El kraken, la ballena que se convirtió en calamar

Barco en mar embravecido, del que emergen grandes brazos de un cefalópodo.
Los avistamientos de criaturas extrañas en tierras o mares lejanos crean leyendas, pero estas se disipan cuando se encuentran a sus protagonistas, como ocurrió con los gorilas, entre otros, o quedan como curiosidades criptozoológicas. En cambio, la leyenda del kraken se mantuvo viva.

Considerados kraken en retrospectiva

Avistamientos medievales

Henry Lee aseguraba en Sea monster unmasked (1883) que el kraken se describió en un manuscrito del 1180 atribuido a Sverre I de Noruega (1151-1202). Por la fecha, podría pensarse que se refiere a Sverris Saga, pero es realmente Konungs skuggsjá, texto noruego de mediados del siglo XIII. En este, entre muchos animales de los mares de Islandia y Groenlandia, se describe al hafgufa, un ser que en otras menciones contemporáneas se agrupa con ballenas. En Una descripción de Groenlandia (1741), el misionero Hans Egede lo equipara al kraken, que Erik Pontoppidan describiría posteriormente y donde mantendría la equivalencia en una nota en la edición inglesa de Historia natural de Noruega (1755). 

Ballenas

Ballena cornuda de Olaus Magnus, como un pez con numerosas púas en la cabeza.
En Historia de gentibus septentrionalibus (1555), Olaus Magnus habla de un monstruo marino en Noruega, capaz de volcar y hundir barcos, considerado del género de los cetáceos, que infunde terror con su mirada. Según dice, está rodeado de largos cuernos como las raíces de un árbol desarraigado, de 10-12 codos de longitud.
 
Mar de oscuridad de Sebastian Münster en Cosmographia. La ballena barbuda aparece como un gran pez con conos curvados alrededor de la cabeza.
En el cuarto volumen de Historiae animalium (1558), Conrad Gessner usa a Magnus como fuente para los cetáceos del mar del norte, aunque desconfía de sus ilustraciones, pues se basan en testimonios de marineros, aunque también están implicadas diferencias religiosas, sirviendo para desacreditarlo. A esta misma criatura la llama ballena barbuda (De ceto barbato), destacando sus dientes de bestia salvaje. Citando a De subtilitae rerum (1550) de Gerolamo Cardano, comparte que tiene dos cuernos que comienzan en el ojo y pasan por la parte posterior de la cabeza, aunque Gessner desconoce cómo.
 
Ballena de Groenlandia.
La ballena barbuda se corresponde realmente con la ballena de Groenlandia (Balaena mysticetus), también llamada ballena boreal o cabeza de arco, llamada así por la curvatura de su boca. Los vascos la bautizaron como sardako baleak ("ballena de manada"), pues vista una, siempre aparecían otras. Los balleneros ingleses la llamaron ballena de la Gran Bahía, como llamaban al golfo de San Lorenzo. Cuando a estas la llaman "barbuda", realmente se refieren a las barbas de 4 metros de longitud del interior de su boca, que reinterpretaron como cuernos o púas alrededor de su cabeza.
 
Trolual, pez monstruoso con caparazón, colmillos de jabalí. Dos marineros cocinan sobre su dorso.

Gessner también describe al trolual, latinización del trollwal ("ballena malvada") de Carta Marina (1539) de Olaus Magnus, que vuelca los barcos y es confundida por una isla por los marineros. Barthélemy Aneau lo incluye en Alector, ou le coq (1560), donde Franc-Gal y su hijo Alector, que montan en un hipopótamo volador, lo encuentran y derrotan en aguas tangut. Tuvo una duradera presencia en los textos, aunque se fueron descartando sus detalles fantásticos. En 1775, Jacques-Christophe Valmont de Bomare simplemente la describe como una especie de ballena que volcaba a las barcas, no a los barcos. En 1828, Anselme Gaëtan Desmarest deduce que debe pertenecer al género de las ballenas o cachalotes. La descripción del trolual como aparente isla, así como su representación con caparazón, corresponde al aspidoquelonio del Physiologus, que en unas ocasiones se describía como pez y otras como tortuga. Su comportamiento se atribuía también al leviatán, como hace John Milton en Paraíso perdido (1667), por su naturaleza engañosa.

