El secreto de los espejos mágicos chinos
La creación de los espejos de bronce data del 2900-2000 a.C., presente en las civilizaciones china, egipcia y del valle del Indo. Durante la dinastía Han (206 a.C.-24 d.C.) se popularizaron y se produjeron en grandes cantidades, siendo generalmente redondos, aunque luego también se hicieron oblongos u octogonales. En este apogeo se produjeron los espejos mágicos.
A primera vista, los espejos mágicos se parecían a cualquier otro espejo de bronce. Una cara estaba pulida y la otra tenía un diseño en bronce. La peculiaridad es que cuando la luz intensa incide sobre la cara pulida del espejo, la luz reflejada proyecta el diseño del reverso sobre cualquier superficie plana.
En torno al 800 d.C., durante la dinastía Tang (618-907), el libro Registro de Antiguos Espejos describía cómo hacer estos espejos a los que los chinos llamaban "espejos translúcidos". Aunque terminó perdiéndose, Shen Kuo (1031-1095), que poseía tres como reliquia familiar, los describió en su Ensayo del tesoro de los sueños. Sorprendido por la capacidad de un metal sólido para comportarse como si fuera transparente, Shen supuso que en su creación se realizaba alguna técnica de templado para producir arrugas superficiales imperceptibles para el ojo humano. Aunque no estaba en lo cierto respecto a los ritmos de enfriamiento, sí acertó en la causa que dejaba sin respuestas a los científicos occidentales del siglo XIX.
Hasta que William Bragg en 1932 descubrió que Shen tenía razón respecto a las arrugas superficiales imperceptibles, no se desbarató la idea por la que se creía que eran transparentes. Al crearlos, los espejos comenzaban siendo planos con el diseño en el reverso, produciéndose luego la convexidad superficial raspando y arañando elaboradamente. Entonces se pulía la superficie para que brillara. Las tensiones producidas por estos procesos provocaban que las zonas de la superficie más finas se abultaran hacia afuera y se volvieran más convexas que las zonas más gruesas. Finalmente se aplicaba una amalgama de mercurio en la superficie creando más tensión y pandeo. Como resultado, las imperfecciones en la superficie del espejo coincidían con el patrón dorsal, aunque eran demasiado minúsculas para ser vistas. Pero cuando el espejo reflejaba luz brillante contra un muro, con el consiguiente aumento de la imagen, el efecto reproducía los patrones como si pasara a través del bronce.
Fuente: Wikipedia, Kyoto journal
A primera vista, los espejos mágicos se parecían a cualquier otro espejo de bronce. Una cara estaba pulida y la otra tenía un diseño en bronce. La peculiaridad es que cuando la luz intensa incide sobre la cara pulida del espejo, la luz reflejada proyecta el diseño del reverso sobre cualquier superficie plana.
Hasta que William Bragg en 1932 descubrió que Shen tenía razón respecto a las arrugas superficiales imperceptibles, no se desbarató la idea por la que se creía que eran transparentes. Al crearlos, los espejos comenzaban siendo planos con el diseño en el reverso, produciéndose luego la convexidad superficial raspando y arañando elaboradamente. Entonces se pulía la superficie para que brillara. Las tensiones producidas por estos procesos provocaban que las zonas de la superficie más finas se abultaran hacia afuera y se volvieran más convexas que las zonas más gruesas. Finalmente se aplicaba una amalgama de mercurio en la superficie creando más tensión y pandeo. Como resultado, las imperfecciones en la superficie del espejo coincidían con el patrón dorsal, aunque eran demasiado minúsculas para ser vistas. Pero cuando el espejo reflejaba luz brillante contra un muro, con el consiguiente aumento de la imagen, el efecto reproducía los patrones como si pasara a través del bronce.
Fuente: Wikipedia, Kyoto journal