Argentina intentó producir energía nuclear en botellas


Tras la derrota de Alemania, muchos nazis encontraron refugio en países que quisieran aprovechar sus conocimientos técnicos o que les permitieran vivir en el anonimato. Mientras los Estados Unidos tenían a Wernher von Braun, en Argentina tenían al ingeniero aeronáutico nazi Kurt Tank, quien crearía el Pulqui II. Gracias a él, Argentina estaría en boca de todos por lograr lo aparentemente imposible: la fusión controlada.

Proyecto Huemul


Pero no fue Tank quien aparentemente dominó la fusión, sino el austriaco Ronald Richter. Tank estaba interesado en su idea de crear aviones propulsados por energía nuclear, por lo que le propuso al general Juan Domingo Perón traerlo a Argentina. En febrero de 1946, estaría a cargo del programa de investigación atómico en Córdoba, donde Tnak tenía su Instituto Aerotécnico. Sin embargo, a comienzos de 1949 ardió su laboratorio, un hecho que atribuyó a un sabotaje. Por ello, pidió a Perón un lugar para realizar sus investigaciones lejos de las acciones de los espías y le sugirió iniciar el proyecto de controlar la fusión para generar energía ilimitada. Con la vista puesta en su proyecto de la Nueva Argentina, esta se presentaba como una oportunidad para dar un impulso a la transformación del país, por lo que aceptó sin dudar.

Tras un estudio aéreo, se seleccionó la isla Huemul, en el lago Nahuel Huapi, en la Patagonia, junto a San Carlos de Bariloche. No solo era un lugar aislado, sino que tenía amplia disponibilidad de agua. Así, mientras Richter seguía en Córdoba, comenzaron las obras del complejo. 400 hombres emplearon 20 000 sacos de cemento para construir un edificio cúbico de 12 metros de altura, equipado con potentes altavoces y 50 toneladas de bobinas de cobre que formarían el llamado termotrón.

En 1938, los alemanes Otto Hahn y Fritz Strassmann anunciaron el descubrimiento de la fisión de elementos pesados. Tres años después, Enrico Fermi creó el primer reactor nuclear en Chicago, produciendo la primera reacción de fisión automantenida con uranio. El aparente siguiente paso lógico era intentar dominar la fusión, como la ocurrida en las estrellas. En el Sol, se produce de manera natural la fusión de hidrógeno a 15 millones kelvin y una presión miles de millones de veces superior a la presente en la superficie de la Tierra. Fusionar isótopos más pesados requiere menos presión, pero más temperatura. Richter pretendía lograrlo de manera controlada con 100 millones kelvin. 

En marzo de 1950, se trasladó a San Carlos de Bariloche, donde los experimentos hacían retumbar las ventanas. El 15 de febrero de 1951, informó de resultados generalmente positivos. Así, el 24 de marzo de 1951, en la Casa Rosada, Perón declaró que Argentina no había tomado el camino seguro de la fisión, sino que había tenido el arrojo para apostar por la fusión, consiguiendo con éxito la liberación controlada de energía atómica. Al optar por esta, no solo se convertían en referencia mundial, sino que obtendrían una energía barata, gracias a la disponibilidad del hidrógeno frente al uranio, que se ofrecería en botellas de medio litro, como la leche. Como premio por su labor, Richter recibió una medalla peronista y un doctorado honorario de la Universidad de Buenos Aires.

Furor y escepticismo

En los medios nacionales e internacionales hubo furor ante la noticia, pues era el descubrimiento del siglo. En Estados Unidos no se esperaban que un descubrimiento así fuera a ocurrir en un país sudamericano que ni siquiera llegaba a los 20 millones de habitantes, cuando ellos no tendrían la bomba de hidrógeno hasta noviembre del año siguiente. La comunidad científica mostraba escepticismo, pues Richter no publicó nada, obteniendo resultados inmediatos, sin un trabajo conjunto y gradual de la comunidad. Sus explicaciones eran vagas, señalando que había controlado la energía de una explosión nuclear desarrollándola lenta y gradualmente, sin indicar cómo. Hans Thirring, el director del Instituto de Física Teórica de Viena, señalaba que Richter era un desconocido en la comunidad científica, siendo ínfima la posibilidad de que Richter tuviera razón y que era más probable que Perón hubiera sido timado o fuera de farol. David Lilienthal, antiguo presidente de la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos, respondió que la posibilidad de que Richter tuviera razón era casi nula. También había críticas entre los antiperonistas y los físicos excluídos del proyecto, que fueron seguidas por los propios peronistas que criticaban los gastos y la opacidad del proyecto Huemul.

Fraude


Impulsado por las crecientes sospechas, Perón envió a un grupo de investigadores liderado por el físico José Antonio Balseiro. Observaron los supuestos experimentos exitosos, pero era imposible que funcionaran. En primer lugar, se trataba de un simple arco eléctrico alimentado por hidrógeno y rodeado de altavoces, que pretendían aumentar la temperatura por medio de ondas acústicas, aunque apenas llegaban a los 100 000 kelvin en el mejor de los casos. Por otra, los detectores de rayos gamma que llevaban ocultos no detectaron ninguna radiacción. Además, el 22 de noviembre de 1952, Richter estaba en la capital, el capitán Pedro Iraolagoitía, presidente de la CNEA, ocupó el recinto y descubrió que muchas de las máquinas ni siquiera estaban conectadas entre sí.

Con todo, Richter vivió tranquilo durante tres años en los suburbios de Buenos Aires, pero eso cambió con el golpe de estado del 16 de septiembre de 1955. En el parlamento se cuestionó sobre el proyecto Huemul y una investigación mostró la corrupción del proyecto y cómo se gastaron 62,5 millones de pesos (29 mil millones de pesos actuales o más de 186 millones de euros). Richter tampoco tenía las cualificaciones académicas para llevar a cabo tal proyecto. Aunque intentó dar su versión de los hechos, fue culpado de desacato y fue encerrado durante 5 días, viviendo en el anonimato hasta su muerte en 1991.

Los errores también pueden ser fructíferos

A pesar de todo, con el fin de aprovechar la inversión, Balseiro persuadió a Perón de usar el equipo de la isla para realizar experimentos reales en Bariloche, donde se crearía el Instituto Balseiro, hogar del Centro Atómico de Bariloche y la Comisión de Energía Atómica Nacional de Argentina. Gracias a ello, desarrollaron plantas de enriquecimiento de uranio y reactores nucleares avanzados de investigación. Por otra parte, fuera de las fronteras argentinas, las noticias del proyecto de Richter incitaron al astrofísico Lyman Spitzar, que trabajaba en el proyecto de la bomba de hidrógeno, a intentar confinar plasma caliente en un campo magnético. En dos años creó el Sterallator de figura 8, que serviría en proyectos de investigación de fusión nuclear.

Fuentes

  • Moskvitch, B. (2015). From fraud to scientific fortune [nuclear physics in Argentina]. Engineering & Technology, 10(9), 62-66.
  • Kidd, R. (2016). I'll give you nuclear fusion in a bottle. New Scientist, 231(3087), 38-39.
  • Mariscotti, M. A. (2016). El secreto atómico de Huemul: Crónica del origen de la energía atómica en Argentina. Lenguaje claro Editora.
  • Hagood, J. (2014). 13 Bottling Atomic Energy: Technology, Politics, and the State in Peronist Argentina. Beyond Imported Magic: Essays on Science, Technology, and Society in Latin America, 267.

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