En 1977, Pierce Nace nos obsequió con
Eat them alive, una obra que
conecta íntimamente con el lector mediante un delincuente fugado que encuentra
en mantis gigantes devorando vivos a humanos el placer que le arrebataron
junto a sus genitales.
¿Quién es Pierce Nace?
Pierce Nace es el apodo de Evelyn Louise Pierce (1908-1983). Nacida en el
estado de Kansas, obtuvo un bachiller universitario en lenguaje en Misuri y
trabajó de ello en la Universidad del Noroeste de Evanston, Illinois. Se
casaría en 1937, en Minneapolis, con Delmar Otis Nace, agente de seguros
de vida y miembro de la Logia Masónica Mística. Como Evelyn Louise Nace,
combinaría sus apellidos de soltera y casada para formar su pseudónimo.
Al trasladarse a Pampa, Texas, se uniría en los años siguientes al grupo de
escritura Panhandle Penwomen, posteriormente
Panhandle Professional Writers, donde trabajaría como secretaria,
oradora pública profesional y sería presidenta de 1953-1954. Gracias a este
grupo conocemos parte de su prolífica carrera, entre las que contaba con más
de 50 novelas y más de 300 artículos sobre crímenes reales, historias de amor
de revistas pulp, ficción de detectives e historias de confesiones. Además,
participaba en la iglesia metodista, cantaba en su coro y enseñaba en la
escuela dominical
No conocemos toda su obra, pero tenemos Kock-Out Lady (1938) en
Romantic Love, Star-Dust (1942) en Ideal Love,
Taxi Fare – One Heart (1943) en Gay Love Stories,
Gobs of Glamour (1946) en Golden Love Tales y
Big Steal (1956) en Famous Detective Stories. En el periódico
Amarillo Daily News, tuvo una columna semanal llamada
Mending Mature Marriages desde 1979 hasta su muerte.
En torno al 1 de mayo de 1976, su deriva comenzó a perturbar a su grupo de
escritura. Fue coautora de libros para adultos con varios médicos:
Sex for men over 40 con Jaques Napier, Sex for women over 40 con
Larabee Gantz y A doctor dares you: score six for sex con Joseph
Fielder. Puede que por entonces estuviera gestando la idea de Eat them alive.
Eat them alive
Entonces, en 1977 llegó Eat them alive, una obra que ha logrado hace unos años traducción al
alemán y audiolibro, pero que actualmente se vende a precio de oro. Presento a su autora porque el libro puede sugerir a un autor perturbado o un adolescente provocador con poca experiencia literaria. En la época se publicaban muchos libros similares de animales asesinos, como pasaría en el cine con Tiburón (1975) y Piraña (1978), entre muchas otras, pero Eat them alive ha sabido distinguirse, y no precisamente por su calidad, aunque no sea un género que la demande.
Capítulo 1
Nuestro protagonista Dyke Mellis es un fugitivo de los Estados Unidos que lleva 11 años en la isla de Malpelo, en Colombia, donde, afortunadamente, se produce un maremoto que mata a la mayoría de sus habitantes. Esto es bueno por varias razones. Primero, porque Dyke no iba a morir nada más empezar y contempla la catástrofe desde su pequeño velero. Segundo, porque Dyke recupera el placer de la vida en el sufrimiento de sus semejantes. Dyke era un ladrón de bancos que torturaba rompiendo piernas, clavando astillas bajo las uñas y prendiéndoles fuego, amputando dedos y cortando con cuchillas; disparaba y arrojaba a sus víctimas por barrancos. No sentía remordimientos ni trabajaba solo. Esta sería su perdición, pues sus compañeros Pete Stuart, Kane Garrister, Ryan Gaut y Zeb Hillburn lo castraron. Esta injusticia le hizo perder el sentido en la vida, viviendo sin hablar con nadie, pero se produjo un milagro. Mientras estuvieron abiertas, de las grietas del terremoto surgieron mantis verdes gigantes y hambrientas. Al ver a uno de sus pocos amigos en la isla ser devorado por ellas, intentando huir sin extremidades mientras una lo mantenía bajo su pata, Dyke sintió un placer inédito. Al mismo tiempo, se deleitaba trazando un plan de venganza que implicara a las mantis.
Su velero estaba lo suficientemente cerca de la costa para que la mantis más grande de la isla se acercara a devorarlo, pero Dyke usó su experiencia como cazador para atraparla con una cuerda y una red, satisfaciendo toda su hambre con la carne de animales que había cazado. Solo quedaba elaborar un brebaje repulsivo con el que cubrirse para evitar ser atacado.
