¿Cómo se elegían a los papas antes del Conclave?

Instancia:

Crostp entregando las llaves del cielo a San Pedro, por Vincenzo di Biagio Catena

Debido a las edades de los pontífices, es común, salvo en personas jóvenes, haber conocido a varios, recordar los cónclaves, la esperada fumata blanca y las profecías apocalípticas. Este proceso es antiguo, pero no ha sido la norma en toda la historia de la iglesia. Por ello, ¿cómo han ido cambiando los procesos de elección de papa?

Primer representante en Roma

Jesús designó a sus doce apóstoles (Mateo 10:2; Lucas 6:13-16), empezando por Simón, a quien llamó Pedro (Mateo 16:18-19), pues sobre él construiría su iglesia, libre del dominio de la muerte, y le entregaría las llaves del cielo, con las que ataría y desataría en el cielo aquello que atara o desatara en la tierra. De esta manera, le encargaría apacentar a su rebaño (Juan 21:15-17), compartiendo protagonismo en Hechos de los apóstoles con Pablo. Fue, junto con Santiago y Juan, los únicos apóstoles que presenciaron la transfiguración de Jesús en el monte Tabor y lo acompañaron al jardín de Getsemaní. Además, fue distinguido por los ángeles tras la resurrección (Marcos 16:7). 

Tradicionalmente, se considera que Pedro y Pablo murieron en Roma, aunque la Biblia no se pronuncie al respecto y haya dudas sobre las fechas o su posición. Con todo, se admite a los papas como herederos de Pedro y por ello el cargo recibe el nombre de ministerio petrino. A pesar de ello, hay que recalcar ciertos detalles. En primer lugar, Pedro habría sido considerado apóstol (ἀπόστολος, apóstolos, "enviado"), no obispo de Roma. En el Nuevo Testamento, el término obispo se menciona únicamente en Hechos 20:28, donde Pablo regaña a los ancianos de Éfeso para que actúen como obispos (ἐπίσκοπος, epískopos, "supervisor") apacentando la iglesia; en la Epístola a los Filipenses 1:1, donde se menciona junto a los diáconos, y en la Primera epístola a Timoteo y en la Epístola a Tito, donde describe sus deberes.

La figura de obispo como líderes de sus comunidades quedaría asentada en la segunda generación de cristianos. Ireneo de Lyon (125-202 d.C.) aseguró que Pedro y Pablo fundaron la iglesia de Roma, que se estableció como la más grande y antigua. Sea o no cierto, liderar una comunidad en la capital del Imperio romano no es un logro desdeñable. La iglesia sigue vigente dos milenios después y Pedro no era inmortal, por lo que necesitaba sucesores.

Apoyo de otros obispos

Concilio de Nicea, de Cesare Nebbia.

La Biblia no indica cómo elegir a los obispos, pero sí a los siete diáconos (Hechos 6:1-6). En el Didajé, como ocurriría hasta las primeras décadas del siglo II, ambos se seleccionaban entre hombres de honor para el Señor. Ireneo de Lyon, Hegesipo de Jerusalén (110-180), Eusebio de Cesarea (263-339)  y Jerónimo de Estridón (340-420) indicaron que Pedro eligió a Lino de Volterra como sucesor, siguiéndole Anacleto y Clemente. La primera lista oficial de obispos se encuentra en Liber pontificalis (354), aunque su fiabilidad sobre los dos primeros siglos de historia se cuestionan. 

Para ser elegidos obispos de Roma, debían ser apoyados por la comunidad, principalmente por los obispos, pero esto podía ocasionar conflictos. A Cipriano de Cartago (200-258) se le solicitó que resolviera el cisma entre los dos obispos de Roma: Cornelio y Novaciano. Se decantó por el primero que tenía muchos más apoyos en la región. El Primer concilio de Nicea en el 325 se limitó a uno el número de obispos que podía tener una ciudad, pero los llamados "anti-papas" seguirían ocurriendo. En su breve obispado, Marco (336) otorgó un palio al obispo de Ostia y el privilegio de consagrar a los obispos de Roma.

