¿Por qué la ortografía inglesa es tan caótica?


La ortografía y la pronunciación inglesa no destacan por su consistencia, pues es habitual que sus reglas tengan más excepciones que casos donde se aplican. Por ello, una serie de letras puede cambiar de pronunciación según qué caracter adicional se le añada o la etimología que tenga la palabra. Aunque al aprenderlo te acostumbras a ello, ¿a qué se debe este desbarajuste? ¿Nadie ha intentado corregirlo?

Historia, causas y estandarización

Al principio, como hoy en día, el inglés usaba el alfabeto latino. Tanto en latín como en inglés antiguo, cada letra representaba un fonema, con la excepción de la equis en latín. Sin embargo, para el inglés antiguo ese alfabeto se quedaba corto, pero no era un gran problema, pues se introdujeron letras del futhorc como Þorn, pronunciada como la z de zorro o la d de cada, o ƿynn, correspondiente la fonema /w/. Durante siglos, el idioma evolucionó sin complicaciones...hasta que invadieron los normandos, que trajeron consigo el francés medieval, provocando que sus escribas aplicaran sus normas al inglés. Con la imprenta desde el continente, los flamencos influyeron en la escritura de ciertas palabras. Además, en el siglo XVI, los eruditos derivaron palabras a partir de sus etimologías grecolatinas, añadiéndoles letras que se habían perdido tanto en el francés medieval como el inglés medio. Algunos de estos cambios se realizaron aunque algunas etimologías resultaron no ser correctas. Los llamados términos de tintero de cuerno se consideraban pretenciosos y fueron rechazados por los puristas, aunque algunos de ellos llegaron a formar parte del vocabulario común.

Durante el reinado de Enrique V de Inglaterra, la ortografía se fue estandarizando oficialmente, unificando la escritura, pero sin ningún organismo centralizado como la Real Academia que con su autoridad guiara el desarrollo del inglés. Es decir, el inglés actual surgió por un consenso entre profesores y escritores. Hasta entonces, dentro de unos límites, cada uno podía escribir las palabras de una manera, variando incluso entre los textos de un mismo autor. Durante siglos, con los cambios generalizados que experimentó Inglaterra, no solo en el lenguaje, era necesario una autoridad que estabilizara el idioma. Sin ella, los errores de escritura se hacían más notorios y se abría la brecha entre los distintos niveles de alfabetización, que solían pertenecer a clases sociales distintas y por tanto eran un signo de distinción. 

Algunos escritores, como Jonathan Swift, intentaron establecer una academia como la francesa o la italiana, pero debido a que el rey Guillermo era neerlandés y la sucesiva casa de Hanover era alemana, eso implicaba excluir sus marcadas pronunciaciones del estándar inglés. John Dryden, Alexander Pope y Samuel Johnson fueron quienes finalmente obtuvieron la suficiente influencia para reformar la escritura. En particular, el Dictionary of the English Language (1755) de Samuel Johnson sirvió como patrón entre la población culta y, para el siglo XIX, la mayor parte de las palabras tenían una escritura comúnmente aceptada. No obstante, las palabras menos frecuentes o los extranjerismos, especialmente de lenguas que no usan el alfabeto latino, aún no se veían afectadas por esta reforma. Por supuesto, incluso las estandarizaciones tenían un alcance limitado, especialmente teniendo en cuenta todas las tierras que estuvieron bajo influencia británica y que siguieron desarrollando el idioma independientemente.

En definitiva, el inglés ha progresado por una parte con palabras germánicas, especialmente anglosajonas, pero también escandinavas, y por otra con palabras francesas con elementos del griego y el latín. A esto hay que sumar palabras del español, chino, italiano, ruso, turco...Estas no han sido aceptadas de forma aisladas, sino que ingresaron al inglés con sus propios sistemas, por ejemplo, para formar plurales.

Reformas y simplificación

Aunque la normalización era un paso necesario para facilitar la comprensión y evitar las consecuencias de que todas las palabras tengan múltiples escrituras, la simplificación también es necesaria, especialmente si se adapta a los continuos cambios experimentados por el lenguaje hablado. Esta simplificación se puede llevar a cabo por dos métodos: cambiando la escritura para que sea más sencilla o creando un abecedario que recoja los fonemas del inglés.

