Sacarse la polla y comérsela, un juego de caballeros

Dos gallinas con cartas en el suelo.
Gallo, gallina, pollo y...¿polla? La primera acepción de las cuatro son aves de corral. Sin embargo, en España, la cuarta se usa con más frecuencia como un término vulgar para denominar a los genitales mientras, en hispanoamérica, es una quiniela. ¿Cómo una gallina joven que no pone huevos o acaba de empezar a hacerlo pasa a ser el nombre del miembro masculino? ¿Y por qué en América es diferente?

La polla de los naipes

Baraja española.

Como ocurre con coger, polla antiguamente tenía el mismo sentido en ambos lados del Atlántico y, de igual manera, el usado en América es aquel que se ha abandonado en España. Es decir, el significado clásico originado en España y exportado a América con las colonias es la polla como quiniela. Ahora bien, esto genera más preguntas. ¿Qué sentido tiene una polla con una quiniela y por qué adquirió un significado obsceno en España?

Para responder, debemos retroceder hasta el siglo XVII cuando, como se demuestra en las obras de Cervantes, había multitud de juegos de cartas para matar el tiempo. De hecho, como ocurre en otros temas en donde se inmiscuye la iglesia, su condena en Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos. Utilíssimo a los confesores y penitentes, justicias y los demás, a cuyo cargo está limpiar de vagabundos, tahúres y fulleros la República Christiana (1603) del clérigo Luque Faxardo permite conocer sus variedades y particularidades. Aunque había juegos sencillos como el Burro, el que reinó durante siglos fue el Juego del Hombre. 

En consecuencia de su popularidad, el Juego del Hombre tenía muchas variantes con nombres propios, pero a grandes rasgos es lo que hoy conocemos como el Tresillo. Si conocéis el Burro y el Tresillo, admitiréis que el segundo es mucho más complejo. Es un juego de estrategia para tres o cuatro jugadores donde en cada ronda se turna uno para repartir donde, si eran cuatro, este no participaba con las cartas. Este repartía nueve cartas a cada uno y dejaba la baraja en el centro de la mesa para que pudieran ir robando cada turno. Cada jugador recibía unas fichas o tantos de distinto valor y, viendo sus cartas, hacía la subasta. El objetivo era ganar o evitar que otro lo hiciera, por lo que se hacían alianzas entre dos de ellos y el tercero intentaba vencerla o desestabilizarla, según su suerte en las cartas. En este y en otros juegos había una polla que, en este caso, la ganaba quien salía victorioso de cinco bazas, es decir, se sacaba la polla, que no era más que la apuesta acumulada.

Por lo tanto, de ahí viene la asociación de la polla con las apuestas. Sin embargo, los naipes gozaban de un rico léxico. No solo se sacaba la polla, sino también las pajas, que eran cartas, no muestras de amor propio. También se podía meter la polla con la expectativa de reponerla antes de elegir palo. Doblar la polla puede sonar incómodo, pero también se decía doblar la parada o, como se entendería actualmente, doblar la apuesta. Fallar significaba tomar con triunfo el rey o la carta de otro palo con la que salió jugando, mientras arrastrar era salir triunfando en las cartas del palo que ha elegido el hombre, donde el resto también tiene que aportar cartas del mismo palo. Mientras tanto, meterse en la banasta se refiere a que han entrado en la polla, sin robar lo suficiente para poder llevársela, probablemente la de por repuesta, metiéndola en la baraja.

En el siglo XIX en España, las connotaciones de estar metiendo, sacando y corriendo algo, especialmente cuando el juego era del Hombre, era evidentes. Así, hacían alusiones a las expresiones de los naipes cuando de tapadillo quería decirse otra cosa. Por eso, el Juego del Hombre pasó a llamarse el tresillo y la polla se convirtió en el pocillo.

La razón de usar "polla" y no otra palabra

Gallina muy gorda.

Dicho esto, la primera acepción no deja de ser la de un ave de corral joven. ¿Qué sentido tiene que sea esta y no otra la palabra elegida para la apuesta? La explicación viene de mucho más atrás.

El pollo y su femenino vienen del latín pullus, que a su vez provendría del protoitálico *polnos y este del protoindoeuropeo polH-on-, referido a cualquier animal joven. Otra opción es que tuvieran un origen común con puta, alcanzando el protoindoeuropeo *put- para una criatura joven. El significado común es el mismo, refiriéndose a algo joven, sea un animal, persona o el brote de una planta, como el repollo. Polluelo derivaría como un diminutivo. 

De hecho, si un anciano puede seguir refiriéndose a un joven como un pollo, las muchachas llevan siendo pollas desde, al menos, la Crónica mozárabe (754 d.C.). Polla, derivada de pulla, era también un águila (Aquila truncalis) que vivía en los troncos y que recibía varios nombres, como valeria, fulva, melaneatus, lagophonos o leporaria.

La polla como apuesta se atestigua por primera vez en italiano, en el siglo XVI, en el juego de reversis  como puglia. Posteriormente, nada más comenzar el siglo XVII, ya hay testimonios del uso de la polla y pulha en español y portugués, respectivamente, y a Francia llegaría la poule con el Juego del Hombre. Según los textos de la época, el ganador se comía la polla, por lo que parece razonable asumir que era un premio equiparable a zamparse una buena gallina y no aludía a sus otras acepciones.

Fuentes

  • Iwasaki, F. (2005). La polla de Cervantes. Consideraciones sobre cómo la remetería y qué pajillas echaría. Estudios públicos, (100).
  • Chauveau, J. P. (2019). Français ponte, ou distinguer pour unir. Estudis Romànics, 41, 207-234.
  • Étienvre, J. P. (1990). Márgenes literarios del juego: una poética del naipe siglos XVI-XVIII (Vol. 142). Tamesis.

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