El peinado que hacía perder la cabeza a las francesas


Durante la Revolución Francesa, un peinado se convirtió en el símbolo de los republicanos pero, cuando la moda perdió impulso, las mujeres tomaron el testigo desafiando las normas establecidas, decantándose por un estilo más práctico y que perdía la carga política. Aún con ello, no se libraron de las críticas que las señalaban como dementes que pretendían ser hombres.

Del teatro a las calles


El gran peluquero Duplan, basándose en los emperadores romanos, eligió un peinado corto para el personaje de Tito en la obra Brutus de Voltaire, representada en 1791 por el actor François-Joseph Talma. El coiffure à la Titus fue un éxito entre los jóvenes republicanos a apenas una semana de la producción de la obra. El peinado del hijo de Lucio Junio Bruto, fundador de la república romana, resultaba un símbolo adecuado para las aspiraciones republicanas. Lo mismo ocurrió con el coiffure à la Brutus, que llegó hasta Inglaterra con menos implicaciones políticas, y que tenía rizos en solo un lado. No obstante, en el periodo del directorio (1795-1799) dejó de ser un símbolo patriota y se convirtió en un peinado sospechoso para la policía, pues era un elemento común de los grupos opositores. El interés por la cultura romana, despertado por las excavaciones de Pompeya y Herculano a mediados de siglo, se desvaneció en 1794 cuando se percataron de la decadencia y corrupción de los emperadores. Por eso, el nuevo régimen puso su mirada en Grecia y otros pueblos antiguos. Para la época de Napoleón, aunque aún había ejemplos de uso del peinado, su presencia ya no era tan significativa.

Mujeres de pelo corto

En 1794, Pierre-Narcisse Guérin pintó a la primera mujer con este peinado, algo impensable hasta entonces, pues no se concebía a una modelo desnuda en un ámbito académico, pues entonces Guérin era un estudiante. Posiblemente se tratase de una mujer de clase baja que podría haber vendido su pelo para hacer pelucas, cuyo uso había resurgido tras la decapitación de Robespierre, aunque con estilos más naturales que los vistos en Versalles. No obstante, entonces los peluqueros preferían las cabelleras de los decapitados, más sanas pues no habían muerto por causas naturales.


Sean cuales sean los motivos, en 1796, Teresa Cabarrús popularizó este mismo estilo, que mantuvo hasta el primer lustro del siglo XIX. Esto coincidió el resurgimiento de las pelucas, que Cabarrús cambiaba con bastante frecuencia. Aunque esto ocurrió tanto para hombres como para mujeres, en los primeros las pelucas eran un símbolo de su posición social o laboral, mientras en las mujeres se consideraba un lujo frívolo. Esta opinión era habitual durante el antiguo régimen, donde se competía con las pelucas más ostentosas y María Antonieta, aunque más discreta, las usaba para lanzar mensajes políticos. Era frecuente que se temiera por la salud financiera de sus esposos o porque gastaran sus dotes.

Irónicamente, el pelo corto no estuvo libre de crítica. Una de las más comunes era que, al usar menos polvos para el pelo y lavárselo más, se dañarían los dientes. También era común acusar a las mujeres de travestismo, inestabilidad mental o de desafiar la autoridad masculina. Los peluqueros y fabricantes de pelucas se quejaban por perder beneficios de la venta de polvos. No obstante, el peluquero J. N. Palette elogiaba prófusamente el peinado, especialmente porque requería visitas frecuentes a su negocio. Del mismo modo, a los vendedores de pelucas les favorecía que hubiera mujeres arrepentidas del peinado.


A pesar de ello, la popularización de este peinado se vio influida por su presencia en las revistas de moda desde 1787, que muestran las diferencias que experimentó en los distintos periodos. Durante el siglo XIX, era un corte irregular, pero a partir del 1800 incluía coronas de flores, lazos y rizos. Incluso se usaban pelucas con este peinado. Esta moda duraría aparentemente hasta 1810, cuando dejó de mencionarse su uso en las publicaciones y las mujeres volvieron a usar predominantemente pelucas.

Feminidad y moral cuestionada

Durante la Revolución Francesa hubo cambios en los estilos de ropa y peinados. Cuando se desechó la influencia romana en favor de la griega o gala, se consideraba que el estilo romano o espartano era violentamente masculino. El estilo griego se veía más equilibrado, valorando sus diferencias claras entre géneros, interpretados como más naturales y liberadores para la maternidad. Por lo tanto, si había ambigüedad en la ropa de un hombre y una mujer, se consideraba antinatural. Aunque la adopción de finas ropas griegas alertaban mayormente a los médicos, preocupados por el riesgo de pneumonía, la ambigüedad puso al coiffure à la Titus en el punto de mira de los críticos. Lo mismo le ocurrió a los pantalones, que fueron prohibidos a las mujeres en el 1800.

Para los conservadores, estas modas eran de tan depravadas como la revolución de la que surgieron. En la prensa, tras la restauración borbónica en 1814, se publicaron relatos sensacionalistas donde se aseguraba que este peinado era el que llevaban las víctimas de la guillotina, llamándolo coiffure à la victime, y que quienes imitaban su estilo disfrutaban de la sangre. Además, estas fuentes decían que había bailes de víctimas, exclusivos para quienes habían perdido un familiar en la guillotina. Aunque aseguraban que primero iban de luto, afirmaban que posteriormente se vestían lujosamente y de brillantes colores, con el pelo corto, una cinta roja en el cuello imitando un corte y un chal rojo, como el que puso el verdugo sobre los hombros de Charlotte Corday. Este tipo de celebraciones lo atribuían a la incapacidad femenina de enfrentarse a las secuelas del poder de los jacobinos.

Aunque aún no se han encontrado pruebas que apoyen estas aserciones, a finales del siglo XIX se consideró al periodo del directorio como unos años de histeria y moral libertina. Por lo tanto, debido a esto, a que fueron recuerdos escritos por aristócratas a partir de 1930 y, en la mayoría de los casos, fuera de Francia, es probable que fueran textos cuyo fin fuera modificar la opinión del público.

Fuente

  • Larson, J. (2013). Usurping Masculinity: The Gender Dynamics of the coiffure à la Titus in Revolutionary France (Doctoral dissertation).
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