En Inglaterra, durante el Renacimiento, los reformadores se hicieron llamar ortoepistas, incluyendo a académicos como Sir Thomas Cheke, Sir Thomas Smith, John Hart, William Bullokar, Alexander Gil y Richard Mulcaster, que querían que la escritura reflejara la pronunciación. Además, Bullokar y Gil además propusieron alfabetos que partieran de la etimología y distinguiera los homófonos. El problema que tenían todos ellos es que consideraban del inglés aristocrático como el correcto, pero es difícil crear un sistema basado en los fonemas cuando, fuera de las altas esferas, las palabras tienen distintas pronunciaciones. No obstante, algunas de sus reformas cuajaron y ayudaron, junto con la diferenciación de j-i y u-v, a hacer menos confusa la escritura.

Un cambio acorde a la nueva república


El ubicuo Benjamin Franklin diseñó con Noah Webster un nuevo alfabeto donde habría tantas letras como fonemas. Franklin defendía que este alfabeto permitiría escribir correctamente, ya que quien cometía errores solía guiarse por lo que oía y que la dificultad de aprenderlo no sería tal, pues con el actual aún había gente que no lo aprendía correctamente. Además, percibía que la pronunciación de las palabras se alejaba cada vez más de lo que se escribía, por lo que este era un método para atajar el problema. Ante el problema de las etimologías, aludía que muchas eran ya desconocidas y que los interesados aún podían consultarlas en las fuentes correspondientes. Su alfabeto eliminaba a la c, j, w, q, x y la y, pues tenían problemas de pronunciación. También propuso que las vocales cortas se escribiesen con una letra y las largas con dos. Iba a publicar el alfabeto en el libro A Scheme for a New Alpha­bet and a Reformed Mode of  Spelling (1768), que requería placas de impresión específicas, pero nunca lo completó.

Aunque Noah Webster criticó a los reformadores ortográficos en Grammatical Institutio (1783), en 1789 cambió de opinión en Dissertations on the English Language donde introdujo una escritura simplificada. En esa obra omitía las letra superfluas o silenciosas, sustitutía letras con un sonido definido por uno más vago y alteraba una letra o añadía un diacrítico para señalar los distintos sonidos. Aunque no estuvo libre de oposición de los creadores de otros diccionarios, gracias a A Compendious Dictionary of the English Language (1806), uno de los primeros diccionarios americanos destacados, y a An American Spelling Book (1783), usado en la mayoría de los colegios, se convirtió en una autoridad y sus cambios fueron aceptados en la variante americana del inglés. Él es el responsable de muchas de las diferencias entre el inglés británico y el americano.

En 1875, la Asociación Filológica Americana creó un comité para estudiar las reformas del inglés, concluyendo al año siguiente que estas eran urgentes. El mismo año, la Convención Internacional para la Corrección de la Ortografía Inglesa aceptó los cambios de las primeras once palabras propuestas por la Asociación Filológica Americana: ar(e), catalog(ue), definit(e), g(u)ard, giv(e), hav(e), infinit(e), liv(e), tho(ugh), thr(o)u(gh) y wish(ed)t. En 1886, la Asociación Filológica Americana recomendó la reescritura de 3500 palabras, de las cuales muchas ya habían sido adoptadas gracias a las reformas de Webster.


Esta iniciativa llevó a la Junta de Escritura Simplificada instituida por Theodore Roosevelt en 1906, que publicaba periodicamente listas de nuevas escrituras para las palabras hasta 1931. La junta financiada por el filántropo Andrew Carnegie incluía a Brander Matthews, linguista de la Universidad de Columbia; a Nicholas Murray Butler, presidente de la Universidad de Stanford; William James, autor y psicólogo en Harvard; al famoso autor Mark Twain; a Thomas R. Lounsbury, profesor de inglés en Yale; Isaac Funk, editor del Standard Dictionary, y Richard Watson Gilder, editor de Century Magazine. Roseevelt además ordenó que los documentos gubernamentales se escribiesen tal y como dictase la junta. Sin embargo, la prensa y el congreso ridiculizaron sus esfuerzos. Algunos incluso preferían las palabras más complicadas porque dominarlas era un signo de distinción. 

La subvención de Carnegie a la junta fue idea de Melville Dewey, quien además de inventar el Sistema de Clasificación Decimal Dewey de las bibliotecas, también intentó simplificar la escritura con un sistema fonético con el alfabeto latino, como hizo patente en la decimotercera edición de su sistema de clasificación bibliotecario, escrita de forma simplificada, y en la introducción del decimoquinta. Sin embargo, era un sistema muy complejo que arrastraba las limitaciones del alfabeto usado, pues una misma letra podía seguir representando varios fonemas y viceversa.

