El pingüino original vivía en el norte

A finales del siglo XVI, aparece la palabra pingüino, que proviene del francés pingouin y esta a su vez del neerlandés pinguïn y el inglés penguin. Por eso, en francés, pingouin es el alca, mientras pingüino es manchot, pero la influencia del inglés está haciendo que incluso los nativos usen erróneamente la palabra. Aunque aún no se había descubierto la Antártida, Bartolomé Díaz y Vasco de Gama pudieron haberlos visto en el sur de África, del mismo modo que Juan Sebastián Elcano. Sin embargo, el vocablo realmente no se refería a las simpáticas aves del polo sur, sino las alcas gigantes (Pinguinus impennis) del Ártico. Como le pasó al níspero, el pájaro bobo se quedó su nombre como si siempre hubiera sido suyo.

Los pingüinos del hemisferio norte


El pingüino del norte era un ave que llegaba a la las zonas de cría en las costas rocosas europeas y norteamericanas en mayo, anidando incluso en Gibraltar y Florida. Aunque se desconoce cómo calculaban el momento de viajar, alcanzaban su destino sin formar grandes bandadas. Solían llegar escuálidas, pero recuperaban su figura rechoncha alimentándose de peces, lanzándose para ello de cabeza desde los acantilados. A diferencia del alca común (Alca torda), no podía volar con sus alas, pero eran excelentes nadadores. No obstante, en tierra, donde permanecían con el torso en vertical, eran bastante torpes. Por esto y su plumaje blanco y negro, los exploradores estimaron que las aves en el hemisferio sur también eran pingüinos.

Conocidos desde la antigüedad


Aparte del nombre de pingüino, los marineros vascos lo conocían como arponaz, el explorador francés Jacques Cartier los llamó apponatz y los nórdicos geirfugl. Todos esos nombres hacían referencia a su pico, que penetraba en el agua como un arpón. Posiblemente, este ave era conocida para el explorador griego Piteas, que alcanzó Islandia en el 330 a.C. Lo mismo debió ocurrir en la fiebre de oro de 1570, cuando 600 barcos neerlandeses, alemanes y franceses se dirigieron a la isla de Baffin solo para encontrar mica en vez del metal dorado. Para entonces, estaban extintas en la mayor parte de Europa. Lejos quedaba el siglo X d.C., cuando se usaban sus plumas para rellenar los colchones. Por ello, en Inglaterra y América decidieron viajar al norte a obtenerlas, arrancándolas y dejando a las aves morir miserablemente.

Captura y extinción


Debido a que eran fáciles de capturar y tenían un tamaño considerable, cuando llegaban a la costa a desovar eran capturadas por decenas. Sus huevos también se recogían, pero el hecho de que cada pareja solo pusiese uno fue su perdición. Además, los cazadores sabían que no todas las aves ponían los huevos el mismo día, por lo que, aquellos que se salvaron en una primera expedición, se perdieron en las siguientes. De esta manera, por la acción humana y sus otros depredadores, como los osos polares, las alcas gigantes fueron retirándose hacia el norte.

A comienzos del siglo XIX, habían desaparecido de Terranova. Apenas dos décadas después, muchos creían que eran una leyenda, aunque ocasionalmente encontraban alguna pareja en las islas británicas más remotas. Muchos de estos ejemplares acabaron disecados en los museos. Hasta entonces, la isla de Geirfuglasker era su último bastión. Debido a las corrientes y sus acantilados, era inaccesible para los humanos, pero no para estas aves. Desgraciadamente, una explosión volcánica la destruyó en 1830 y tuvieron que retirarse a Eldey. El 3 de junio de 1844, Sigurdr Islefsson, Jon Brandsson y Ketil Ketilsson llegaron a la isla de Eldey, cerca de Islandia, y mataron a las dos últimas alcas gigantes, cuyo tamaño las hacía fácilmente visibles entre el resto de aves. Aunque se informaron de avistamientos posteriores y hubo recompensas durante décadas por obtener nuevos ejemplares, se cree que estas fueron las últimas alcas.

Fuentes

  • Fuller, E. (2003). The Great Auk: the extinction of the original penguin (Vol. 3). Bunker Hill Publishing, Inc..
  • Crofford, E. (1989). The Great Auk. New York: Crestwood House.
  • Gaskell, J. (2000). Who killed the great auk?. Oxford University Press on Demand.
 

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