El proyecto Habakkuk: un portaaviones de hielo

Imagínate que estás en plena Segunda Guerra Mundial y que cada uno de los barcos que surcan el Atlántico norte sucumben ante los submarinos alemanes. Puedes contrarrestarlo con aviones, pero su combustible es limitado y no pueden alejarse demasiado de las pistas de aterrizaje. Tampoco andan muy sobrados de acero, así que de momento construir un portaaviones no es una buena opción. Pero, ¿y si los portaaviones fueran de hielo en vez de acero?

En 1942, Geoffrey Pyke, asesor de Louis Mountbatten, jefe de Operaciones Combinadas, tuvo una idea. Si se cortara un gran trozo de iceberg del ártico o un tempano de hielo, los aviones podrían aterrizar sobre él. Su gran tamaño les permitiría durar varios meses sin derretirse, aunque para evitarlo necesitaría de un buen sistema de refrigeración. Además, no podía ser hundido puesto que podría repararse congelando el agua que entrara por las fisuras.

En diciembre de 1942, Mountbatten vendió la idea a Winston Churchill, quien la apoyó de forma entusiasta. El nombre del proyecto, dado por Pyke, viene del libro de la Biblia Habacuc 1:5 "Mirad en las naciones, y ved, y maravillaos y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis".

El barco tendría 600 metros de largo y 90 metros de ancho. Estaría hueco, con paredes de 12 metros de ancho. Sería 2 veces más pesado (1.800.000 toneladas de peso muerto) que los portaaviones de la época, pero también más lento (alcanzaba 6 nudos) y con menos maniobrabilidad. Tendría una capacidad de 200 combatientes Spitfire o 100 bombarderos Mosquito. Su motor diesel-eléctrico consumiría 120 toneladas por día, teniendo una capacidad de 5000, dándoles un ratio de acción de 11.265 km.

La compresión que genera por su propio peso y su fragilidad lo hacía vulnerable a las grietas y a las mareas turbulentas. Debía construirse en Canadá o en Rusia, donde se congelaría de forma natural.

En verano, un grupo de trabajadores de Canadá creó un prototipo de 18 metros de largo y 9 de ancho en el lago Patricia en Alberta, Canadá. Era una barco de madera llena de trozos de hielo y recubierta con aislante. Tenía un aire acondicionado que mantenía la temperatura por debajo de los 0ºC.

A principios de 1943, dos investigadores del Instituto Politécnico de Brooklyn, Nueva York, hicieron un descubrimiento fortuito: mezclando pulpa de madera, serrín o algodón con agua y congelándolo, se podría crear una sustancia que flotara como el hielo, pero siendo mucho más fuerte y menos frágil. Lo llamaron pykrete (o Pykecrete) en honor a Pyke. Es resistente a la compresión, a las balas y además se derretía más lentamente que el hielo. También podía ser trabajado con herramientas de carpintería. Fue como un rayo de esperanza para el proyecto Habakkuk, que parecía no tener futuro con las pruebas en el lago Patricia.


Según una popular historia, Mountbatten le enseñó a Churchill un bloque de pykrete tirándoselo al agua caliente mientras se bañaba. Churchill se convenció de que era el material que necesitaba el proyecto.

El primer portaaviones Habakkuk costó 100 millones de dólares y el sistema de refrigeración era insostenible para la economía de los Aliados. Aunque había más pulpa de madera que acero, tampoco era abundante. Por otra parte, el rango aéreo estaba mejorando y los portaaviones convencionales aumentaron en número. Finalmente, a principios de 1944 se detuvo la investigación antes incluso de que se construyera.

El modelo del lago Patricia se hundió al quitarle la maquinaria que la mantenía. Tardó tres veranos en derretirse. En 1970 se encontraron sus restos y en 1989 se colocó una placa para conmemorar el inusual barco.
Fuente: itotdRoyal naval museumSecret projects, Mountain culture group
Siguiente entrada Entrada anterior
1 Comments
  • Unknown
    Unknown 8 de febrero de 2016, 19:24

    Si el HMS Habakkuk hubiese visto la luz, los gringos hubiesen querido.uno,pero es mucho hielo

Añadir comentario
comment url

Libre para donar o aceptar cookies