Capítulo 2
Comienza con una descripción física de Dyke, un tipo duro de sedosa melena negra, cuyo pasado lo llenó de cicatrices, pérdida de visión y cefalea, pero cuya mayor aflicción era considerarse menos que un humano por no tener genitales. Esto sirve para recordar su pasado. Con 15 años, huyó de casa tras pelearse a cuchilladas con su padre. Se incorporó a la banda de Pete Stuart, Kane Garrister, Ryan Gaut y Zeb Hillburn con las que pasaría la siguiente década cometiendo crímenes en torno a Brownsville, Texas, y Matamotoros, Tamaulipas. Planean el golpe de sus vidas robándole a un viejo, pero se entretienen degollándolo, cortándole las orejas, dejándole cicatrices y apuñalándolo en el corazón.
Capítulo 3
Encuentran la caja fuerte del viejo y Dyke consigue abrirla con dinamita pero, cuando pasan la noche en un escondite, Dyke intenta llevarse por sí solo el botín millonario. Sus compañeros se despiertan y no se muestran receptivos a sus motivaciones ni a su forma de repartir el dinero, torturándolo, castrándolo, huyendo y dejándolo agonizante cuando creen que han sido descubiertos.
Capítulo 4
Recuerda que una pareja de mexicanos lo salvó y proporcionó atención médica. Durante años, fue dirigiéndose al sur desde México hasta llegar a Colombia, pues Pete, el líder del grupo y quien tuvo la idea de castrarlo, dijo que se iría unos meses con un primo que tenía en Ibagué.
En el presente, Dyke continúa con sus planes de domar las mantis, razonando que los nativos podrían ser una buena fuente de alimento. Se dirige al continente con Slayer, la mantis que había capturado, para encerrarla en una jaula. Pudo lograrlo gracias a dos monos que tenía como mascota que se ofrecieron como sacrificios involuntarios. También usó de alimento a un colombiano que le estaba robando comida, pero la mantis se escapó. Afortunadamente, pudo huir a la selva, pero comprendió que podía serle útil entender cómo el depredador consumía al nativo mientras gritaba. Este vio cómo masticó cada uno de sus miembros y órganos abdominales, bebiendo su sangre y muriendo finalmente cuando llegó al pecho. La escena lo excitó, sintiéndose como el rey del mundo.
Capítulo 5
Mientras se escondía temiendo por su vida, la mantis volvió a la jaula, donde estaba la carne con la que Dyke la atrajo a su guarida. Decidió que debía preparar el brebaje que le protegiera, pero los suministros estaban en el barco. Dejó un rastro de azúcar para atraer animales salvajes a la jaula y evitar que Slayer muriera de sed en su ausencia. Al llegar al embarcadero, descubre por los nativos que el terremoto ha formado una isla nueva y enorme, preocupándole que en ella hubiera insectos más grandes, que pudieran volar o nadar, y se comieran a su potencial ejército.
Al volver con los químicos, la mantis estaba dormida y bien alimentada. Dyke llegó a tiempo para ver a un cachorro de puma introducirse en la jaula, despertar a la mantis y ser desmembrado.
Capítulo 6
Durante dos semanas, estuvo probando sus brebajes en roedores. Mezcló residuos de una refinería de petróleo, repelente de perros, spray de turones, otras sustancias malolientes y veneno, cuya efectividad probó con un pequeño oso hormiguero, tanto como protección contra la mantis como para demostrar que el veneno podía matar al mamífero si lo consumía. Finalmente, se cubrió su brazo izquierdo en el mejunje y se lo ofreció a la mantis, que lo rechazó. A partir de entonces, durante una semana, buscó acostumbrarse al olor y que Slayer hiciera lo mismo.
Al alimentarla con un mono y una serpiente, percibió que Slayer entendía que dependía de Dyke para alimentarse y se mostraba obediente.
Capítulo 7
De camino a la costa, pensó que necesitaría mucha carne para domar a las mantis de Malpelo. Por ello ideó llevar a todo el pueblo a la isla y deleitarse con un sano espectáculo para toda la familia. Así no dejaría nadie que los echara en falta. Dio un rodeo al pueblo para dejar a Slayer en el embarcadero. Llamó con un grito a los colombianos y les dijo que su olor se debía a una medicina que tuvo que aplicarse para la fiebre. Atrajo a todo el mundo prometiéndoles un regalo.
En Malpelo, había aún más mantis que antes, pero se estaban devorando entre sí. Dyke llevó a los inocentes colombianos a la isla para ver los insectos, haciéndoles creer que no representarían ninguna amenaza, asegurándoles que habría una comida y que no volverían (guiño, guiño). Al llegar, los colombianos saltaron a la orilla. Esperó a adentrarse lo suficiente en la isla y, cuando las mantis comenzaron a acercarse y lo evitaban, levantó a su amigo para que fuera troceado Hizo lo mismo con aquellos que huían y demostrar ante los insectos que era un proveedor. Las mantis se peleaban por el festín.
