¿Sería viable construir la Estrella de la Muerte?
En el 2012 se realizó una petición a la Casa Blanca de los Estados Unidos para construir la Estrella de la Muerte. Esta fue rechazada alegando las dificultades de cumplir los presupuestos si se gastan 850 trillones de dólares en su construcción. Además, al menos por aquel entonces, el gobierno no apoyaba la destrucción planetaria, especialmente si el ataque de una nave pilotada por una sola persona podía destruirla.
Previamente, ya se estudió si la energía que emanaba del superláser de la estación de combate realmente era capaz de destruir un planeta, revelándose que podía destruir sin pestañear uno como la Tierra, pero que tendría serios problemas ante un gigante gaseoso como Júpiter.
Si actualmente nos propusiéramos construir esta arma colosal, se necesitarían 830 000 años con la producción actual de acero para construir tan solo la carcasa. Este acero debería enviarse en cohetes al espacio, produciendo un cataclismo ambiental tanto por el proceso de obtención de acero como de transporte. Sería más viable extraer los materiales de la Luna y los asteroides. Seguiría siendo un esfuerzo enorme, pero no amenazaría tanto la habitabilidad del planeta.
Su diámetro de 160 kilómetros, y la consiguiente masa de tal obra, no le permitiría permanecer próximo a la Tierra, pero el coste de combustible para enviar los elementos para su construcción al situarla más lejos también sería prohibitivo. La construcción sería un infierno para los trabajadores, que morirían prematuramente al no estar protegidos por la atmósfera y el campo magnético terrestre de la radiacción ionizante.
Por supuesto, la producción de energía así como la potencia necesaria para el superláser seguiría estando dentro del campo de la ciencia-ficción, ya que rivalizaría con la producción energética de nuestro Sol. También necesitaría un sistema de refrigeración nunca visto para evitar que la propia Estrella de la Muerte se derrita con cada disparo. Una alternativa es usar un gran proyectil lo suficientemente masivo para destruir planetas al ser acelerado. Esto abre la duda sobre cómo mantendrían o recuperarían la posición de la estación espacial tras cada disparo.
James Nicoll, conocido e influyente crítico de ficción especulativa, propuso un láser dispuesto en una esfera de Dyson en enjambre que actúe como antenas en fase para emitir energía a objetivos de tamaño planetario a millones de años-luz. Sin ir más lejos, en esto se basa el sistema propuesto DE-STAR (Directed Energy System for Targeting of Asteroids and exploRation, es decir, Sistema de Energía Dirigida para la Focalización de Asteroides y Exploración), aunque enfocado a destruir asteroides. Este tendría dos modelos: uno más pequeño capaz de alterar las órbitas de asteroides y cometas, y uno mayor capaz de destruir una vez al año un asteroide de 500 metros.
En resumen, con una cantidad absurda de tiempo, recursos y dinero se podría llegar a construir. Hacerlo funcionar sería lo complicado. Además, hay dos inconvenientes adicionales. Por una parte, la distancia de los objetivos, especialmente si están a años-luz de distancia, ya que tardaría todo ese tiempo en alcanzar su destino y el doble para saber si lo ha alcanzado o fallado. Incluso teniendo en cuenta la dificultad añadida de apuntar a tal distancia, podría aparecer un obstáculo en todo ese tiempo. Por otra parte, el empleo de cientos de miles de años, cantidades disparatadas de dinero y recursos podría emplearse mejor que en un arma que sería desproporcionada ante cualquier amenaza conocida.
Fuente: Space, Spacebanter, Deepspace
Previamente, ya se estudió si la energía que emanaba del superláser de la estación de combate realmente era capaz de destruir un planeta, revelándose que podía destruir sin pestañear uno como la Tierra, pero que tendría serios problemas ante un gigante gaseoso como Júpiter.
Si actualmente nos propusiéramos construir esta arma colosal, se necesitarían 830 000 años con la producción actual de acero para construir tan solo la carcasa. Este acero debería enviarse en cohetes al espacio, produciendo un cataclismo ambiental tanto por el proceso de obtención de acero como de transporte. Sería más viable extraer los materiales de la Luna y los asteroides. Seguiría siendo un esfuerzo enorme, pero no amenazaría tanto la habitabilidad del planeta.
Su diámetro de 160 kilómetros, y la consiguiente masa de tal obra, no le permitiría permanecer próximo a la Tierra, pero el coste de combustible para enviar los elementos para su construcción al situarla más lejos también sería prohibitivo. La construcción sería un infierno para los trabajadores, que morirían prematuramente al no estar protegidos por la atmósfera y el campo magnético terrestre de la radiacción ionizante.
Por supuesto, la producción de energía así como la potencia necesaria para el superláser seguiría estando dentro del campo de la ciencia-ficción, ya que rivalizaría con la producción energética de nuestro Sol. También necesitaría un sistema de refrigeración nunca visto para evitar que la propia Estrella de la Muerte se derrita con cada disparo. Una alternativa es usar un gran proyectil lo suficientemente masivo para destruir planetas al ser acelerado. Esto abre la duda sobre cómo mantendrían o recuperarían la posición de la estación espacial tras cada disparo.
Varios anillos del enjambre de Dyson (Wikimedia). |
En resumen, con una cantidad absurda de tiempo, recursos y dinero se podría llegar a construir. Hacerlo funcionar sería lo complicado. Además, hay dos inconvenientes adicionales. Por una parte, la distancia de los objetivos, especialmente si están a años-luz de distancia, ya que tardaría todo ese tiempo en alcanzar su destino y el doble para saber si lo ha alcanzado o fallado. Incluso teniendo en cuenta la dificultad añadida de apuntar a tal distancia, podría aparecer un obstáculo en todo ese tiempo. Por otra parte, el empleo de cientos de miles de años, cantidades disparatadas de dinero y recursos podría emplearse mejor que en un arma que sería desproporcionada ante cualquier amenaza conocida.
Fuente: Space, Spacebanter, Deepspace