¿Por qué el vestuario masculino es menos variado?

Para unos será una bendición, mientras para otros será una limitación, pero nadie podrá negar que la variedad del vestuario masculino brilla por su ausencia cuando se compara con el femenino. Lo evidente es que no es cuestión de gustos. Los hombres han vestido togas, túnicas, calzas, capas y jubones, entre otros. Incluso los zapatos de tacón eran originariamente masculinos. Sin embargo, algo redujo el vestuario a la mínima expresión. Para saber el qué debemos hacer un breve repaso histórico.

Hegemonía en la moda

Durante el Renacimiento, y en contraste con la Edad Media, la moda favoreció las vestimentas ajustadas que acentuaban la figura masculina. Se trataba de un momento en el que las grandes potencias dictaban las tendencias partiendo desde la corte y las élites. Aunque en este periodo Italia comenzó teniendo la voz cantante, pronto perdería su hegemonía a favor del sobrio estilo español. Posteriormente, en torno al siglo XVII, Francia se convertiría en el centro de la moda, especialmente durante el reinado de Luis XIV (1643-1715). Como la moda era una forma de dominación no violenta, Carlos II de Inglaterra (1630-1685), para contrarrestar la influencia francesa, instauró el traje de tres piezas más sobrio compuesto por los calzones estrechos y lisos, con chaleco y abrigo. Esta decisión no frenaría la supremacía francesa, pero su independencia sería clave para cuando la perdiera.

Revoluciones

El siglo XVIII fue una época de revoluciones que también afectaron a la forma de vestir. Para empezar, en la Revolución Industrial (1760-1840), la lana fue ganando presencia en las prendas frente a la seda. En este periodo, el sobrio estilo inglés fue ganando peso, especialmente con el elegante frac vestido por las élites. Su ausencia de colores representaba la elegancia, la decencia, el decoro y una mente enfocada en el trabajo en contraste con la antigua moda francesa, que estilizaba la figura y resaltaba el vigor y sensualidad de las piernas. Los burgueses ingleses también vestían con ropas grises o negras enfocadas en la funcionalidad en lugar de la ostentosidad. Además, durante el Periodo de la Regencia (1811-1820), los dandis como George Brummell se convirtieron en emblemas que demostraban que el buen gusto era independiente de la clase social. Eso les permitió experimentar fugaces vidas de lujo, por lo que muchos quisieron imitar su estilo. 

La gran renuncia masculina

Mientras tanto, Francia experimentaría el punto de inflexión en la moda causado por la gran renuncia masculina, término acuñado por el psicoanalista John Flügel en The psychology of clothes (1930). Este señalaba el abandono de los deseos de mostrarse bello en pos del pragmatismo. Argumentaba que la forma de vestir era un signo de distinción entre las clases pero que, con la Revolución francesa (1789-1799), las elaboradas vestimentas del antiguo régimen no casaban con las aspiraciones revolucionarias. Por ello se habría buscado la uniformidad, sencillez y funcionalidad que ya existía entre las clases obreras. Razonaba que esto afectó más a los hombres por su mayor implicación social y que las mujeres quizás se vieran obligadas a competir entre ellas más que los primeros, aunque señalaba que con la progresiva introducción de la mujer en el mundo laboral, su vestuario también se estaba homogeneizando. A su vez añadía que la satisfacción generada por exhibir un vestuario más atrevido habría sido canalizada hacia otros intereses, permitiendo así la aceptación y consolidación de este tipo de vestuario entre los hombres. Estos cambios no solo se experimentarían en Francia, sino también en Estados Unidos, donde el momento en el que Benjamin Franklin tiró su peluca se consideró un símbolo de estos nuevos ideales.