Fuerzas externas

Política

Formalmente, la comunidad y los obispos elegían al obispo de Roma, pero en la práctica influían otros factores. Los emperadores romanos de occidente u oriente, los reyes ostrogodos, la dinastía carolingia o el Sacro Imperio Romano Germánico fueron pasándose el testigo de la influencia sobre las elecciones y qué candidatos se consideraban legítimos. Esta acción se pone de manifiesto de forma más clara tanto con los cismas y sus antipapas como la alternancia entre pontífices de distintas facciones, con consecuencias que se extendían durante varios pontificados.

Un ejemplo de su alcance se observa en Liberio (352-366), quien fue desterrado en el 355 por Constancio II porque el emperador quería imponer el arrianismo el occidente y el obispo se negaba a condenar al anti-arrianista Atanasio de Alejandría. Lo sustituyó por el diácono Félix II (355-358), pero Liberio tenía más apoyos en Roma, que no aceptaban un obispado conjunto, por lo que Félix II se exilió. La división no acabó con sus muertes, sino que continuó con sus partidarios. 

Sus sucesores Ursino, apoyado por los laicos y diáconos, y Dámaso, apoyado por los aristócratas, lucharon violentamente produciendo importantes disturbios. Dámaso I (366-384) fue aceptado como el legítimo sucesor de Pedro. Este pretendía ser declarado "obispo de obispos" por el emperador, pero las iglesias de oriente no apoyaron la proposición. Por eso, la posición del obispo de Roma como papa y superior al resto de obispos no se materializó hasta el Gran Cisma de 1054. No obstante, el enfrentamiento con oriente se mantendría.

La caída del Imperio romano de Occidente en el 476 no terminó con las intervenciones políticas. Simplicio (468-483) decretó que el ministro de Odoacro en Roma aprobaría la elección de su sucesor, reemplazándole Félix III (483-492), de una familia del orden senatorial romano. La posición política de Gelasio I (492-496) contra los obispos griegos y el emperador bizantino contrastó con la de Anastasio II (496-498) que buscaba un acercamiento. Estos cambios en tan poco tiempo se tradujeron en un nuevo cisma con Símaco (498-514) y Lorenzo (498-506), este último de la facción de Anastasio II. Ambas facciones sobornaron al rey ostrogodo Teodorico (474-526) y a sus consejeros, que defendieron a Símaco por su mayor apoyo en Roma y por haber sido consagrado antes. Para evitar más problemas, proclamó un edicto donde el obispo al cargo podía designar a su sucesor en vida, evitando las campañas electorales antes o después de su muerte pero las normas quedan muy bien en el papel. Tras una misión diplomática a Constantinopla, Teodorico encarceló a Juan I (523-526) por, aparentemente, conspirar contra él e instó a elegir a Félix IV (526-530) como sucesor.

Félix IV eligió en su lecho de muerte a Bonifacio II (530-536), apoyado por el rey Atalarico, mientras  Dióscuro (530) fue apoyado por la mayoría de los clérigos, pero este candidato pro-bizantino murió en tres semanas. Bonifacio II también intentó elegir a su sucesor, pero hubo una elección con sobornos y coerción durante dos meses en el que se eligió al sacerdote Mercurius, futuro Juan II (533-535) y el primero en cambiarse el nombre.

Familia

Árbol genealógico de los Borgia.

Esta es una pequeña muestra del juego político de las distintas facciones en los primeros siglos, pero hay otro poder que inclina la balanza a su favor en las elecciones: la familia. Hubo muchísimos pontífices vinculados por sangre. Según Jerónimo de Estridón, Anastasio I (399-401) era padre de su sucesor Inocencio I (401-417), aunque podría no serlo en el sentido biológico; Hormisdas (514-523) fue padre de Silverio (536-537) y Félix III fue abuelo de Gregorio Magno (590-604). En muchos casos son solo rumores que no encajan con los hechos, como la paternidad de Sergio III (904-911) de Juan XI (931-935). Sin embargo, hay muchas familias con numerosos miembros que alcanzaron el papado. Aparte de los famosos Borgia, tenemos a los papas de la familia de los condes de Segni, es decir, Inocencio III (1198-1216), su sobrino Gregorio IX (1227-1241), Alejandro IV (1254-1261) e Inocencio XIII (1655-1724); también a los Médici, con León X (1513-1521), Clemente VII (1523-1534), Pío IV (1559-1565) y León XI (1605).

Saeculum obscurum

El papa Formoso y Esteban, por Jean Paul Laurens.

