¿Quién se vuelve nazi?

Bandera nazi con 4 interrogaciones orientadas como una esvástica.

En el número de agosto de 1941, Dorothy Thompson publicó para la revista Harper's Magazine el ensayo Who goes nazi? ("¿Quién se vuelve nazi?"), donde planteaba cuál de varias personas hipotéticas, con vidas y personalidades distintas, se volvería nazi o le haría concesiones. Tened en cuenta su contexto, la perspectiva en la que se sitúa y cuánto de ello sigue vigente.

Es un juego de sociedad interesante y algo macabro para jugar en grandes reuniones con los conocidos: especular quien, en un enfrentamiento, se volvería nazi. De momento, creo que lo sé. He pasado por esta experiencia muchas veces - en Alemania, Austria y en Francia. He llegado a conocer los tipos: en nacido nazi, el nazi que ha creado la propia democracia y los que seguramente serán sus compañeros de viaje. Y también conozco a aquellos que nunca, bajo ninguna circunstancia concebible, se volverían nazis.

Sería absurdo pensar que están divididos por alguna característica racial. Los alemanes pueden ser más susceptibles al nazismo que la mayoría de la gente, pero lo dudo. Los judíos están excluidos, pero es una decisión arbitraria. Conozco a muchos judíos que nacieron nazis y muchos otros que lanzarían un heil Hitler mañana por la mañana si tuvieran la oportunidad. Hay judíos que repudiaron a sus propios ancestros para convertirse en "arios y nazis honorarios"; hay judíos puros que accedieron entusiastas al servicio secreto de Hitler. El nazismo no tiene nada que ver con la raza ni la nacionalidad. Atrae a cierto tipo de mentes.

También es, en gran medida, la enfermedad de una generación - la generación que, o era demasiado joven o no había nacido al final de la última guerra. Esto es tan cierto para ingleses, franceses y americanos como para alemanes. Es la enfermedad de la llamada "generación perdida".

A veces creo que intervienen directamente factores biológicos - el tipo de educación, alimentación y entrenamiento físico que produjo un nuevo tipo de ser humano con una naturaleza desequilibrada. Se le han alimentado con vitaminas y llenado con energías que sobrepasan la capacidad de disciplina de su intelecto. Ha sido tratado con formas de educación que le han liberado de las inhibiciones. Su cuerpo es vigoroso. Su mente es infantil. Su alma ha sido descuidada casi por completo.

En cualquier caso, echemos un vistazo por la habitación.

El caballero en pie junto a la chimenea con un vaso de whisky casi intacto junto a él sobre la repisa es el Sr. A, descendiente de una de las grandes familias americanas. Nunca ha habido un American Blue Book [of biography de Thomas William Herringshaw] sin varias personas con su apellido en él. Es pobre y se gana la vida como editor. Tiene una educación clásica, posee un gusto sólido y culto por la literatura, pintura y la música; no posee ni una pizca de esnobismo; está lleno de humor, cortesía e ingenio. Fue teniente en la Gran Guerra, en política es republicano, pero votó dos veces por Roosevelt y la última vez por Willkie. Es modesto, no particularmente brillante, un amigo fiel y un hombre que disfruta de la compañía de mujeres hermosas e inteligentes. Su esposa, a quien adoraba, está muerta y nunca volverá a casarse.

Nunca ha destacado por su valentía excepcional. Pero me atrevo a poner la mano en el fuego de que no habría nada en la tierra podría convertirle en nazi. Le disgustaría mucho luchar contra ellos, pero nunca lo convertirían...¿Por qué no?

A su lado se sitúa el Sr. B, un hombre de su misma clase, graduado en la misma escuela preparatoria y universidad, rico, deportista, poseedor de un famoso establo de carreras, vicepresidente de un banco y casado con una conocida dama de la alta sociedad. Es un buen tipo y extremadamente popular. Pero si América se volviera nazi, con seguridad se uniría y pronto. ¿Por qué?...¿Por qué uno sí y no el otro?

Mr. A tiene una vida determinada por su propio comportamiento personal. Aunque no tiene dinero, su modesta distinción y educación siempre le han asegurado una posición. Nunca se ha involucrado en una competencia feroz. Es un hombre libre. Dudo que alguna vez haya hecho en la vida algo que no quisiera o fuera contra su código [moral]. Los nazis no encajarían con su criterio y nunca se ha acostumbrado a realizar concesiones.

Gracias a su salud, apariencia y sus buenas relaciones, Mr. B ha ascendido más allá de sus verdaderas habilidades. Se casó por dinero y ha hecho muchas otras cosas por dinero. Su criterio no es el propio; es el de su clase - ni peor ni mejor. Encaja fácilmente en el patrón que sea exitoso. Tan solo así mide el valor - con éxito. El nazismo como movimiento minoritario no le atraería. Como movimiento con probabilidades de alcanzar el poder, lo haría.