Oposición a la uniformidad

John Flügel fue uno de los fundadores del Men's Dress Reform Party (MDRP), que se oponía a esta homogeneidad y a la imposición de la forma de vestir. Consideraban innecesario usar abrigo cuando no hacía frío o sombrero si no era para protegerse de la lluvia o el Sol. Preferían las blusas a las camisas y las sandalias a los zapatos. En vez del cuello almidonado, promovían un cuello al estilo de Byron con una corbata poco apretada. Incluso preferían los pantalones cortos o el kilt. La uniformidad no solo se consideraba opresora, sino también una amenaza para el bienestar, ya que consideraban que la ropa estrecha causaba deformaciones, los cuellos apretados producían asfixia, los gorros eran causantes de la calvicie y la falta de exposición solar era sinónimo de enfermedad.


Al mismo tiempo, las mujeres iban ganando terreno en el escenario político obteniendo el derecho a votar, admitiéndose su participación en empleos antes vetados para ellas y experimentando una revolución en la moda femenina con faldas cortas, medias de muchos colores e incluso pantalones. Los hombres se veían amenazados ante el rápido avance femenino y una respuesta fue inspirarse en el feminismo para luchar por permitir expresarse con su ropa y dejar de sentirse inferiores debido a la degeneración en su salud. Esta vinculación con la salud también respondía a un cambio de paradigma, debido a que, a finales del siglo XIX, se creía que el frío producía enfermedades y males como el lumbago, por lo que lo preferible era evitar con el abrigo cualquier exposición al exterior. En cambio, a principios del siglo XX, se consideraba que el exceso de ropa impedía que el sudor excretara las impurezas y que la luz solar proporcionara salud y vigor. En este caso se comparaba los casos de otras culturas que, a pesar de estar menos desarrolladas, sobrevivían con vigor a las enfermedades por estar expuestas a la luz solar. Sin embargo, estas premisas no resultaron convincentes para el público, pues veían a los miembros del como un grupo de tarados con mal gusto. Se defendía que a los hombres no les agradaba exponer las imperfecciones de su cuerpo y que la uniformidad, incluido en colegios como Eton, mantenía el orden. 

Contemporáneamente, Italia preparaba su camino para resurgir en la moda. Si bien en las primeras décadas dependía de las pautas marcadas desde Francia e Inglaterra para las modas femenina y masculina, respectivamente, como consecuencia del aislamiento durante la dictadura de Benito Mussolini se desarrollaría un estilo propio que se extendería al resto del mundo durante mediados del siglo XX. Este estilo introducía color, una figura más esbelta y el recorte de material innecesario, pero sin ser un cambio demasiado radical. Gracias a figuras como Gary Cooper o Dwight D. Eisenhower, la moda italiana sería mundialmente conocida. Adicionalmente, la contracultura de la década de 1960 extendería la informalidad en la ropa. Aún así, la forma de vestir, especialmente en entornos formales, no cambiaría tanto.

Resumen

Respondiendo directamente a la pregunta del título, la variedad del vestuario masculino se redujo drásticamente con la llamada gran renuncia masculina, donde prevaleció la uniformidad y funcionalidad del vestuario masculino para mostrar el rechazo al Antiguo Régimen. Aunque las últimas décadas han abierto la puerta a un armario más diverso, aún parte de unos esquemas centenarios.

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Fuentes

  • CAPALBO, C. MEN’S FASHION CHANGES: FROM THE BOURGEOIS SUIT TO THE INNOVATIONS OF ITALIAN TAILORS. Fashion through History, 38.
  • Bourke, J. (1996). The great male renunciation: Men's dress reform in inter-war Britain. Journal of Design History, 9(1), 23-33.
  • Storey, N. (2008). History of Men's Fashion: What the Well-dressed Man is Wearing. Casemate Publishers.
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2 Comments
  • Anónimo
    Anónimo 19 de marzo de 2021, 23:34

    Pues a mi si me parece opresivo, ejemplo facil, boda, verano, 40 grados, las mujeres con minifalda y sandalias (= 0 calor) nosotros en cambio traje camisa y zapatos.

    Pantalones cortos y sandalias for president!

    • TDI
      TDI 19 de marzo de 2021, 23:48

      En las últimas décadas hemos avanzado mucho. A nadie le extraña ya ver a los hombres con pantalones cortos y sandalias.

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