El biberón asesino de bebés y los cambios en la maternidad del siglo XIX
Durante la revolución industrial, la calidad de vida de los niños sufrió muchos altibajos. Mientras por una parte se desarrollaron nuevos métodos de crianza y educativos, además de elementos domésticos especializados para ellos que también facilitaban la vida de los padres, estos métodos podían estar sesgados por las creencias de la época y la alimentación no era mucho mejor. Al mismo tiempo, aumentaron los servicios de nodrizas, pero quienes quisieron prescindir de ellas buscaron métodos para sustituirlas.
Contexto
Desde finales del siglo XVIII, las nodrizas lograron una gran demanda debido a la cantidad de madres incapaces de amamantar a sus hijos y el aumento de este método de alimentación en aumentar la supervivencia de los hijos. Sin embargo, no todos eran beneficios. Eran conocidas por su dudosa moral y por exigir privilegios que no recibían ni los criados más fieles. Se decía que actuaban como mercenarias, que usaban opio, oculto astútamente en el pezón para evitar registros, o que podían transmitir sífilis por la leche. Aunque se abandonaron muchos miedos y supersticiones, a finales del siglo XIX apenas quedaban nodrizas en Inglaterra, a diferencia de la Europa continental, donde aún perduraría a comienzos del siglo XX en los hospitales.
Para aquellas madres que no querían o podían amamantar a su hijo y/o no querían o podían contratar a una nodriza, se hicieron populares varios métodos para alimentarlos. Por una parte, se empezaron a desarrollar leches artificiales, sustituyendo a la de animal o a las bebidas almidonadas con harina o pan consumidas frecuentemente en el siglo anterior. Las primeras formas eran una especie de pasta dulce que mantenía los grumos en su preparación y era susceptible al crecimiento de microorganismos. En esta época fue cuando surgieron productos aún habituales, como la leche condensada. Además, no solo se innovó en qué tomaba el bebé, sino en cómo. Aunque se han usado biberones desde hace milenios, incluyendo cuernos vacunos perforados, en Inglaterra se popularizó en el siglo XIX una botella con un sifón con el que el niño podía alimentarse sin ayuda.
Cuando el distanciamiento mata
En el siglo XIX, las familias de clase media dispusieron de más métodos para distanciar a la madre del bebé. En vez de llevarlo siempre consigo y alimentarlo a demanda, se defendió la innecesariedad de la madre y se publicitó el uso de fórmulas artificiales como un método científico y moderno de alimentación. Se publicaron libros donde se enseñaba como actuar ante este nuevo tipo de maternidad. Entre ellos, Housekeeper and Healthkeeper (1873) de Catharine Beecher defendía que, a menos que hiciese mucho frío, la madre y su hijo no debían dormir nunca juntos, ya que el calor provocaría que el bebé quisiese alimentarse con mayor frecuencia. Isabella Beeton, en The Book of Household Management (1861), no solo aseguró que el bebé no debía dormirse al ser amamantado, sino que tampoco debía hacerlo la madre, debido a que el "vampiro" (sic) le drenaría su salud, ni compartir la cama, ya que requería una gran cantidad de oxígeno y el dióxido de carbono de sus padres, entre otros gases mefíticos producidos por la piel de estos, lo asfixiaría. Sin embargo, el peor consejo sería el referido a los populares biberones con sifón.
Estos biberones con sifón eran recipientes de cristal con forma de pera con un largo tubo por el que chupaba el bebé. Se comenzaron a vender en la década de 1860, especialmente para madres pobres y sobrecargadas de trabajo y como remedio para evitar los cólicos de gases, dado que se formaba un vacío en la botella. Sobre ellos, Beeton aconsejó lavarlos cada 2 o 3 semanas. Sin embargo, la mortalidad entre sus usuarios fue espantosa. Aunque los médicos recomendaban lavarlo entre tomas con fluido de Condy, un desinfectante con manganatos alcalinos y permanganatos desarrollado por Henry Bollmann Condy, el dispositivo mantuvo su popularidad. Dado que era difícil de limpiar, a pesar de venderse con cepillos para ello, 8 de cada 10 niños murieron debido a los microorganismos que se multiplicaban libremente en este tubo. Este dispositivo que recibió el apelativo de "biberón asesino" siguió vendiéndose en Reino Unido y los Estados Unidos hasta la década de 1920.
Fuentes
- Russell, H. (1985). Training, Restraining and Sustaining: Infant and Child Care in the Late Nineteenth Century. Material Culture Review.
- Wickes, I. G. (1953). A History of Infant Feeding: Part IV—Nineteenth Century Continued. Archives of disease in childhood, 28(141), 416.