El terror de la masturbación


La preocupación por la masturbación es antigua. Ya el griego Hipócrates de Cos, al considerar que el semen provenía de la médula espinal, temía que el exceso de lascivia desencadenase en enfermedades mentales. Si bien, la preocupación comenzó a crecer con la publicación y éxito de Onania (1712-16) en los Países Bajos, que influyó en L'Onanisme (1760) de Samuel Auguste Tissot, considerado una autoridad en la materia por autores como Kant y Voltaire.

Para Tissot, todas las actividades sexuales pueden debilitar, siendo esta debilidad más acentuada en el caso de la masturbación. Calculaba que la pérdida de una onza de líquido seminal equivalía a la pérdida de 40 onzas de sangre. Al ocurrir en la posición yacente, los síntomas empeoraban. Para explicar por qué el coito era menos lesivo, se razonaba que el magnetismo de la pareja compensaba el coste nervioso, por lo que, según Tissot, una pareja sexual bella era beneficiosa o, al menos, no cansaba tanto.

A Tissot le siguieron más de 800 libros y artículos médicos en la materia. La paranoia con la masturbación llegaba a tal punto que dos tercios de las enfermedades humanas tenían la masturbación como causa.

Una "enfermedad" diversa


La pérdida de virtud espiritual se traducía en una pérdida de fuerza vital que acercaba al sujeto a la muerte, adquiriendo un aspecto más demacrado. Se advertía que su cronificación era reconocible: las venas superficiales de manos y pies se ensanchaban, las manos se volvían sudorosas y pegajosas, los hombros se encorvaban, la cara adquiría un tono cetrino, con acné y ojeras, los pies se arrastraban...cualquier rasgo de vitalidad, desaparecía. A nivel clínico se apreciaban dispepsias, estrechamientos de la uretra, epilepsia, ceguera, vértigo, pérdida de audición, cefalea, impotencia, pérdida de memoria, arritmia, pérdida general de la salud y fuerza, raquitismo, conjuntivitis catarral crónica y, en mujeres, leucorrea. 

Si la masturbación persistía no solo se veía afectado el cuerpo, sino también la mente, que derivaba en la ninfomanía. Este comportamiento era más habitual en rubios que en morenos. Se describían deformaciones genitales como la elongación del clítoris, el enrojecimiento de los labios mayores, elongación de los labios menores y el estrechamiento y encogimiento del pene. Además, para empeorarlo, se temía que la locura desencadenada por la masturbación fuera hereditaria, al igual que su predisposición a la tuberculosis. 

Tratamientos


Baker Brown, quien había observado que los epilépticos casi dementes eran masturbadores recurrentes, y John Duffy defendían el uso de la clitoridectomía en las mujeres para evitar el comportamiento. Las quemaduras químicas, la termoelectrocauterización, la escisión del nervio dorsal del pene, los anillos en el prepucio, la infibulación, la clitoridectomía y ovariotomía se realizaban para desalentar la masturbación. La circuncisión se consideraba como un preventivo. También se realizaban vasectomías y castraciones. Mediante la acupuntura se clavaban agujas de 5-7 cm en la próstata a través del perineo. Otros las clavaban en los testículos y el cordón espermático o electrodos en la vejiga y el recto. Por una parte, estos tratamientos resultaban inefectivos o demasiado extremos. Por otra, se creía que estos procedimientos podían inmunizar contra el sífilis, la polio, el retraso mental y la amnesia, entre otros. Aunque en torno a 1860 hubo un aumento de tratamientos en mujeres, estos cayeron en desuso por su brutalidad.

En los países anglosajones, desde mediados del siglo XIX va aumentando la circumcisión infantil, ya que no solo se cree que evitaría así la masturbación y sus males, sino que el propio prepucio es un agente patogénico del que hay que librarse lo antes posible. En Gran Bretaña, los médicos la recomiendan de forma generalizada a partir de 1870. Pero los problemas mentales no fueron los únicos que motivaron la práctica. Se temía que hubiera una degradación racial y se perdieran las virtudes físicas, por lo que se creía que la circumcisión crearía a hombres más robustos y confiados que perpetuarían la hombría del imperio. También quiso ser una imitación de los judíos, ya que observaban menos sífilis y masturbación entre ellos. Facilitar la higiene del pene en las calurosas colonias, donde se creía que era más fácil enfermar por patologías sexuales. Estos eran puntos a favor para los que se ofrecían pocas explicaciones, especialmente porque llevaban más de un siglo en países como la India. En Estados Unidos, el aspecto racial superó al británico, pues se sugirió la castración de la población negra para controlar su población.

