¿Por qué la mitología nórdica se hizo popular?
A pesar de la gran variedad de mitologías en el mundo, el interés general está reservado para unas pocas y, después de la mitología clásica, la que recibe mayor atención es la nórdica. Aunque puede que la egipcia sea la única que le haga sombra, la épica de la nórdica tiene su público fiel. Ahora bien, ¿cómo surgió ese interés? ¿Influyó en las representaciones?
Búsqueda de la identidad
La causa de su popularización parte de la oposición al antiguo régimen y al clasicismo. Con ello también hubo un rechazo a los autoritarios dioses olímpicos de comportamiento licencioso. Es un momento donde surge el sentido moderno de nación y, siguiendo las ideas del buen salvaje de Jean-Jacques Rousseau, el interés de encontrar los orígenes de cada pueblo, volviendo a lo primitivo, y establecer su identidad. Uno de los primeros ejemplos en la literatura fue el ciclo de Ossian, basado en el pasado mítico de Escocia, que causó furor en Europa.
Islandia
En lslandia, la Edda prosaica se conocía durante siglos tan solo por las
menciones en la Edda de Snorri, del siglo XIII. Eso cambió en 1642, cuando
unos eruditos islandeses descubrieron la Edda prosaica en el
Codex Regius. No obstante, en el resto de Europa solo se conocerían
fragmentos de ella hasta finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX,
cuando se publicaron las primeras traducciones completas. Previamente, desde
mediados del siglo XVIII, la influencia de la mitología nórdica en Europa se
debía a las traducciones de la Edda de Snorri, como la de Paul Henri Mallet en
1755/1756, muy extendida entre los intelectuales europeos.
Escandinavia
Inspirados por la corriente romántica, los pueblos europeos se preocuparon por encontrar sus raíces para renovar su cultura y reencontrar a sus héroes. Los héroes y dioses nórdicos reaparecieron en la literatura y arte escandinavos en la segunda mitad del siglo XVIII, como el caso del poeta danés Johannes Ewald, quien reintrodujo al público en sus mitos con Rolf Krake (1770), un drama histórico, y Balders Død (1773); Thomas Grey con el poema The Descent of Odin (1768), basado en Baldrs draumar de la Edda poética o los pintores Nicolai Abildgaard y Johann Heinrich Füssli, cuyas obras son ubicuas siempre que se habla de mitología nórdica y que ofrecían alternativas a la temática clásica habitual.
En el siglo XIX, aumentaron el número de autores que emplearon esta temática en sus obras y Adam Oehlenschlänger publicó una disertación que defendía este cambio de paradigma, ya que estimulaba el patriotismo y estaban más abiertos a la interpretación que la mitología clásica. Además, como otros autores, N. S. F. Grundtvig defendía que los mitos nórdicos trataban la lucha entre la civilización y la barbarie, el bien y el mal.
Sin embargo, la mitología nórdica tenía un problema del que carecía la
clásica: ¿cómo representaban a los personajes que la protagonizaban? Hasta
finales de siglo no se encontrarían los barcos y tumbas vikingas, por lo que
desconocían su iconografía. Para ello, los artistas partieron de lo detallado
en los textos, trabajando sobre la base grecorromana y medieval conocida,
aderezado con detalles de la cultura popular que podrían haberse conservado
desde entonces. Como señalaban los críticos, el resultado tenía más de clásico
que de nórdico. Un ejemplo evidente son las esculturas de Bengt Erland
Fogelberg, aunque tuvieron buena acogida. Sin embargo, la crítica de Hermann
Ernst Freund, especialmente en su escultura de Loki, es más unánime entre los
críticos, ya que muestra claramente la personificación del mal que se le
consideraba entonces. Para finales del siglo XIX, las representaciones
seguirían desarrollándose con motivos más dinámicos, como grandes batallas
entre los dioses. No obstante, con la llegada del realismo, estos temas fueron
abandonándose.
Pueblos germánicos
En los estados alemanes, tuvieron un comienzo similar pero, salvo Germania de Tácito descubierta en el siglo XV, apenas tenían fuentes en la que basar su identificación. Por ello, de la misma manera que en Escocia comparaban a los celtas con los griegos, necesitaban un equivalente de los teutones, que encontraron en los pueblos nórdicos.
