que el uso del instrumento era propio de Italia, España e incluso Francia. Ferdinand Wachter atribuye su uso español a sus orígenes africanos que, considerándolo insuficiente, utilizaban a ancianas "Duegnas" para vigilar a sus esposas.

En Le Cadenas de Voltaire se presenta el mito de Proserpina, quien le es infiel a Plutón. Este reúne una asamblea de consejeros, quienes también tienen esposas infieles, para determinar qué hacer. Un consejero florentino le recomienda matar a todas las mujeres, pero como Proserpina es inmortal, usan un cinturón de castidad. Por ello inventan este dispositivo en el inframundo que finalmente será usado de Venecia a Roma por hombres de todas las clases sociales. Sin embargo, Voltaire pregunta irónicamente si su tesoro estaría seguro, señalando que si se ha obtenido el corazón de una mujer honesta, también se tendrá todo lo demás.

El alemán Johann Gottfried Schnabel, conocido por su obra La isla Felsenburg, escribió anónimamente Der im Irrgarten der Liebe herumtaumelnde Cavalier ("El galán amoroso tambaleándose ante el laberinto [de setos] del amor"). Es una novela que trata interminables relaciones amorosas y aventuras eróticas. En esta, Herr von L. se frustra porque no tiene la llave del candado del cinturón de la esposa del doctor Ögneck, pero lo emborracha y hace una copia, disfrutando de sus relaciones hasta que se queda embarazada y da a luz a su hijo. El doctor no sospecha nada porque confía que su esposa se ha mantenido casta y porque, en un examen médico, Herr von L. fingió estar castrado atándose los testículos para atrás. Cuando da a luz, el amante la abandona y el doctor se percata del engaño, envenenándola a ella y a su hijo y mandando a dos bandidos a matar al amante.


En estos dos ejemplos, el cinturón de castidad es un elemento erótico-satírico que autores posteriores consideraron un objeto usado habitualmente. La intención en otras obras de la época es la misma y ninguna evidencia el uso del cinturón de castidad en la ya lejada Edad Media. En el siglo XVIII, el motivo del cinturón de castidad acabó periendo interés. A pesar de la variedad de posturas y actos en el arte erótico, la presencia del cinturón es muy limitada, viéndose en una ocasión en L’Academie des Dames, ou les sept entretiens galants d’Aloïsia y en dos imágenes en los tres volúmenes de Ars Erotica de Ludwig von Brunn.

En el siglo XIX, el historiador Alwin Schultz cuestiona la validez de los sermones medievales sobre la moralidad, ya que los predicadores tenderían a exagerar para escandalizar, e incluso duda de las piezas presentes en los museos, ya que cree que, si fueron usados, debían ser de otros materiales. Sin embargo, acepta su existencia basándose en fuentes del siglo XVII y XVIII. El antropólogo Heinrich Ploss publicó en 1884 el popular e influyente estudio Das Weib in der Natur- und Völkerkunde, que gozó de múltiples ediciones y traducciones. En él explica todos los aspectos de la sexualidad femenina, sin limitarse por las fronteras geográficas o épocas. Un trabajo tan amplio que requeriría un esfuerzo aún mayor para refutarlo. Ploss habla de distintos dispositivos del mundo para mantener la castidad femenina, mencionando al cinturón de castidad. Como es habitual, menciona al duque de Padua y a Les vies des dames galantes de Pierre de Brantôme. También menciona que los cinturones en Museo Cluny en París muestran marcas de uso. En esta época, al público le fascinaban las obras históricas que mostraban la moralidad y comportamientos de pueblos de otros lugares y épocas, lo que explica el éxito de este y otros estudios posteriores.
Handbuch der Sexualwissenschaften (1921)

A principios del siglo XX, Anton M. Pachinger dice que la mayoría de los cinturones de castidad son falsos. En 1889 encontró un esqueleto de una joven en Linz, Austria, que por sus ropas indicaba que pertenecía a una familia acomodada. Llevaba un artilugio en su cadera que fue considerado un vendaje quirúrgico, pero Pachinger concluyó que debía ser un cinturón de castidad. Aunque tampoco pudo obtener datos sobre el cadáver, asumió que fue enterrada en torno al 1600. Otros autores como Freydier Caufeynon y Friedrich S. Krauss comparten la idea de que solo unos pocos son auténticos, pero sin pruebas que le apoyen.

El primero de los populares y polémicos seis volúmenes de Illustrierte Sittengeschichte vom Mittelalter bis zur Gegenwar de Eduard Fuchs no hicieron más que propagar lo dicho por Pachinger y Ploss, añadiéndole las contradicciones y la visión simplista que ofrecía Fuchs (p.ej. viendo a la Edad Media como una época de pura barbarie).

Actualidad

Los cinturones de castidad existen, incluyendo los cinturones de castidad masculinos, pero ninguno es medieval. Museos como el Museo Nacional Germano de Núremberg y el Museo Británico de Londres han retirado sus cinturones al considerarse artefactos creados en el siglo XIX. Esto no quiere decir que esté totalmente confirmado que no existieran en la Edad Media, sino que no hay pruebas para creer que fuera así. Si lo hiciese, atendiendo a los grabados, se ha sugerido que pudieran ser usados por las prostitutas, cuyos proxenetas tenían las llaves de las correspondientes cerraduras. Sin embargo, no son más que especulaciones. A pesar de todo, cuando se habla del cinturón de castidad aún se repiten afirmaciones falsas con siglos a sus espaldas.

Fuente
  • Classen, A. (2007). The medieval chastity belt: a myth-making process. Springer.
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