El pene retráctil de Buda y su cuerpo excepcional

Estatua de Buda.

Gautama Buda suele representarse como un asceta andrógino pero, en los textos budistas indios, era el parangón de la masculinidad. El impacto de su belleza física perfecta, ideal de los chatrias, desmayaba a las mujeres y convertía a la gente en seguidores de sus enseñanzas. Entre los rasgos que señalaban su superioridad, estaba su pene.

El sistema kármico

Estatua de Buda meditando.

Las tradiciones religiosas indias, incluido el budismo, señalaban que los seres vivos renacen continuamente en el ciclo sin inicio del Samsara. Las acciones voluntarias permitirían acumular buen o mal karma, condicionando la existencia en vidas posteriores. De esta manera, cada uno cosecha lo que ha sembrado. Si alguien disfruta de dones como la riqueza la belleza o la longevidad es porque se lo ha ganado en vidas anteriores. Por el contrario, los pobres, feos, deformes y enfermos sufren por sus crímenes en vidas pasadas, como los descastados o intocables chandalás. Estos atributos se extienden a la forma de moverse, de hablar, de obtener sustento y ropa, además de las cualidades físicas, mentales y espirituales. Normalmente, los hábitos dificultan cambiar el destino y los perjudicados acaban degradándose hasta acabar en el infierno.

El logro de Buda fue liberarse de este ciclo y enseñar cómo hacerlo, siendo más receptivos quienes hubieran entrenado durante varias vidas. Los practicantes acumulan karma positivo, obteniendo virtudes y mejorando la condición corporal. De esta manera, quienes tienen como objetivo alcanzar la budeidad nacen como bodhisattvas y sus características son superiores. La importancia de estos rasgos es fundamental, pues deben reconocerse inmediatamente y es necesario que el pueblo detecte la importancia de su portador. Por ello, una persona pobre, fea, enferma, estúpida o tullida no puede ser reconocida como un maestro.

Los signos de Buda

Planta del pie de Buda reclinado.

El buen karma acumulado por Gautama Buda se manifestaba con una perfección que ni los dioses habían alcanzado. Esta perfección le otorgaba poder a su cuerpo y a su mente, los cuales eran valorados equitativamente, pues si había alcanzado la excelencia, la poseía en todos los aspectos. La posibilidad de alcanzar esta perfección se aplicaba a sus seguidores, pues sus monjes demostraban una masculinidad sobresaliente.

Ahora bien, este concepto de masculinidad es diferente al que seguramente reconozcas. Aunque tenía una fuerza extraordinaria, su cuerpo generara atracción entre las mujeres y admiración entre los hombres y fuera un maestro en la lucha, la arquería y varias artes marciales, su físico no es el que asociaríamos con estas habilidades. Buda se representaba con caderas anchas, miembros, vientre y cara redonda, sin músculos. Esta ausencia de músculos prominentes se debía a que lo bello no tenía bultos ni protuberancias, siendo proporcionado y simétrico. Era la oposición al cuerpo enfermizo, donde se marcan vasos sanguíneos y huesos. Ni siquiera tenía hendidura entre los hombros o a los lados de la columna, pues tenía una membrana de piel que cubría toda su espalda desde las caderas.

Buda tenía 32 signos principales propios de los budas y los monarcas universales, que demostraban que se trataba de un gran hombre que había logrado hazañas extraordinarias en vidas pasadas. Se trataba de alguien que nunca había dudado en sacrificarse para ayudar a los demás y el dolor, el desmembramiento o la muerte no eran problemas para él. Estos signos son variables, pero algunos de ellos suelen ser constantes.

Para empezar, en las figuras reclinadas se perciben fácilmente varios signos. Los pies planos no son un producto de la construcción de las estatuas, sino un detalle relacionado tanto con su físico como con su marcha. Buda caminaba reposando y levantando toda la planta de sus pies al unísono, con la pisada firme y estable de un elefante. Como este, al voltearse, movía su cuerpo completo en bloque, sin doblar ni girar las caderas y con el torso completamente recto, como el de Brahma, pues nunca se inclina hacia delante ni se agacha.

