La caza de ballenas de los antiguos romanos
La caza de ballenas se asocia principalmente a vascos y japoneses, pero los antiguos romanos también la practicaban. Era parte de su estrategia para explotar los recursos naturales y de manufactura propios de cada una de sus provincias.
Actividad oportunista
Las pruebas arqueológicas muestran que en el Mediterráneo se han aprovechado los restos de ballena desde, al menos, el Paleolítico superior (c. 15500-13000 a.C.), como muestran los percebes de ballena encontrados en las cuevas de Nerja. No obstante, la obtención de estos materiales in situ o a través del comercio con el Atlántico no comenzó con la caza, sino recolectando directamente de sus cadáveres. No solo se carecían de herramientas e instalaciones especializadas, sino que, sin ellas, en las cálidas aguas mediterráneas había poco margen de tiempo para aprovechar su grasa y aceite incluso de un cadáver flotante.
Los descubrimientos arqueológicos de huesos u otros materiales relacionados con las ballenas predominan en el Mediterráneo occidental, coincidiendo con la zona donde son más abundantes. No solo porque el estrecho de Gibraltar se encuentra cerca, sino porque hay más nutrientes y menos salinidad que en el Mediterráneo oriental.
El estrecho como eje de la caza
En torno al estrecho de Gibraltar (Fretum Gaditanum), en ambas costas de los dos continentes, se concentran gran parte de los restos de cetáceos. Incluso cuando en el mismo lugar se encuentran varios huesos, no son contemporáneos, indicando que ha sido una práctica extendida en el tiempo. Por ello se estima que desde época fenicia en el siglo V a.C. hasta el final del Imperio romano de occidente un milenio después se debió mantener esta práctica. No obstante, sería en época republicana, en el siglo I a.C., cuando la producción se intensificó, extendiéndose por la costa peninsular hasta el mar Cantábrico. En muchos casos, los restos coinciden con factorías de salazón (cetariae), como el cuerpo vertebral de un cetáceo en una pileta de Baelo Claudia y los 20 huesos de una ballena franca (Eubalaena glacialis) en el Testaccio haliéutico de Gades, un vertedero compuesto mayoritariamente por huesos desechados de pescado de dicha industria. Además, en De alimentorum facultatibus, Galeno nos informa de la salazón de esta carne.
Aquellas regiones donde se pescaban especies grandes, como el atún o el pez espada, estaban mejor preparadas para afrontar la caza de ballenas. Casualmente, la migración del atún pasa por el mismo estrecho. Esta capacidad de enfrentarse a los grandes cetáceos se presenta en el volumen IX de Historia Natural de Plinio el Viejo, donde el emperador Claudio (41-54 d.C.) abate una "orca" en el puerto de Ostia, o en el volumen V de Haliéutica de Opiano, donde se describe el plan y las herramientas para capturar un monstruo marino.
Especies
La caza intensiva y la destrucción del hábitat ha reducido la distribución de muchas especies de seres vivos. En el pasado, la ballena franca (E. glacialis) que he mencionado habría existido en dos poblaciones, una oriental y otra occidental, en el Atlántico norte. Esta última fue común en el estrecho y podría haber criado en el Mediterráneo o frente a la costa noroccidental de África. Como otras especies marinas amenazadas por la caza, su territorio se fue reduciendo y alejando del de sus depredadores. De esta manera, en el siglo XI, los vascos las tenían en la costa del golfo de Vizcaya, pero para el siglo XVI tenían que viajar hasta Islandia y Terranova. En el siglo XVIII, estaban comercialmente extintas y en 1935, cuando se les protegió, apenas quedaban dos docenas de individuos. Estos pertenecen a la población oriental, de las que quedan un 6% de su población original, en torno a los 500 individuos.
La ballena gris (Eschrichtius robustus) también fue frecuente en el estrecho y habría parido en el Mediterráneo, pero no solo fueron llevadas a desaparecer de este mar, sino también del océano Atlántico, subsistiendo en el Pacífico.
Ambas especies de ballenas habrían migrado con sus ballenatos cerca de la costa y en temporadas predecibles. Hoy en día, las únicas ballenas que se acercan a la costa son las orcas (Orcinus orca), que se limitan al estrecho de Gibraltar y que, según Plinio, se habrían alimentado de otras ballenas que cruzaban, y la ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) que, aunque se adentra más, es infrecuente. Las otras ballenas presentes en la actualidad son el rorcual común (Balaenoptera physalus), el rorcual aliblanco (Balaenoptera acutorostrata), el cachalote (Physeter macrocephalus), el calderón común (Globicephala melas), el zifio de Cuvier (Ziphius cavirostris) y la falsa orca (Pseudorca crassidens), pero estos se presentan en aguas profundas.
Limitaciones
Todavía no se sabe si la caza de ballenas en tiempos romanos era una actividad dedicada u oportunista. De lo que cabe menos duda es que tenían los medios para cazarlas, procesar su grasa y carne y tallar en ocasiones sus huesos. Por otra parte, disponían de las mismas rutas del aceite y el vino para repartir dichos productos.
Desde el punto de vista actual, nos encontramos con la limitación habitual de la arqueología, es decir, tenemos acceso a un porcentaje de lo que existió. No solo por tener que resistir el paso del tiempo y ser encontrado, sino porque el mar separa los huesos de las ballenas y estos se desintegran, como los devorados por los gusanos anélidos Osedax en las profundidades. Aunque quede varada o se procese en la costa, la marea y las olas van a llevarse los huesos en cuanto pierda los tejidos blandos. Más aún cuando las líneas de costa de entonces no son las mismas que en la actualidad. Aunque se recolectasen, los huesos podían fragmentarse y trabajarse en tantas piezas pequeñas que sea difícil discernir su origen. Por último, el número de capturas era inevitablemente mucho menor al de atunes u otros peces más pequeños, por lo que, aunque se conservara todo, hay menos pruebas disponibles.
Algunas limitaciones también plantean preguntas. Por ejemplo, si disponían de una extensa producción de aceite de oliva en todo el Guadalquivir (Betis), ¿para qué querrían obtener grasa de ballena en exactamente la misma ruta? Ambos se pueden usar para cocinar y encender las lucernas.
Fuentes
- Bernal-Casasola, D., Gardeisen, A., Morgenstern, P., Horwitz, L. K., Piqués, G., Theodoropoulou, T., & Wilkens, B. (2016). Ancient whale exploitation in the Mediterranean: the archaeological record. Antiquity, 90(352), 914-927.
- Rodrigues, A. S., Horwitz, L. K., Monsarrat, S., & Charpentier, A. (2016). Ancient whale exploitation in the Mediterranean: species matters. Antiquity, 90(352), 928-938.
- Bernal-Casasola, D. (2018). Whale hunting in the Strait of Gibraltar during the Roman period. SAA Archaeological Record, 18(4), 15-22.
- Rodrigues, A. S., Charpentier, A., Bernal-Casasola, D., Gardeisen, A., Nores, C., Pis Millán, J. A., ... & Speller, C. F. (2018). Forgotten Mediterranean calving grounds of grey and North Atlantic right whales: evidence from Roman archaeological records. Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, 285(1882), 20180961.
- Bernal Casasola, D., Díaz, J. J., Expósito Álvarez, J. Á., & Palacios Macías, V. (2020). Baelo Claudia y los secretos del Garum: atunes, ballenas, ostras, sardinas y otros recursos marinos en la cadena operativa haliéutica romana
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