El escorbuto fue el padre de la mafia siciliana


La era de los descubrimientos cambió el mundo irremediablemente. Se motivó el recorrido de grandes distancias para que ningún rincón quedara inexplorado, pero en los largos viajes oceánicos, la mala dieta aumentó los casos de escorbuto. Los marineros necesitaban desesperadamente un fruto que plantaría la semilla de la Cosa Nostra.

Un estado ausente

Por Sicilia han pasado griegos, cartagineses, romanos, bizantinos, árabes, normandos, españoles y franceses, siendo gobernada durante milenios por potencias extranjeras que se aprovechaban de su posición estratégica en el Mediterráneo. Esto ha marcado su desarrollo y sus diferencias respecto a otras regiones italianas.

Durante siglos, parte del problema estuvo en la relación de poder entre los líderes feudales y las potencias extranjeras. El rey Federico II de Hohenstaufen (1194-1250) limitó el poder jurisdicional de los príncipes y barones a la justicia civil y otorgó la justicia criminal a los magistrados, que tenían cargos anuales y solo eran responsables ante el rey. Sin embargo, con la muerte del rey, se dio un paso atrás, delagándose a los señores feudales las funciones judiciales, militares, fiscales, administrativas y políticas. Con el distante reinado Borbón, los señores feudales acrecentaron su poder y se encargaron de mantener la seguridad con su propia milicia, que también supervisaba al resto de sus empleados. Los franceses intentaron solucionarlo en 1812, aboliendo los privilegios feudales y la primogenitura en una nueva constitución, pero solo lo empeoraron.

Antes de la reforma, los señores feudales tenían tierras pero preferían vivir en la ciudad. Así que se las alquilaban a un gabellotti, que las subarrendaba a los trabajadores. Así, se mantenía la producción. Cuando huyeron los señores feudales y se subastaron sus tierras, la mayor parte de la población no podía acceder a ellas, por lo que muchas quedaron en manos de los gabellotti. Por ello, la situación volvió a donde estaba antes de la reforma, pero con unos propietarios que ya no tenían los deberes cívicos, sociales y judiciales de los señores feudales. Los primeros dos tercios del siglo XIX fueron un periodo de gran inestabilidad y revueltas populares, donde los cultivos estaban a merced de los bandidos. Para combatirlos, los gabellotti contrataron la protección de los campieri que, en muchos casos, eran miembros de los propios bandidos. De esta manera, los campos no eran atacados por sus compañeros. Sin embargo, esta relación aparentemente ventajosa era como poner al zorro a cargo de las gallinas. La corrupción y la intimidación se convirtieron en la norma si no se quería sufrir saqueos, pues los guardianes y los ladrones jugaban las mismas cartas.

Escorbuto y cítricos


Mientras tanto, en los viajes transoceánicos se encontraban con problemas difíciles de resolver. Uno de ellos era el escorbuto, producido por el déficit de vitamina C en la dieta, necesaria para la formación de colágeno, razón de la degradación de los tejidos que lo contienen. 

En Tratado breve de medicina y de todas las enfermedades (1592), Pedro Agustín Farfán señaló las bondades de las naranjas y los limones para tratar el escorbuto. Aunque sus observaciones no cayeron en oídos sordos, la dificultad de conservar o bien la fruta o bien la vitamina C en los largos viajes no aseguraba su éxito. En 1753, James Lind publicó las mismas conclusiones en Treatise on Scurvy, presentando el primer ensayo clínico de la edad moderna: cinco años antes, en el buque Salisbury, agrupó por parejas a doce pacientes con escorbuto, administrándole una dieta distinta a cada pareja. Aquellos que consumieron cítricos se recuperaron rápidamente, seguidos por quienes bebieron sidra. No obstante, debido al precio de los cítricos, dudó si recomendarlos. De hecho, la Armada Británica no obligaría su consumo hasta 1799, sustituyéndolos en 1814 por limas, que eran más baratas.

