Aspidoquelonio, la isla ilusoria de la tentación

Ballena con caparazón de tortuga, con arena encima, en mar abierto.
En los mapas, los cartógrafos podían indicar islas perdidas o fantasmas. Las primeras desaparecieron, mientras las segundas son falsas. En cualquiera de los casos, los marineros podían señalar al aspidoquelonio como responsable, una enorme criatura cuyo dorso era tan grande que parecía una isla, hasta que se hundía.

La isla engañosa

Este comportamiento se ha adscrito al kraken y al hafgufa, pero el aspidoquelonio (ἀσπιδοχελώνη, "tortuga escudo"), que también puede encontrarse como aspidochelone, los precede. Fue un ser incluido en los bestiarios medievales por su presencia en el Physiologus desde la versión original griega. Esta se ha datado tradicionalmente a finales del siglo II y principios del III, entre la muerte de Justino y Orígenes de Alejandría, siendo mencionado elusivamente por Rufino (407/408) y explícitamente en el Decretum Gelasianum del 494.

El aspidoquelonio es, ante todo, una criatura marina colosal. En el Physiologus, sin importar la versión, destacan sus dos naturalezas. En la primera, abre la boca, atrayendo con su aroma a gran cantidad de peces pequeños, no a los grandes. Cuando están en su boca, se los traga a todos. En su segunda naturaleza, los marineros la toman por una isla, anclando sus barcos y desembarcando. En cuanto encienden el fuego, la criatura se hunde y los arrastra a todos.

Generalmente, el Physiologus observa la naturaleza para entender la realidad desde el punto de vista cristiano. El aspidoquelonio es una criatura engañosa que atrae con mentiras, proporcionando una estabilidad ilusoria pero los arrastra como Satán al fuego del infierno. Por lo tanto, aquellos con sabiduría y buenos fundamentos tienen una base firme para no dejarse atraer ni ser arrastrados por falsos profetas. Por influencia de Isidoro de Sevilla, ya no se presentaba tanto como un símil, sino, a través de la comparación con el leviatán y la criatura que se tragó a Jonás(1), como un ser puramente malvado.

Identidad

Barco con cuatro tripulantes junto a un pez enorme.

En el Physiologus se trata de una tortuga cubierta de arena, salvo en una versión griega incluida en un códice destruido en el incendio de Esmirna de 1922, donde tenía vegetación. No obstante, cuando se combinó con Etimologías de Isidoro de Sevilla, base para un gran número de bestiarios de Europa occidental, el aspidoquelonio era una ballena (ceto).

Esta disyuntiva no era puntual. En Historia utilis et refutatio Manichaeorum vel Paolicianorum, Pedro de Sicilia lo equipara al ceto (κῆτος) para insultar a Simeón Tito (Τίτος), sucesor de Constantino-Silvano y líder de los paulicianos, aprovechándose por la semejanza de sus nombres por considerarlo maligno y que atraía con mentiras al fuego del infierno. En De ceto et nauta piscatore de Speculum sapientiae Beati Cyrilli, cuya autoría se debate entre Cirilo de Alejandría (370-444) y Cirilo de Quidenon (s. XIII), la historia gira en torno a un ceto con el mismo comportamiento y moraleja que el aspidoquelonio. Al aparecérsele como una isla a un pescador, este le pregunta por qué simuló estabilidad, pero este le reprocha su confianza en las apariencias, engañosas y cambiantes, que pueden llevar a cometer errores incorregibles. Uno debe responsable en qué confiar, eligiendo apoyarse en fundamentos sólidos. Pedro Damián (1007-1772) añade que confiar en la ballena, no usando el genérico ceto, era como hacerlo en una mujer infiel.

Es cierto que el término ceto puede valer para cualquier gran criatura marina, pero también se equiparaba a las ballenas, y, por lo tanto, considerado un pez. En el Hexamerón de Eustacio de Antioquía (d. 360), presenta al ceto con el nombre de aspidoquelonio, describiéndolo como una enorme criatura con cuerpo liso como una roca que los marineros confunden con una isla, anclando sobre esta los barcos y clavando las estacas de amarre, pero regresa al abismo profiriendo un grave bramido tras calentarse con el Sol. Este último detalle está presente en De natura animalium de Claudio Eliano (175-235), donde indica que ciertos cetos se mantenían en la superficie para calentarse con el Sol. Claudio Eliano distinguía entre los cetos y otros peces de Taprobana (Sri Lanka), aunque en el océano Índico usa phállaina (φάλλαινα, ballena), que es más específico, para referirse a los cetáceos.

Maligno o benigno

Celebrando misa sobre un pez gigante.

En el Physiologus mantuvo su naturaleza engañosa, pero en otras obras había criaturas física o funcionalmente idénticas que no eran necesariamente fatídicas. Está presente en la colección de milagros de Julio de Aqfahs, santo del periodo de Diocleciano (284-305), que fue traducida del árabe al etíope y reunida en una homilía de pseudo-Alejandro I de los siglos XI-XIV. En el tercer relato, cuenta que una isla camina en el mar Egeo, amenazando con hundir a muchos pasajeros de un barco que ha desembarcado en ella. Resulta ser una ballena que Julio logra dirigir milagrosamente al puerto de Alejandría, salvando a sus tripulantes.

En la obra etíope Milagros de María (Ta’amra Māryām), unos monjes tienen a su servicio durante 12 años a un demonio que trae una ballena cargada de navegantes, que se convierten en monjes cristianos al llegar.

En donde actúa de manera totalmente opuesta es en Navigatio sancti Brendani de Jasconio. En este caso, se trata de un pez gigante enviado por la providencia que asiste a los monjes, ofreciéndoles un lugar para orar, descansar y celebrar la Pascua durante 7 años seguidos. En lugar de ser engañoso, Brandán se percató de que no era una isla, sino una herramienta divina para cumplir su misión, siendo tan fiable que una olla dejada sobre su lomo seguía en el mismo lugar al año siguiente.

En el Libellus de natura animalium del siglo XV, razona que la vegetación crece sobre la ballena porque pasa mucho tiempo en un mismo lugar y, en lugar de ser una metáfora de atracción diabólica, la vincula con la transitoriedad del mundo material y los placeres mundanos. Aunque durante la Edad Media traspasa los límites de la historia natural y la exégesis, el aspidoquelonio mantiene su consistencia.

Notas

  1. Son una clase de bestias de enormes proporciones y dotadas de un cuerpo semejante a una montaña; tal fue el cetáceo que se tragó a Jonás, y cuyas entrañas eran tan gigantescas que tenía la impresión de haber llegado al infierno, como dice el profeta (Jonás 2:3)

Fuente

  • Iannello, F. (2011). The Motif of the aspidochelone in the Literary Tradition of the Physiologus: Exegetical and Historical-Religious Aspects. Nova tellus, 29(2), 151-200.
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