Se suele considerar a la pornocracia ("gobierno de prostitutas") o el saeculum obscurum ("siglo oscuro") el periodo más bajo de la historia de la iglesia cristiana, donde tanto la política como la familia instauraron un largo periodo conflictivo. Tras un periodo de estabilidad y largos pontificados bajo la influencia carolingia, la división de este imperio disminuyó su poder sobre Roma. Para rematarlo, Nicolás I (858-867) prohibió a nadie ajeno a la comunidad romana a participar en las elecciones romanas. De hecho, con Adriano II (867-872) ni se informó al emperador de la elección.

El periodo de inestabilidad comenzó con el asesinato de Juan VIII (872-882). Su sucesor Marino I (882-884) logró el cargo a pesar de ser simultáneamente obispo de Ceri. Este restituyó a Formoso, entonces cardenal de Portus, que alcanzaría el papado entre 891 y 896. Esteban VI (896-897), sucesor de Bonifacio VI (896), exhumaría y juzgaría a su cadáver por las acusaciones de Juan VIII, quien declaraba que había corrompido la mente de los búlgaros y tenía una ambición desmedida, condenándolo, anulando todas sus medidas y órdenes y aplicándole un damnatio memoriae. Sin embarco, Esteban VI provocó tal escándalo que fue encarcelado y asesinado. En los siguientes tres meses hubo tres papas: Romano (897), Teodoro II (897) y Juan IX (898-900). 

Árbol familiar de Teofilacto I.


Benedicto IV (900-903) y León V (903) también pudieron ser asesinados, siendo Sergio III (904-911) uno de los sospechosos de la muerte de este último. Este también depuso a Cristóbal (903-904), que reclamaba el obispado y aparentemente fue estrangulado en prisión. Con Sergio III, en deuda con Teofilacto I, conde de Tusculum, comenzaría el papado tusculano: Juan XI (931-935), Juan XII (955-964), Benedicto VIII (1012-1024), Juan XIX (1024-1032) y Benedicto IX (1032-1045, 1045, 1047-1048), que logró el cargo con 18 años y lo ocupó tres veces, pertenecían a esta familia.

En este periodo, se disputaban el poder con la familia de los Crescentii y con el poderoso emperador Otón y sus sucesores.

Elegidos por el emperador y pérdida del privilegio

Benedicto IX vendió su cargo a su padrino Gregorio VI (1045-1046) para casarse con su prima, pero este no le pagó y el emérito volvió a recuperar su puesto. Al mismo tiempo, Silvestre III (1045), obispo de Sabina, se declaró papa. Por lo tanto, solicitaron intervenir a Enrique III, entonces rey de Alemania y con la oportunidad de ser proclamado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. En el sínodo de Sutri de 1046, se proclamaría a Clemente II (1046-1047). Hasta su muerte en 1056, Enrique III proclamó a los siguientes pontífices. 

A pesar de todo, había reticencias a ser marionetas del emperador. En 1058, Benedicto X (1508-1509), sobrino de Benedicto IX, intentó mantener el poder, pero fue expulsado y excomulgado por Nicolás II (1058-1061) en un sínodo de Sutri con la presencia del canciller imperial. En este, se abolió el derecho de aprobación del emperador y tan solo, como privilegio revocable, podía confirmar al papa. Los cardenales elegirían entre sus filas al futuro pontífice. Con todo, esto no se resolvió hasta el concordato de Worms en 1122, cuando el emperador perdió el poder que poseía sobre la iglesia católica.

Primer cónclave

Tras casi tres años con la sede vacante y las dificultades de las elecciones de 1198, 1216, 1226, 1241 y 1261, en el Segundo concilio de Lyon en 1274, el papa Gregorio X (1272-1276) proclamó la bula papal Ubi periculum. En este establecía las elecciones papales mediante el Cónclave para evitar las influencias externas, reducir el tiempo de elección y alcanzar consensos con mayor facilidad. El primero celebrado fue el cónclave de enero de 1276, eligiéndose a Inocencio V (1276), que murió cinco meses después.

Fuentes

  • Baumgartner, F. (2003). Behind locked doors: a history of the Papal elections. Palgrave Macmillan.
  • Tobin, G. (2009). Selecting the Pope: Uncovering the Mysteries of Papal Elections. Sterling Publishing Company, Inc..
  • O'Malley, J. W. (2009). A History of the Popes: from Peter to the Present. Government Institutes.

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