El fin de las guerras napoleónicas y la necesidad de un tratamiento contra el escorbuto favoreció el comercio de limones, que se convirtieron en la primera exportación de Sicilia, superando al trigo, el aceite de oliva y al vino. Sicilia tenía el clima y los terrenos volcánicos adecuados para producir cítricos a gran escala. Las naranjas llevaban siglos cultivándose, pues los árabes introdujeron la naranja amarga (Citrus higaradia) en la isla en el siglo X, donde se extendió incluso de forma salvaje. Por otra parte, los limones, más delicados, habían tenido hasta entonces poca demanda, creciendo en zonas de menor altitud, donde fueron usados principalmente como decoración, para extraer sus esencias y como símbolo aristocrático de riqueza. No obstante, una vez que comenzaban a dar sus frutos, permitían la disponibilidad durante todo el año. Tenían una primera cosecha en octubre, con limones verdes que en invierno maduraban en almacenes, y luego había una segunda cosecha desde febrero hasta el verano. Aquellos cultivados en suelos ligeros maduraban primero y tenían peor calidad, como los recogidos en verano, por lo que se usaban localmente. El resto se exportaba. De esta manera, Sicilia se convirtió en un importante productor mundial.

Gestión y producción


Inicialmente, los propietarios de las tierras proporcionaban por contrato los árboles, el agua y los fertilizantes durante 6-8 años, que eran los necesarios para producir, mientras el arrendado se encargaba de preparar y labrar la tierra. El propietario tenía derecho a una porcentaje de la producción inversamente proporcional a su calidad, es decir, si los limones salían malos, podía quedarse la mitad, mientras si no, se quedaba una porción menor. 

Con el tiempo, los propietarios fueron abandonando estos contratos y recurrieron a los gastaldos, capataces con un sueldo fijo que ocasionalmente podían tener una pequeña casa cerca del propietario y acceso a recursos cercanos. Estos se encargaban de cuadrillas que recogían y almacenaban los limones. Estos hombres no seleccionaban ni extraían sus esencias. Esto significaba que antes y después de su transporte al puerto, había más personas dedicadas a esta industria. En el puerto, el sensali negociaba con el propietario para exportar la producción. 

Entre 1837 y 1850, las exportaciones de limones se multiplicaron por 28 y sus fragancias por 11. La demanda requirió más tierras dedicadas a su cultivo, aumentando la producción. En la segunda mitad del siglo XIX, gran parte de los limones fueron a los Estados Unidos, de donde al menos cuatro de cada cinco limones eran importados de Italia. En Reino Unido y Austria, una cuarta parte de los limones importados eran italianos.

La mafia entra en juego


Por su propia naturaleza, los comienzos de la mafia, tal y como la conocemos, son difusos. Aunque los cereales, el aceite de oliva y el vino tenían costes menores y se vendían en grandes cantidades, los limones tenían cualidades que interesaban a la mafia. En primer lugar, la relación coste-beneficio. Los costes fijos de los limones eran mucho más altos que otros cultivos, pero, aun así, se obtenían tantos beneficios que compensaba. Junto a esto hay otro factor que favoreció la proliferación de esta organización en regiones limoneras, como Palermo: la vulnerabilidad. Desde que se sembraban, los productores pasaban años de incertidumbre, que no acababan cuando daba sus frutos, pues eran más fáciles de robar por la noche que otros cultivos, a pesar de los muros o perros guardianes. Esta organización proporcionaba una tensa estabilidad.

La mafia, que había crecido con los limones, controlaba las negociaciones entre los productores y los sensali, la contratación de gastaldos asociados con la mafia, los trabajadores y el cumplimiento de los contratos. Hombres de diversas ocupaciones tenían una segunda vida como miembros de la Cosa Nostra, ofreciendo su protección por medio de extorsiones y la amenaza de violencia. Cuando se llegaba a un acuerdo con los sensali, se colocaba una fruta sobre la puerta de la arboleda para indicar que estaba protegida.

La unificación no cambió la situación del poder en Sicilia. El gobierno no podía controlar la isla ni asegurar el cumplimiento de la ley. En el pueblo, muchos participaban directamente en los negocios de la mafia o indirectamente guardando silencio. Al fin y al cabo, se consideraban hombres de honor que, aunque se tomaban la justicia por su mano, combatían males mayores. Las revueltas contra el gobierno, como la de los siete días y medio de Palermo en 1863, fueron el punto de inflexión en el que la protomafia se convirtió definitiva en la mafia, la Cosa Nostra.

Fuentes

  • Bhatt, A. (2010). Evolution of clinical research: a history before and beyond James Lind. Perspectives in clinical research, 1(1), 6.
  • Carranza, J. H. (2020). Escorbuto o la enfermedad de los nautas: Aportación de los navegantes españoles a su conocimiento y tratamiento. RESCIFAR Revista Española de Ciencias Farmacéuticas, 1(1), 79-84.
  • Dimico, A., Isopi, A., & Olsson, O. (2017). Origins of the sicilian mafia: The market for lemons. The Journal of Economic History, 77(4), 1083-1115.

 

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