Los opositores de estas terapias defendían que los comunes sentimientos de culpabilidad podían deberse a la visión negativa que tenían de la masturbación, al considerar que perdía su hombría. Por ello, sin dejar de considerarla un vicio, promovían que no se les culpabilizase.

Centrarse en el trabajo duro y la dieta fue un enfoque que aún tiene efectos hoy, ya que fueron la base para los cereales Kellogg o las galletas de Graham. Otro enfoque fue combatir el fuego con fuego. Si abusaba de la masturbación, se recomendaba frecuentar burdeles o tener una amante, controlando así la excitación. No faltaron terapias propias de la época, como los baños fríos, los tónicos o el opio.

Cambios


Los primeros cambios en la visión de la masturbación fueron más bien tibios. Los médicos conocidos como alienistas, como Benjamin Rush, Esquiral, Luther Bell, David Skae, Maudsley, Charcot, Beard y Janet, criticaban que la masturbación no causaba locura, sino neurosis, neurastenia y trastornosneurológicos como la epilepsia. En contraposición, otros como Clouston, Savage, Goodal, Hall y Bianchi mantenían una perspectiva conservadora al respecto.

La situación comenzó a cambiar con el modernismo a principios del siglo XX, entre otras cosas porque, como ocurría en la entrada anterior, se desarrolló un mejor entendimiento de la etiopatogenia de la enfermedad, desechando teorías médicas obsoletas. Havelock Ellis defendía la masturbación masculina como un acto natural. Por su parte, Kraftt-Ebing siguió señalando a la masturbación como la etiología de la neurastenia, el fetichismo, la homosexualidad y la degeneración completa. Sigmund Freud fue cambiando sus perspectivas con la edad. Aunque en su juventud defendía que la masturbación era perjudicial para los genitales y el desarrollo moral y psicosexual, en 1926 cambió de opinión al conocer el daño de quienes se resistían a ella. No obstante, señalaba tanto a la masturbación como a la represión sexual como causas de la neurosis. 

En general, la década de 1920 fue una de liberación, aunque la siguiente recuperaría la represión y las teorías de la neurosis y la neurastenia. Como en la ocasión anterior, la situación volvió a cambiar tras una guerra mundial. La segunda mitad del siglo XX vio una mayor investigación científica en la naturalidad de la masturbación, presente tanto en animales como en el feto, así como los daños de su represión. Además las revisiones de los antiguos documentos médicos al respecto revelaban que se trataban de moralinas con retórica médica, sin una base que sustentase sus afirmaciones.

Actualmente, los Estados Unidos es el único país anglófono donde aún se practica de forma rutinaria la circumcisión infantil, ya que Reino Unido, Nueva Zelanda, Australia y Canadá fueron abandonándola en el tercer cuarto del siglo XX. La aplicación de esta práctica se ha mantenido variando los motivos. De la prevención de enfermedades terribles y el temor a la masturbación solo sobrevivió hasta el siglo XX la segunda. Aunque entonces se aseguraba que el endurecimiento del glande por el roce constante reducía la sensibilidad y el placer, actualmente se persuade asegurando que no tiene consecuencias negativas. De esta forma, se mantiene un vestigio de un discurso desfasado.

Redes

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Fuentes

  • Engelhardt, H. T. (1974). The disease of masturbation: values and the concept of disease. Bulletin of the History of Medicine, 48(2), 234-248.
  • Patton, M. S. (1986). Twentieth-century attitudes toward masturbation. Journal of Religion and Health, 25(4), 291-302.
  • Darby, R. (2003). The masturbation taboo and the rise of routine male circumcision: a review of the historiography. Journal of Social History, 36(3), 737-757.
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