Las cabras de Judas de las islas Galápagos
Las tortugas de las islas Galápagos disfrutaban de una plácida vida, sin prisas, hasta que llegaron los piratas y balleneros en el siglo XIX, ya que con ellos llegaron las cabras. Sin ningún depredador, estas arrasaron con la vegetación, incluyendo los bosques nubosos donde las tortugas se congregaban en la época seca para beber de los charcos de agua.
Mientras las cabras alcanzaron los 100.000 individuos en 1997, la pérdida de la vegetación supuso la desaparición progresiva de las tortugas. Por ello, en el 2000 se inició el proyecto Isabela, que cumpliría los sueños húmedos de cualquier ecologista. Se trataba de un plan de erradicación en el que un tirador patrullaría las islas en helicóptero disparando a las cabras en la cabeza o el corazón para asegurarles una muerte rápida.
Ni siquiera los creadores de tal plan confiaban en tal estrategia, pero la amenaza a la que se veía expuesta el ecosistema justificó sus acciones. En unos pocos años, el 90% de las cabras estaban muertas, pero las que sobrevivieron se volvieron más cautelosas (o eran cautelosas y por eso sobrevivieron).
Para acabar con ellas, había que ser más astutos. Por eso capturaron un puñado de cabras, las esterilizaron, les dieron hormonas, les colocaron collares de seguimiento y las liberaron. Varias semanas después, los tiradores volvieron a surcar los cielos sabiendo, gracias a los collares, dónde estaban las cabras. Gracias a las hormonas y a su comportamiento social, las cabras traidoras se habían integrado en el rebaño. El tirador las mataría a todas menos a aquella con el collar, que volvería a reunirse con otro grupo de cabras para repetir el proceso.
En 2006, todas las cabras, menos las cabras de Judas, fueron erradicadas. Con ello se consiguió que la vegetación se recuperara y también el número de tortugas que de los 3000 individuos alcanzó los 19000, aunque la especie sigue considerándose vulnerable.
Fuente:Howtoconserve.org
Mientras las cabras alcanzaron los 100.000 individuos en 1997, la pérdida de la vegetación supuso la desaparición progresiva de las tortugas. Por ello, en el 2000 se inició el proyecto Isabela, que cumpliría los sueños húmedos de cualquier ecologista. Se trataba de un plan de erradicación en el que un tirador patrullaría las islas en helicóptero disparando a las cabras en la cabeza o el corazón para asegurarles una muerte rápida.
Ni siquiera los creadores de tal plan confiaban en tal estrategia, pero la amenaza a la que se veía expuesta el ecosistema justificó sus acciones. En unos pocos años, el 90% de las cabras estaban muertas, pero las que sobrevivieron se volvieron más cautelosas (o eran cautelosas y por eso sobrevivieron).
Para acabar con ellas, había que ser más astutos. Por eso capturaron un puñado de cabras, las esterilizaron, les dieron hormonas, les colocaron collares de seguimiento y las liberaron. Varias semanas después, los tiradores volvieron a surcar los cielos sabiendo, gracias a los collares, dónde estaban las cabras. Gracias a las hormonas y a su comportamiento social, las cabras traidoras se habían integrado en el rebaño. El tirador las mataría a todas menos a aquella con el collar, que volvería a reunirse con otro grupo de cabras para repetir el proceso.
En 2006, todas las cabras, menos las cabras de Judas, fueron erradicadas. Con ello se consiguió que la vegetación se recuperara y también el número de tortugas que de los 3000 individuos alcanzó los 19000, aunque la especie sigue considerándose vulnerable.
Fuente:Howtoconserve.org
Hola. ¿Hay alguien atento a este hilo?
Gracias
Sí, solo que hasta ahora solo habían comentado spammers y sus comentarios no aparecían.
Acho zí, Murcia Super Perrete