Mientras se regocijaba, su amigo, sin miembros y siendo devorado por cuatro mantis, le preguntó si le había mentido o no sabía lo que ocurriría. Notando que la respuesta no importaba, se acercó y admitió que les mintió.
Capítulo 8
Dyke huye de las tres mantis que acabaron con su amigo-sacrificio, pero es inútil, pues son más rápidas e inmunes a las balas. Tras una tensa captura, una a una lo abandonan. Contempló los huesos de los nativos, cómo dos mantis separaban la cabeza de un bebé de su cuerpo. Continúa con una descripción detallada de la muerte de dos de los últimos cuatro supervivientes, una joven pareja presentada unos capítulos antes. Dyke se deleita con su visión, especialmente con el grupo de mantis hambrientas que desnudan y mastican el cuerpo de la chica hasta dejar tan solo unos pedazos de cráneo.
Capítulo 9
Dyke vuelve al velero, donde Slayer se ha despertado y ha desvalijado su frigorífico. El agua del mar le ha quitado el repelente de sus pies, por lo que Slayer le mordió la pantorrilla izquierda, pero mientras disfrutaba de la carne, Dyke pudo encerrarla. Después de hacerse un torniquete y desinfectarse la herida, recordó que había dejado unos sedales antes del maremoto y podía quedar algo. Tuvo suerte al encontrar peces, tortugas y serpientes marinas, con la que alimentó a Slayer.
A continuación razonó que Colombia no tenía suficientes alimentos para saciar a las mantis de Malpelo, por lo que tendría que averiguar cómo cazarlas para que se canibalizaran. Explorando a Slayer, descubre que su garganta es su punto débil. Slayer quiere descansar junto a Dyke, pero este quiere que se convierta en la líder de la isla. Allí, Dyke comenzó a matar a disparos a varias mantis, demostrando quién estaba al mando.
Capítulo 10
Pasó varios días matando mantis, cavando una cueva con un habitáculo para él, otro para Slayer y un tercero para 20 mantis. Durante dos meses, se dedicó en alimentarlas, reparar el velero y preparar el viaje al continente. En tierra, compró un camión y estudió los caminos a Ibagué. Buscó y encontró a Pete, que era el único negro americano, pero de piel clara, en todo el país.
Cuando volvió al barco, logró comunicarse con las mantis. Dyke las llevó en camión a Ibagué, donde probaron su primer bocado. Como en la isla, Dyke disparaba a quien tenía posibilidades de escapar. Slayer se centraba en devorar a mujeres, niños y bebés, que no se molestaba en trocear.
Capítulo 11
Tras bordear Ibagué por la noche, llegó a la mansión de Pete por la mañana, donde esperó a que salieran todos. Allí se enfrentó a Pete, que le ofreció una fortuna a cambio de su vida. Dyke llama a las mantis religiosas y logra que Pete confiese dónde están sus antiguos compañeros. La primera en morir fue su esposa, siguiéndole su criada e hijos. Dyke dejó que Pete lo viera y fuera el último. Mientras Dyke saboreaba el desayuno que habían dejado preparado en la mesa, contemplaba a Pete perder su cara, sus extremidades. Con el golpe que cortó su tronco, prometió que bebería la sangre de todos sus enemigos.
Capítulo 12
Su próximo objetivo fue Zeb, que había engordado con los años y vivía en Manizales, junto con su esposa y animales. Primero le disparó en el estómago, para que viera agonizando cómo Slayer se comía a su esposa para convertirse en postre después de otros disparos adicionales.
Capítulo 13
Allí repitió el proceso de comer lo que tenían y robarles, pero también pasó la noche. Las mantis religiosas aprovecharon para zamparse los animales del zoológico que tenía Zeb. A continuación iría a Neiva, donde se encontraba Kane. En la casa se estaban preparando para una fiesta. Mientras todos estaban en el patio, Dyke dejó el camión abierto mientras las mantis dormían y se infiltró por el solitario patio trasero mientras Kane entraba en su mansión para atender una llamada.
El proceso se repite. Dyke se enfrenta a Kane, le pregunta si sabe quién es y, cuando su víctima se envalentona, llama a las mantis para se zampen a sus seres queridos. La diferencia es que a Kane le corta las orejas, la cara y dejándolo tuerto con un machete que había robado a Zeb. Con el ojo que le quedaba vio morir a su esposa en las fauces de Slayer, quien le mordió los pechos, los hombros, los brazos, piernas y le sacó los ojos mientras seguía viva. A partir de sus cuencas oculares excavó a bocados las fosas nasales y la boca, muriendo cuando llegó al corazón. Acto seguido, Dyke fue cortando trozos de Kane para los insectos, acabando con una decapitación.