Primera descripción

Erik Pontoppidan, obispo de Bergen, en Historia natural de Noruega (1752) describió por primera vez al kraken, a quien también llamaba kraxen o krabben, pues tiene un gran cuerpo plano y redondo lleno de brazos o ramas, o horven, søe-horven o anker-trold. Lo presentó como el animal más grande de la creación, que los pescadores encontraban oculto a varias millas de la costa. Lo que delataba su presencia es que, en lugares donde debiera haber 80-100 brazas de profundidad (146-183 m), hubiera tan solo 20-30 (36-55 m).

Considera que se trata de un tipo de estrella de mar o pólipo (i.e. cefalópodo o ser con muchos brazos) y que los que conocemos son crías. Informa que en 1680, se encontró un cadáver de un ejemplar joven con los brazos enredados en los árboles de la costa de Alstahaug, Noruega, emitiendo un olor horrible. Este olor es frecuente en las descripciones. En vida, asegura que come durante unos tres meses para luego digerir y excretar los desechos durante otros tres meses, enturbiando el agua. Con ello, atrae a los peces, que se convierten en sus nuevas presas, que atrapa con sus brazos, repitiendo el ciclo. Esto es aprovechado por los pescadores, que se alejan rápidamente cuando comienza a ascender, viéndolo saltar desde la distancia, aunque sin mostrar su cuerpo completo, que mide al menos milla inglesa y media de diámetro. Al hundirse de nuevo, genera remolinos que arrastran todo hasta las profundidades. Su hábitat marino, su cuerpo enorme que nadie ha visto completo y su forma de alimentación son coincidentes con el hafgufa, que a su vez es un reflejo del aspidoquelonio, pero no tiene más en común. El hafgufa era clasificado previamente como una ballena y su método de alimentación se ha observado actualmente en rorcuales y ballenas jorobadas.

Citas a otros autores

Pontoppidan buscó sin éxito por el kraken en textos del resto de Europa. No obstante, se apoyó en los testimonios de algunas fuentes que trataban animales relacionados. En Mundus Subterraneus de Athanasius Kircher, donde se habla de estrellas de mar de 10 brazos y el tamaño de un hombre en el mar de Sicilia. Contrasta a este autor con Gaspar Schott en Physica curiosa, quien considera que la confluencia de unos ríos podía detener a un barco navegando con buen viento. Con todo, prefiere creer que el kraken contado por los marineros es el responsable de esto.

Cefalópodos gigantes en la antigüedad

En el cuarto libro de Historia de los animales, Aristóteles nos presenta al teuthus, un calamar (teuthis) diferenciado por su tamaño (hasta 5 brazas), el extremo afilado más ancho de sus extremidades, la aleta que rodea todo el tronco y su menor número. Plinio el Viejo habló en el noveno libro de Historia natural de varias criaturas que Pontopiddan consideró afines al kraken. Para empezar, los seres de mayor tamaño del golfo de Cádiz (Gaditano oceano): el "árbol", que por su tamaño nunca había cruzado el estrecho, y las "ruedas", de morfología radiada y dos ojos, a los que clasifica en un grupo común con estrellas y pulpo, relacionándolo el obispo danés con las ofiuras (Stella Arborescens o Cabeza de Medusa). También menciona a la ocena, un pulpo maloliente, correspondiente con el pulpo hediondo (Eledone moschata), cazado por morenas, que apenas vivía 2 años, menos aún en el caso de las hembras, y siempre moría de hambre.

Finalmente, Plinio cuenta el relato narrado por Trebio Nigro del enorme pulpo de Carteya durante el proconsulado de Lucio Licinio Lúculo, abuelo del cónsul homónimo, en Bética. Según indica, este asaltaba las cetáreas, a pesar de los cercados, pero logró ser rodeado por la noche por los perros, que siguieron su espantoso olor. Tenía un tamaño y color insólito, asustando a los perros con sus bufidos y azotándoles con las puntas de sus tentáculos o golpeándoles con sus brazos, muriendo a arponazos. Su cabeza tenía el tamaño de un tonel de 15 ánforas de capacidad; sus barbas o crines, llenas de nudos, de 30 pies de longitud; ventosas como calderos y grandes dientes. Sus restos pesaron 700 libras (230 kg) y no es un caso único, pues Nigro informa de calamares de 5 codos y sepia de 2.

¿Qué animal era el kraken?

