El gran ruido de Santafé de Bogotá en 1687
En Colombia se suele decir "ser más viejo que el tiempo del ruido" para referirse a algo muy antiguo. Dicho tiempo no es prehistórico, sino que ocurrió hace algo más de tres siglos. El misterio que persiste es qué ocasionó dicho ruido.
El incidente
Es el 9 de marzo de 1687, en Santafé de Bogotá, capital del Nuevo Reino de Granada (1538-1819). El día ha transcurrido sin incidencias, con un tiempo sereno ni vientos reseñables. Entonces, a las diez de la noche, se produce un intenso ruido penetrante y persistente, como baterías de artillería, tambores y desenvainado de sables, que alerta a toda la localidad y que se oye a varias leguas, durando de 15 a 30 minutos. No se produjeron daños humanos ni materiales, pero sembró el pánico. Como si hubieran abierto las puertas del infierno, se extendió un olor a azufre que persistió durante horas. Los santafereños salieron a las calles, incluso desnudos, los perros aullaron, mujeres y niños lloraron y el pueblo deambulaba desorientado por las calles. Las iglesias se abrieron, tocando sin parar las campanas y los santafereños confesaron sus pecados. Agradecidos al Señor por salvarles, en las iglesias del centro, especialmente en la iglesia de La Candelaria, se descubría el Santísimo Sacramento hasta las 10 de la noche en cada aniversario, pero el origen de esta costumbre acabó olvidándose en el tiempo.
El relato
El primer relato es un breve texto escrito en 1691 en latín por Pedro de Mercado, Ferdinando Corbero y otros jesuitas (Portentosus quidam stridor Sancta Fide exauditus, quo expergefacti multi ad meliorem revocati sunt frugemr, ecensetur). Se extiende en Historia de las misiones de los llanos de Casanare y de los ríos de Orinoco y meta, entre los años 1728 y 1736, del sacerdote jesuita Juan Rivero (1681-1736), que llegó al Nuevo Reino de Granada a principios del siglo XVIII. Se basa en los registros de los mencionados testigos del suceso y en los recuerdos que aún persistían, siendo quien estima su duración del ruido en 15 minutos. Nos relata que, ante la posibilidad de un ataque de artillería de un ejército extranjero, el presidente Gil de Cabrera y Dávalos (1686-1691, 1694-1703) reunió al cuerpo armado y lo dirigió allá donde se informaba que el ruido había sido más intenso. Rivero compartió varias hipótesis naturales, como una crecida del río caudaloso o despeñamiento de rocas por la ladera de los cerros. Debido al olor de azufre, señaló a un amago de una legión de demonios de amedrentar a los pecadores, siendo un precedente de los terremotos de Lima, Callao y Huancavelica el 20 de octubre de 1687, donde sí hubo pérdidas.El también jesuita Joseph Cassani compartió el suceso en Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada (1741). Cassani no visitó el Nuevo Reino de Granada, pero recopiló información de aquellos que sí lo hicieron. Por ello, a pesar de sus puntos comunes con Rivero, tiene divergencias, como señalar una duración entre 15 y 30 minutos para el fenómeno. Cassani razona que fue un fenómeno geológico, una erupción fallida donde el calor del fuego subterráneo forzó al aire a escapar de la tierra, pero no halló salida, provocando este ruido, pero que en Lima, Callao y otros lugares circundantes logró acumularse más aire para desatar el seísmo. Por el contrario, desecha fenómenos meteorológicos, como los casos de truenos que se oyen con tiempo sereno.
El Papel Periódico de Santafé de Bogotá se haría eco de sus conclusiones a principios de 1795 cuando, en una series de exámenes críticos de las tradiciones locales, le dedicaron varios números.
Las explicaciones
En Historia de los terremotos en Colombia (1975), Jesús Emilio Ramírez aclara que, en el momento de su propia publicación, se creía que era un fenómeno atmosférico. Armando Espinosa Baquero propone que un embalsamiento y posterior crecida del río San Cristóbal pudo ocasionarlo, aunque admite que no hay pruebas documentales ni geológicas de ello. Además, el caudal de los ríos de la sabana de Bogotá difícilmente podría oírse a leguas de distancia. En cambio, en Mitos y leyendas bogotanas (2001), Javier Ocampo López lo considera una leyenda colonial. Freddy Moreno Cárdena propone un meteoro menor a 3 metros o una lluvia de meteoros enjambre de meteoros Delta-Leonidas, que aparecen entre el 15 de febrero y el 10 de marzo.
Fuentes
- Ramírez, J. E. (1975). Historia de los terremotos en Colombia. In Historia de los terremotos en Colombia (pp. 250-250).
- López, J. O. (2001). Mitos y leyendas bogotanas. Plaza & Janés.
- Espinosa-Baquero, A. (1994). El ruido de Santafe, el 9 de marzo de 1687, y sus posibles causas. Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales, 19(73), 293-297.
- Moreno-Cárdenas, F. & Portilla-Barbosa, J. G. (2006). Hipótesis astronómica al misterioso "ruido" escuchado en Santafé de Bogotá el domingo 9 de marzo de 1687. Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales: publicación del Ministerio de Educación Nacional, 30(116-117), 321.