Capítulo 14
Su itinerario acabaría en Popayán, donde estaba Ryan. Dyke se infiltró en su casa con Slayer. Era el único que mostró arrepentimiento directamente, pero prosiguió con su venganza igualmente. Lo ató y lo lapidó con una colección de piedras que tenía en la cocina, apuntando primero a sus genitales con la piedra más grande y afilada.
Slayer no mató inmediatamente a las mujeres, sino que tan solo se comió sus pechos y las apiló en un rincón del comedor. A continuación, Dyke desató a Ryan y le ofreció su carne ablandada.
Capítulo 15
Dyke había cumplido su venganza y demostrado que era un hombre. Soñaba despierto sobre su futuro, si conquistaría Colombia, Sudamérica o el mundo. Trazaba planes de contingencia en caso de ser bombardeado. Continuó vaciando un pueblo aislado tras otro hasta la costa pero, al llegar a Malpelo, encontró que había menos mantis y estaban más delgadas, solucionándolo llevándoles más habitantes del continente. En tres meses, comenzó a construirse un edificio, usando a Slayer para evitar que las mantis atacaran a los trabajadores y usándolos de alimento cuando había terminado.
Todo era perfecto, pero la misma bendición divina que trajo justicia al mundo le iba a arrebatar su poder. En el embarcadero, junto al barco de Dyke, había uno muchas veces más grande que el suyo. Además, las mantis estaban luchando una batalla. Las invasoras eran menos numerosas, pero tan grandes como Slayer, de un verde más pálido y con dos pares de garras en cada mano. Se acercaban tres grandes barcos con pasajeros, tripulación y policía uniformada. Si todo salía mal, se atrincheraría con Slayer, sus armas y explosivos. De momento, debía participar para expulsar a las invasoras y a los espectadores.
Cuando se disponía a encerrarse, se encontró a un desconocido apuntándole. Se trataba de un familiar de Ryan, que había visto la carnicería desde fuera de su casa. Cuando Dyke la abandonó la casa de Ryan, oyó un ruido entre los arbustos, pero era él. Antes de que empezara a sacrificarlos, los nativos le dijeron a Dyke que había surgido una gran isla llamada Marno que también tenía mantis, pero se despreocupó cuando no la encontró de camino a Malpelo. Esas mantis fueron las utilizadas por el familiar de Ryan. Las invasoras solo eran una porción de todas la que vivían allí.
Antes de ser disparado en el corazón, Dyke llamó a Slayer, que devoró al agresor. Al acabar con este, y yaciendo Dyke en el suelo, se percató que el repelente se desvanecía. Slayer comenzó a devorarlo por los pies, consumiendo al mismo tiempo el veneno. Ambos morirían, pero Dyke aceptó la muerte al haber satisfecho sus objetivos.
Opinión
Este libro ha ganado popularidad por considerarse uno de los peores libros de la historia al deleitarse con las descripciones de matanzas, pero yo diverjo: eso lo hace grande. No es una obra maestra, ni de lejos, sino una obra del montón, pero tampoco la bazofia que muchos suponen que es. Su problema es el gore. Si te desagrada o necesitas un motivo para fingir superioridad moral ante el mínimo atrevimiento, este no es tu libro. Quizás fallan las expectativas, pues en este género se suele escapar de animales asesinos o combatirlos, no dirigirlos. También puede surgir la duda de por qué tiene que ser tan sangriento pero, ¿por qué no?
En el popular Shingeki no Kyojin, se repetía durante capítulos el patrón donde se presenta gente nueva para ser devorada al final, contemplando su agonía un rato. Eat them alive ofrece un espectáculo similar, pero como es una lectura ligera con tan solo 158 páginas, no se hace tedioso. Su venganza es un poco repetitiva y las mantis tienden a dejar a sus presas sin extremidades para luego comenzar a saborear sus órganos, empezando por el hígado, pero hay cierta variación, aunque es complicado, pues solo los bebés mueren rápidamente. No es una obra con suspense, aunque tiene momentos de tensión. En ella se nota que la autora ha escrito sobre crímenes e historias de amor, especialmente por las descripciones de Dyke y Ryan.
La premisa es estúpida, pero el viaje corto e intenso no te hace perder el tiempo. No es necesario explayarse razonando por qué había mantis de 3 metros de altura bajo la tierra ni cómo mete a la más grande en la parte delantera del camión. No se ofrece simpatía por Dyke. Tiene múltiples oportunidades para mejorar su vida, pero nos presenta un itinerario completo y marcado desde el principio por la ruta malvada. Eat them alive promete sangre y ofrece un baño completo. Realmente es una pena que no se le haya dado una oportunidad cinematográfica cuando hay demasiados productos olvidables en el género. Quizás una serie corta que juegue con la expectación de venganza y matanza.