Cuando llegaron las primeras traducciones de las Eddas, se tomó a la diosa Iðunn, garante de la juventud divina y esposa de Bragi, dios de la poesía, como símbolo del renacimiento cultural y estético del nuevo régimen. Johann Gottfried Herder, que hizo un tratado sobre ella, establece la poesía nórdica como una predecesora de la alemana, lo que propició que Alemania se apropiara los dioses nórdicos. De hecho, Herder mismo afirma que la literatura germánica tiene ese derecho de apropiación.
Contemporáneamente, también se descubre el Cantar de los nibelungos, que tenía relación con la Edda poética, obteniendo la atención en los estudios germánicos, que buscaban la identidad alemana. Preocupado por la relación de este y las fuentes nórdicas antiguas, Wilhelm Grimm declaró que los poemas éddicos eran una propiedad compartida, que llegó a extenderse a toda la mitología. De esta forma, podía dar sentido su propia mitología en su libro Deutsche mythologie. A pesar de ello, a finales del siglo XIX los académicos reconocían que, a pesar de sus puntos comúnes, eran mitologías independientes.
Lo que marcaría una diferencia notable en este caso fue su extensión más allá del ámbito académico, donde cobró fuerza. El principal responsable de ello fue Richard Wagner con El anillo del nibelungo (1876) de Richard Wagner, donde combinaba material de la saga Völsunga con los nombres del Cantar del nibelungo.
Uso político
Con la formación de Alemania, la identificación y asociación con los mitos nórdicos fue aumentando. Otto von Bismarck ya promovía una política colonial agresiva en sus "discursos Hoedur" en 1885, en el que advertía de la amenaza de hacer peligrar el rejuvenecimiento del pueblo alemán como Höðr amenazó a Baldr. Casi una década antes, el jurista e historiador Felix Dahn también comparaba positivamente el imperialismo alemán con el martillo de Thor. Durante el periodo guillermino (1890-1918), el alcance de los mitos y la asociación entre lo nórdico y lo teutón aumentó, debiéndole a esta época muchos de los estereotipos de los vikingos y sus dioses.
La magnificencia de los mitos se convirtió en la magnificencia del pueblo
alemán. Se mezclaba el pasado con las obras o hechos modernos, comparando a
Wotan/Odín con el Fausto de Goethe o al fallecido Bismarck con un
heroico Einheriar que entra en el Valhalla. Dado que la mitología no formaba
parte del currículo escolar, estas historias de dioses y héroes valerosos eran
populares especialmente entre las clases medias, inclinadas a este tipo de
literatura.
Por supuesto, la mitología "teutona" fue un estupendo motivo de la propaganda nacionalista, tanto política como religiosa, del movimiento völkish, que desechaba la mitología clásica o las influencias judeocristianas. Entonces, el ídolo ya no era Iðunn, sino Baldr, que se trataba como un personaje mesiánico que traería la luz a Alemania; el herrero Wayland (Völund), con quien se expresaba un renacimiento nacional, o Heimdall, guardián de morada de los dioses. Por supuesto, este conjunto de creencias iba en consonancia con la defensa de una Alemania pura y unida, a quienes los dioses, valquirias e incluso el propio jotunn Þjazi ofrecían protección, como si fueran santos.
Uso comercial
A pesar de ello, este solo representaba una fracción de las referencias a los antiguos mitos nórdicos. Al ser un sinónimo de modernidad, cualquier producto, compañía, servicio, revista, vehículo o herramienta podía hacer referencia a ellos. En general, salvo en ejemplos como bombillas Thor o el crucero de batalla Ägir, apenas había más relación entre el nombre y el elemento que lo llevaba que el deseo de renovarse. Al mismo tiempo, repitiéndose hasta el hastío, la publicidad asentó las imágenes estereotípicas de entidades nórdicas.
Fuentes
-
Ljøgodt, K. (2012). ‘Northern Gods in Marble’: the Romantic Rediscovery of
Norse Mythology. Romantik: Journal for the Study of Romanticisms,
1(1), 141-166.
- Zernack, J. (2011). Old Norse–Icelandic Literature and German Culture. Iceland and Images of the North, 157-86.