Una reforma menos conocida por ser usada de forma personal es la delpastor Jonathan Fisher de Nueva Inglaterra, conocedor del hebreo, griego, latín y francés. Fisher diseñó un alfabeto filosófico y personal en otoño de 1792, mientras estudiaba en Harvard. Lo que lo distinguía es que usaba un solo caracter para aquellos fonemas representado por dos símbolos.

Influencia de la taquigrafía

Antes de Isaac Pitman había 210 sistemas taquigráficos desde el de John Willis en 1602. El sistema de Pitman sirvió como alternativa y se convirtió en el más popular. Así que Pitman, junto con el lingüista Henry J. Ellis, trabajaron en un sistema que convirtiera la taquigrafía en un alfabeto de uso común. Publicaron su trabajo en Phototypic Journal y usaron su alfabeto en obras como la Biblia y libros clásicos. El sistema Pitman contenía 40 caracteres, que usaba en sus propios textos. Estos eliminaban tres del alfabeto latino que se consideraban innecesarios, luego incluyó letras que sustituyeran los sonidos de varios dígrafos y diez letras para representar vocales y diptongos.Aunque el interés generado no fue el necesario para provocar un cambio, influyó a otros reformadores. Mark Twain, a pesar de pertenecer a la Junta de Escritura Simplificada, señalaba que el alfabeto de Pitman era aún mejor.

El dramaturgo inglés George Bernard Shaw se ofendía por la diferencia de pronunciación entre el inglés británico y americano, por lo que trabajó con Pitman para elaborar un nuevo alfabeto y un sistema ortográfico con los que estandarizar la pronunciación y ahorrar tiempo y espacio de impresión. Sin embargo, Shaw no quería usar el mismo alfabeto de Pitman ni inventó uno propio, sino que estableció un fideicomiso para que una fundación encontrara un nuevo alfabeto adecuado a través de un concurso. Sus familiares y amigos protestaron por el uso de la herencia y la mayoría desapareció en los tribunales. 

En 1962, siete años después de la muerte de Shaw, se revelaron a los elegidos, pues era un alfabeto compuesto por los cuatro mejores participantes y que incluía 48 letras, donde las mayúsculas y minúsculas solo se diferenciaban por el tamaño. Ronald Kingsley Read, uno de los participantes y quien combinó los cuatro sistemas, publicó la obra Androcles y el león en alfabeto shaviano. El problema de este sistema es que solo serviría con un inglés con una pronunciación homogenea.


En Salt Lake City, los mormones diseñaron el alfabeto Deseret basándose en el trabajo de Pitman. Todo se debió al interés de Brigham Young, segundo presidente de la iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, sobre la necesidad de reformas en el idioma y simplificarlo, incluso reduciendo las palabras que representaban la misma idea. A través de George D. Watt, un miembro británico que había estudiado el sistema de Pitman, Young propuso en 1853 que la Universidad de Deseret, hoy Universidad de Utah, se embarcara en la misión de reformar el inglés. La junta universitaria no coincidía en la forma de acometer la tarea: si crear un alfabeto fonético, cambiar la forma en la que se usa el existente, crear un alfabeto nuevo o mantener el antiguo. Para evitar confusiones, se optó por crear un alfabeto nuevo de 38 caracteres, correspondientes a los fonemas ingleses. En 1855 ya se comenzó a enseñar en los colegios, pero no había más textos escritos que aquellos de la junta universitaria. Aunque se intentaron imprimir libros con esta tipografía, durante meses estuvo restringida al Deseret News. Por supuesto, uno de los primeros libros en transcribirse completamente fue el libro de Mormón en 1869. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos y del aislamiento de la comunidad, ni los profesores ni estudiantes parecían interesados en este alfabeto y a partir de 1870 se fue mencionando cada vez menos.

Fuentes

  • Upward, C., & Davidson, G. (2011). The history of English spelling (Vol. 26). John Wiley & Sons.
  • Marshall, D. F. (2011). The reforming of English spelling. Handbook of Language and Ethnic Identity, 2, 113-125.
  • Goodfellow, P. (1980). The Deseret alphabet and other American spelling reform movements.
  • Moore, R. G. (2006). The Deseret Alphabet Experiment. Religious Educator: Perspectives on the Restored Gospel, 7(3), 8.
 
 

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