En la planta de los pies y la palma de sus manos son visibles varios símbolos, como el patrón de rueda de 1000 radios. Sus manos y pies eran tiernos, como su amplia lengua, que le permitía cubrirse la frente, introducirse en sus propios oídos o recitar sutras sin apenas abrir la boca.  También tenía membranas de piel interdigitales que alcanzaban la primera articulación de sus finos dedos, largos como los de un mono. Gracias a sus largos brazos, sus manso alcanzaban sus rodillas sin necesidad de inclinarse. Sus piernas eran como las de un antílope; su torso y mandíbula como los de un león y sus pestañas como las de una vaca.

Su piel dorada era tan suave y delicada que ni el polvo podía posarse en ella. Crecían perfectamente ordenados un vello por cada poro de su cuerpo, curvados hacia la derecha. En medio de su frente, emergía un rizo de pelo blanco de la longitud de sus brazos extendidos, que se enroscaba hacia la derecha, con la punta hacia afuera, que brillaba, especialmente cuando pronunciaba un sermón. Sobre su cabeza tenía una protuberancia a modo de turbante, que le llegaba hasta la base de las orejas.

Genitales envainados

Dibujo de hombre cuyo cuerpo es un pene.

Finalmente, sus genitales también mostraban su superioridad. En la sociedad india, se preferían los genitales pequeños, que no colgasen como en los hombres ordinarios. Buda tenía sus genitales recogidos en el interior de una vaina. Gracias a sus constantes prácticas de celibato durante varias vidas, la visión de sus genitales no generaba lujuria, su anatomía era tan trascendental que los demás humanos, sin importar el sexo ni la edad, no podían concebir tener sexo con él. Excepcionalmente, podía llegar a desmayar a las mujeres o hacerles perder el control por el deseo. Este se comparaba con el miembro de un elefante pura raza o un caballo pura raza, pero que permanecía oculto en una vaina similar al pericarpio de un loto dorado cuando no estaba en uso.

Aunque es célibe tras obtener la budeidad, pues antes había demostrado sus extraordinarias habilidades con cientos de cortesanas, Buda usa su pene con otros propósitos. En el texto mahayana Discurso de la meditación oceánica del recuerdo de Buda (觀佛三昧海經, Guanfo sanmei hai jing), lo usa para convertir a unos herejes. Primero, convierte a unas hijas de Mara en brujas. Seguidamente, combate con sus seguidores a unas prostitutas en Sravasti, que se habían vuelto increíblemente ricas y estaban corrompiendo a la juventud local. Finalmente, se encuentra con unos ascetas jainistas desnudos, para lo que crea una montaña como el monte Sumeru, rodeada de agua, y yace junto a ella. Allí, empieza a emitir haces de luz y emerge su pene de su vaina, que enrolla la montaña siete veces y asciende hasta el cielo de Brahma, convirtiendo a los ascetas.

Cuando el maestro brahmán Brahmayu reconoció tan solo 30 de sus 32 símbolos, le mostró los dos signos ocultos: primero, le enseñó como se insertó la punta de la lengua en cada uno de sus oídos y se tapó la frente con ella y, luego, mostró su pene envuelto al público.

Signos secundarios

Aparte, existían otras 82 características secundarias, incluyendo uñas doradas, venas ocultas y desnudadas, la marcha de un león o un toro, cuerpo redondo, cuerpo esbelto, un órgano sexual masculino perfecto en todo aspecto, vientre redondo, abdomen delgado, boca como una fruta bimba, caninos afilados, voz como un elefante o nube rugiente, y palmas y plantas con el nudo infinito (srivatsa), la esvástica, madyavarta y lalita.

Fuentes

  • Connell, R. W. (2009). The Ultimate Man. A Bull of a Man: Images of Masculinity, Sex, and the Body in Indian Buddhism, 1.
  • Powers, J. (2021). The Body of the Buddha. In Oxford Research Encyclopedia of Religion.
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