Un pulpo gigante atacando a un barco.

Pontoppidan no concreta mucho en qué es exactamente el kraken. La única certeza que ofrece en su aspecto es considerarlo un pólipo. Actualmente, un pólipo es la etapa inmóvil en la vida de los cnidarios, como las medusas o los corales, pero entonces, pólipo seguía el significado literal de la palabra e incluía a criaturas con muchas patas, como pulpos o estrellas de mar. Durante décadas, esto conllevó a que se ofrecieran distintas interpretaciones de su identidad.

En el diario de viaje humorístico Min son på galejan (1771) de Jacob Wallenberg, se cita la descripción de Pontoppidan, pero llamando krabbfisken ("pez-cangrejo") al kraken. En el volumen XXXI de El viajero universal, o Noticia del mundo antiguo y nuevo (1800), el kraken es una ballena y se menciona también a la serpiente marina. Aunque duda, confía en la posibilidad de su existencia por la profundidad de los mares noruegos y la cantidad de testigos nativos instruidos. Después de todo, menciona, la Edda ya hablaba de una serpiente gigante (Jǫrmungandr). 

Pólipo de Olaus, con forma de langosta, sacando con su pinza a un hombre de un barco.

En Histoire naturelle générale et particulière des mollusques, animaux sans vertèbres et à sang blanc (1802), Pierre Denys de Montfort cita a Valmont de Bomare para clasificarlo como un pulpo, separándolo del confuso grupo de los pólipos, aunque entonces los pulpos seguirían considerándose un tipo de sepia. Este autor considera a dos tipos de pulpo de gran tamaño:

  • El pulpo colosal fue el descrito por Trebio Nigro. 
  • Para el pulpo Kraken observa a varios candidatos:
    • El "árbol" del golfo de Cádiz.
    • Cangrejo: el monstrum marinum o seekrabbe de Christian Franz Paullini cercano a Laponia, que tiene el aspecto del Cancer Heracleoticus de Gessner. y podrían desembarcar sobre él como sobre las ballenas de Olaus Magnus.
    • Ballena: el hafgufa de Olaus Wormius y el trolual de Gessner, que equipara con el vapor marinus, el lyngback y la isla de San Brandán.

Aunque todos los autores le generan dudas, considera viable que un pulpo enorme parezca una isla, aunque su boca no se abra por el dorso, sino por delante. Admite la dificultad para aceptar tal criatura que, si se presentara como una isla frente a sus ojos, podría considerarla un espejismo, señalando que Linneo y Joseph Banks lo rechazan, como hubiera hecho Ulisse Aldrovandi, a pesar de su gusto por estos seres.

Pulpo de 20000 leguas como un calamar.

El soneto El kraken (1830) de Alfred Tennyson aún se percibe su identidad nebulosa y, a pesar de su título, también lo es la criatura que asombró a los tripulantes del Pequod en el capítulo LIX El pulpo de Moby Dick (1851) de Herman Melville. Por supuesto, Los trabajadores del mar (1866) de Victor Hugo y Veinte mil leguas de viaje submarino (1869) de Julio Verne ofrecen un combate con el pulpo de las leyendas, aunque con una dimensiones y anatomía más realista y definida.

Entre la leyenda y la realidad

El calamar del Alecton.

Al mismo tiempo, hubo un duro y constante debate entre los marineros que avistaban grandes cefalópodos en el mar y los científicos que los desacreditaban a ellos y a descripciones fantásticas de las obras anteriormente mencionadas. A pesar de que, desde al menos el siglo XVII, se encontraban grandes picos y tentáculos en el estómago de los cachalotes, que tenían grandes cicatrices en su piel, los científicos argumentaban que nada podía sobrevivir al frío y la presión de las profundidades marinas.

En 1848, Peter McQuhae, capitán del HMS Daedalus, informó del avistamiento cercano de una criatura de 18 metros, que no se parecía a una ballena, nadando cerca del cabo de Buena Esperanza a 10 nudos (18,52 km/h). Richard Owen lo ridiculizó, haciendo lo posible para exponerlo como un tonto o mentiroso, pues no concebía que un animal relacionado con el diminuto Nautilus alcanzara tal tamaño. En su lugar, razonó que habría visto un elefante marino o una foca muy grande. 

