La larva de escarabajo que devora vivo a su depredador
Es bien sabido que la naturaleza es sabia y bondadosa, a diferencia del hombre, por lo que no puede albergar ningún mal. Es entonces cuanto te encuentras con criaturitas como los escarabajos de oriente medio Epomis circumscriptus y Epomis dejeani. En su lucha por la supervivencia, se presentan como una presa fácil que devora a su depredador.
La larva se aprovecha del simple mecanismo de caza de los anfibios: se mueven para atraer su atención y son pequeñas, ya que los anfibios evitan las presas grandes. Así, moviendo sus antenas y mandíbulas cada vez más rápido conforme se acerca el anfibio, lo atrae y se deja atacar.
En otro caso, este sería el fin de nuestra larva, pero es aún más veloz que la lengua de los anfibios. Antes de ser capturada, se reposiciona rápidamente y se agarra a su cara. Incluso si inicialmente consigue tragársela, por alguna razón los anfibios la escupen. Gracias a esto, la larva es infalible. Una vez que es atacada, se prepara para absorber fluidos corporales primero y masticar después hasta dejar solo los huesos.
Esta larva se desarrolla en tres fases, matando a una presa en cada una. Entonces se oculta, se desprende de su dura piel, aumenta de tamaño y atrae a nuevas presas para alcanzar su próxima fase de crecimiento.
Como adultos, comparten durante el día los húmedos refugios de los anfibios, cazándolos por la noche. En esta etapa cambia su estrategia de caza. Ataca a los anfibios desde atrás, agarrándose en su dorso mientras la víctima intenta librarse de él. En este momento el escarabajo realiza una incisión en el dorso con sus mandíbulas, dejando a la presa paralizada en apenas unos minutos. En unas horas, solo quedarán su cabeza y miembros.
Dado que no corta la médula espinal del anfibio, se cree que el escarabajo daña los músculos insertados en sus patas traseras, evitando que salte y escape.
En definitiva, esta estrategia es poco común. Normalmente, una presa se convierte en depredador cuando aumenta su tamaño en alguna etapa de sus vidas o superan súbitamente en número a sus atacantes. Sin embargo, estos escarabajos son más pequeños que los escarabajos que cazan, están obligados a invertir sus papeles ya que solo comen anfibios y además han evolucionado un comportamiento que atrae a su presa.
El hecho de que las ranas y salamandras no hayan aprendido aún sobre la peligrosidad de la larva Epomis puede deberse a que son escarabajos relativamente escasos, comparados con la gran cantidad de escarabajos de tierra de los que se alimentan. Por otra parte, dado que solo unas pocas especies de Epomis se han convertido en depredadores, podría ser un comportamiento que hubiera evolucionado como una forma de defensa, cumpliendo el adagio de "La mejor defensa es el ataque".
Fuentes: Not rocket science
La larva se aprovecha del simple mecanismo de caza de los anfibios: se mueven para atraer su atención y son pequeñas, ya que los anfibios evitan las presas grandes. Así, moviendo sus antenas y mandíbulas cada vez más rápido conforme se acerca el anfibio, lo atrae y se deja atacar.
En otro caso, este sería el fin de nuestra larva, pero es aún más veloz que la lengua de los anfibios. Antes de ser capturada, se reposiciona rápidamente y se agarra a su cara. Incluso si inicialmente consigue tragársela, por alguna razón los anfibios la escupen. Gracias a esto, la larva es infalible. Una vez que es atacada, se prepara para absorber fluidos corporales primero y masticar después hasta dejar solo los huesos.
Esta larva se desarrolla en tres fases, matando a una presa en cada una. Entonces se oculta, se desprende de su dura piel, aumenta de tamaño y atrae a nuevas presas para alcanzar su próxima fase de crecimiento.
Como adultos, comparten durante el día los húmedos refugios de los anfibios, cazándolos por la noche. En esta etapa cambia su estrategia de caza. Ataca a los anfibios desde atrás, agarrándose en su dorso mientras la víctima intenta librarse de él. En este momento el escarabajo realiza una incisión en el dorso con sus mandíbulas, dejando a la presa paralizada en apenas unos minutos. En unas horas, solo quedarán su cabeza y miembros.
Dado que no corta la médula espinal del anfibio, se cree que el escarabajo daña los músculos insertados en sus patas traseras, evitando que salte y escape.
En definitiva, esta estrategia es poco común. Normalmente, una presa se convierte en depredador cuando aumenta su tamaño en alguna etapa de sus vidas o superan súbitamente en número a sus atacantes. Sin embargo, estos escarabajos son más pequeños que los escarabajos que cazan, están obligados a invertir sus papeles ya que solo comen anfibios y además han evolucionado un comportamiento que atrae a su presa.
El hecho de que las ranas y salamandras no hayan aprendido aún sobre la peligrosidad de la larva Epomis puede deberse a que son escarabajos relativamente escasos, comparados con la gran cantidad de escarabajos de tierra de los que se alimentan. Por otra parte, dado que solo unas pocas especies de Epomis se han convertido en depredadores, podría ser un comportamiento que hubiera evolucionado como una forma de defensa, cumpliendo el adagio de "La mejor defensa es el ataque".
Fuentes: Not rocket science