La isla de los demonios


Durante el Renacimiento, los navegantes hablaban de una misteriosa isla al norte de Terranova que generaba pavor pues, nada más acercarse a ella, desde los barcos se oían los llantos de los condenados como un clamor ininteligible. En sus tierras habitaban animales extraños y monstruos peligrosos. Por ello recibió el nombre de la isla de los demonios.

En 1541, Jean-François de La Rocque, "sieur de Roberval", fue enviado por Francisco I de Francia a las tierras norteamericanas con fines colonizadores y evangelizadores. Su misión sustituiría a la de Jacques Cartier, quien había sido enviado el año anterior con el mismo propósito y con quien se encontró en San Juan de Terranova. A pesar de las advertencias de Cartier de la futilidad de la expedición, Roberval decidió seguir hasta el golfo de San Lorenzo. Le acompañaba su sobrina Marguerite, que se enamoró perdidamente de un joven oficial. Ofuscado por la acción de su sobrina, decidió abandonarla con una vieja cuidadora, que había consentido la relación, y cuatro pistolas en una isla. Para evitar el castigo, el joven saltó por la borda para acompañarla. La isla estaba habitada por "demonios" a los que combatían con su fervor religioso, pero el lugar se volvió más peligroso cuando descubrieron que estaba embarazada. Los peligros de la isla acabaron con todos menos con Marguerite, que sobrevivió hasta ser rescatada dos años y cinco meses después por un pesquero que la devolvió a Francia.


En su regreso, le contó su historia al franciscano André Thevet, quien plasmó las historias que contaban de la isla de los demonios en Les Singularitéz de la France Antarctique, autrement nommé Amérique (1558) y en Grand Insulaire (1586). Esta inspiraría una de las historias del Heptamerón de Margarita de Angulema, hermana de Francisco I. Aunque gran parte del relato de Thevet no sea más cierto que las clásicas leyendas de marineros, las historias de los marineros y la isla pudieron tener una base real. Para empezar, el paso por el estrecho de Belle Isle solo era navegable durante unos pocos meses al año, ya que el resto permanecía congelado. En estos meses suele suceder el anidado y apareamiento de aves, como los alcatraces, alcas, frailecillos y araos, que en tierra vociferan en grandes bandadas.

La isla cambia de posición, forma y tamaño en los mapas, pero teniendo en cuenta el recorrido de Roberval, lo más probable es que se tratase de la isla Fischot o la isla Funk. En el segundo caso, la situación habría sido más inhóspita, pues se encuentra a 60 km de Terranova, sin islas cercanas.

Fuente

  • Johnson, D. (1994). Phantom Islands of the Atlantic: The Legend of Seven Lands That Never Were. Canada.
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