En diciembre de 1853, varó un especimen en la playa de Raabjerg, Dinamarca, pero se troceó completamente para usarlo como cebo, aunque su pico fue usado por Japetus Steenstrup para definir la especie Architeuthis monachus, que tuvo problemas taxonómicos con Architeuthis  Como describe Verne, en 1861, la corveta Alecton tuvo un encuentro al norte de Tenerife, pudiendo capturar tan solo un fragmento, pero, aunque se mandó a un museo, su paradero es desconocido.

Boca, brazos y tentáculos del calamar gigante expuestos en una foto en blanco y negro.

La prueba definitiva del calamar gigante llegó el 26 de octubre de 1873. Theophilus Piccot y su asistente conocido como Daniel Squires remaron en busca de arenques en Portugal Cove, en Conception Bay, Terranova. Allí encontraorn flotando a una criatura enorme y viva. Su pico tenía el tamaño de un barrilete de 6 galones (23 l), con dos tentáculos larguísimos con anillos serrados en las ventosas, que cortaron con un hacha. Inmediatamente, el animal escupió tinta y huyó. Solo pudo conservarse uno de los tentáculos, de 5,8 metros, que entregaron a Moses Harvey, expuso en el museo local, lo dibujó y fotografió, publicando el informe Gigantic Cuttefishes in Newfoundland en Annals and Magazine of Natural History. Posteriormente, consiguió capturar otro vivo.

Muchos de los ejemplares que se estudiaron se encontraron en Terranova y fueron descritos por Addison E. Verrill. En las siguientes décadas, se descubrieron más especies y su presencia en otros océanos. En el hemisferio sur, Nueva Zelanda tuvo la misma suerte.

La leyenda vive

El calamar gigante y, en 1925, el calamar colosal (Mesonychoteuthis hamiltoni) se volvieron parte del conocimiento científico pero, el kraken no terminó de desaparecer. Como nos muestra Veinte mil leguas de viaje submarino, Verne nos describe con detalles grandes calamares y pulpos, pero al que retiene al Nautilus lo conocemos por extrapolación de los segundos, manteniéndolo como un gigante en las sombras. Después de todo, estos dos géneros de calamares son impresionantes, compatibles con algunos detalles del kraken, pero este es mucho más. Es una fuerza ominosa y misteriosa de la naturaleza, próspero y peligroso.

Fuentes

  • Salvador, R. B., & Tomotani, B. M. (2014). The Kraken: when myth encounters science. História, Ciências, Saúde-Manguinhos, 21, 971-994.
  • Magnus, O. (1555). Historiae de gentibus septentrionalibus.
  • Gessner, C. Historia animalium IV: De piscium... natura. Zurich: Froschauer, 1558.
  • Hendrikx, S. (2018). Monstrosities from the Sea. Taxonomy and tradition in Conrad Gessner's (1516-1565) discussion of cetaceans and sea-monsters. Anthropozoologica, 53(1), 125-137.
  • Laist, D. W. (2017). North Atlantic right whales: From hunted Leviathan to conservation icon. JHU Press.
  • Pontoppidan, E. (1755). The Natural History of Norway: Containing a Particular and Accurate Account of the Temperature of the Air, the Different Soils, Waters, Vegetables, Metals, Minerals, Stones, Beasts, Birds, and Fishes; Together with the Dispositions, Customs, and Manner of Living of the Inhabitants: Interspered with Physiological Notes from Eminent Writers, and Transactions of Academics.. (Vol. 1). A. Linde.
  • García, A. M., & Ponce, J. R. (2018). Los monstruos marinos de Erik Pontoppidan. Traducción española de Natural History Of Norway (1755) Part II, Chapter VIII,“Concerning Certain Sea-Monsters, Or Strange And Uncommon Sea-Animals”. Trocadero: Revista de historia moderna y contemporanea, 30, 341-382.
  • Denys-Montfort, P. (1802). Histoire naturelle générale et particulière des mollusques, animaux sans vertèbres et à sang blanc (Vol. 3). Dufart.
  • Wallenberg, J. (1994). My son on the galley (No. 10). Norvik Press.
  • de Laporte, J. (1800). El viagero universal: Ó, Noticia del mundo antiguo y nuevo (Vol. 31). La Imprenta de Fermin Villalpando.
  • Williams, W. (2011). Kraken: The Curious, Exciting, and Slightly Disturbing Science of Squid. Abrams.
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