No eres capaz de detectar si el agua está mojada


Si te sumerges en agua, notas inmediatamente que estás mojado...¿o quizás no? La percepción es engañosa y lo que captamos no siempre se corresponde con lo que interpretamos. Nuestro cuerpo está plagado de receptores que nos hacen conscientes de los cambios del medio y que van más allá de los cinco sentidos clásicos, pero no disfrutamos de higroreceptores que nos permitan captar la humedad (higrosensación) como los insectos.

Nuestra capacidad de percibir estímulos es realmente compleja. En principio, necesita un receptor capaz de detectar un estímulo y transmita la señal al sistema nervioso central, que la interpretará y actuará en consecuencia...pero no tiene por qué ser así. No solo pueden fallar cualquiera de los componentes de este circuito o que algunos receptores se habitúen y disminuyan su señal, sino que se puede percibir un estímulo inexistente. En el caso de la humedad, podemos reconocerla, pero no disponemos de unos receptores específicos ni un sentido propio que la detecte inequívocamente. 

Detección indirecta


Para suplir esta carencia, debemos recurrir a otros receptores: los termorreceptores y mecanorreceptores, que captan  la transmisión térmica y la presión y fricción, respectivamente. Concretamente, percibimos la sensación de humedad con el frío y con la presión suave, siendo la temperatura el mayor condicionante para discernirla, hasta el punto de que el calor puede inhibir esta percepción, mientras el frío puede activarla en ausencia de humedad. No obstante, en ausencia de frío, algunas sensaciones mecánicas, como la adherencia (p.ej. las camisetas al sudar) pueden despertar la misma reacción. Con todo, juntos pueden provocar una impresión más potente que por separado, por lo que algo frío y húmedo se nota más mojado que algo frío y seco.

A pesar de carecer de receptores propios, podemos discernir microlitros de líquido y distinguir entre cantidades igualmente minúsculas. El problema de ello es que puede hacerte sentir humedad cuando no la hay o ignorarla con el calor. Esta capacidad también varía según la zona del cuerpo, dependiendo de la concentración de termorreceptores, la ropa que cubra los órganos sensibles y la integración en el sistema nervioso central, entre otros.

Función


Apreciar la humedad es vital para la termorregulación y la supervivencia. En un entorno cálido o al hacer ejercicio, nuestro cuerpo se calienta y necesita enfriarse para mantener un funcionamiento correcto. Esto lo consigue mediante la sudoración y la evaporación del sudor. Sin embargo, captar la temperatura no es suficiente. Si fuera así, se produciría un exceso de sudor y este se deslizaría, entorpeciendo su evaporación y, por tanto, el enfriamiento, al tiempo que promueve la deshidratación. Por lo tanto, cuando nuestro organismo percibe un exceso de sudor, reduce su producción para optimizar el proceso. Al mismo tiempo, el exceso de sudor provoca malestar, motivándonos a quitarnos la ropa o buscando un lugar más agradable. Este fenómeno no solo ocurre en la piel. En los ojos, podemos apreciar la sequedad para producir lágrimas que los protejan.

Fuente

  • Filingeri, D., & Havenith, G. (2015). Human skin wetness perception: psychophysical and neurophysiological bases. Temperature, 2(1), 86-104.

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