El hombre saturnino por allí hablando con una encantadora emigrada francesa ya es un nazi. Mr. C es un intelectual brillante y amargado. El era un chico sureño pobre, una basura blanca, un estudiante de dos universidades donde obtuvo todos los honores académicos pero nunca fue invitado a unirse a una fraternidad. Sus brillantes dones le permitieron obtener sucesivas posiciones gubernamentales, la participación en un importante bufete de abogados y, finalmente, un trabajo altamente remunerado como asesor de Wall Street. Siempre se ha mezclado con gente importante y siempre ha estado socialmente en la periferia. Sus colegas admiran sus sesos y lo han explotado, pero rara vez lo han invitado a él - o a su esposa - a cenar.

Es un esnob que detesta su propio esnobismo. Desprecia a los hombres que le rodean - detesta, por ejemplo, a Mr. B - porque sabe que lo que ha tenido que lograr con trabajo incansable, hombres como B lo han ganado conociendo a la gente adecuada. Pero su desprecio está inextricablemente mezclado con envidia. Aún más que la gente en la que ha ascendido inseguramente, odia la gente de la que procede. Odia a su madre y su padre por ser sus padres. Detesta todo lo que le recuerda a sus orígenes y sus humillaciones. Es un amargado antisemita porque la inseguridad social de los judíos le recuerdan a su propia inseguridad psicológica.

Ha eliminado completamente la compasión de su naturaleza y nunca ha conocido la alegría. Tiene una ambición, amarga y ardiente. Es ascender a tal importancia que nadie pueda volver a humillarlo. No para gobernar, sino ser el gobernante secreto, tirando de los hilos de marionetas creadas por su inteligencia. Algunos de ellos ya hablan su lenguaje - aunque nunca lo hayan conocido.

Ahí se sienta: habla con torpeza en lugar de soltura; es cortés. Inspira un respeto frío y distante. Pero es un hombre muy peligroso. Si llegase a ser primitivo y brutal, sería un criminal - un asesino. Pero es sutil y cruel. Ascendería alto en el régimen nazi. Necesitaría hombres como él - intelectuales y despiadados. Pero Mr. C no nació nazi. Es el producto de una democracia que predica hipócritamente la igualdad social y practicando un brutal y despreocupado esnobismo. Es un hombre dotado y sensible que ha sido humillado hacia el nihilismo. Se reiría al ver rodar cabezas.

Creo que el joven D por ahí es el único nacido nazi en la habitación. El joven D es el hijo único malcriado de una madre cariñosa. Nunca le han traicionado en la vida. Se pasa el tiempo jugando a ver hasta dónde puede salirse con la suya. Lo arrestan constantemente por sobrepasar la velocidad y su madre paga las multas. Ha sido un desalmado hacia sus dos esposas y su madre paga la pensión alimenticia. Ha pasado su vida buscando experimentar sensaciones y el drama. Es totalmente desconsiderado con todos. Es muy atractivo, de manera vacua y displicente, y desmesuradamente vanidoso. Sin duda, se imaginaría en un uniforme que le diera la oportunidad de pavonearse y dominar a los demás.

Que la Sra. E se volvería nazi es tan seguro como que has nacido. ¿Te sorprende esta afirmación? La señora R parece tan dulce, tan empalagosa, tan acoquinada. Lo es. Es una masoquista. Está casada con un hombre que no deja de humillarla, de dominarla, de tratarla con menos consideración que a sus perros. Él es un importante científico y la Sra. E, que se casó con él muy joven, se ha persuadido a sí misma de que él es un genio, y que hay algo de feminidad en su completa falta de orgullo, en su devoción perruna. Ella habla con desaprobación de otras esposas "masculinas" o insuficientemente devotas. Sin embargo, a su esposo le parece mortalmente aburrida. La ignora completamente y ella ansía alguien en quien verter su eufórica auto-humillación. Ella se excitará con emoción complacida al primer héroe que proclame la subordinación básica de la mujer. 

Por otra parte, la Sra. F nunca se volvería nazi. Es la mujer más popular de la habitación, guapa, alegre, ingeniosa y llena de emociones cálidas. Fue una actriz popular hace diez años; se casó muy feliz mente; rápidamente tuvo cuatro hijos seguidos; tiene una casa encantadora; no es rica pero no tiene preocupaciones económicas, nunca se ha desprendido de su despreocupada profesión y disfruta de buena salud y sentido común. Todos los hombres intentan hacerle el amor; ella se ríe de todos, y su esposo con ella. Se ha mantenido firme desde niña, ha contribuido enormemente a la carrera de su esposo (él es un abogado), adornaría cualquier sala de estar en cualquier capital y es tan americana como un helado y tarta.

¿Y el mayordomo que está llevando las bebidas? Miro a James con gracia. James está seguro. James ha sido mayordomo de la más alta aristocracia, considera a todos los nazis unos advenedizos y comunistas, y tiene un muy buen ojo para la "gente de calidad". Sirve al callado editor con un aire amistoso de igualdad que los buenos sirvientes siempre muestran hacia aquellos lo suficientemente buenos para servir, y sirve al caballero caballuno con rigidez y frialdad.

Bill, el nieto del chófer, está ayudando a servir esta noche. Es producto de la escuela e instituto público del Bronx, y trabaja en noches como esta para sustentarse en el City College [de Nueva York, una universidad pública], donde estudia ingeniería. Es un "proletario", aunque nunca lo adivinarías si lo vieras con la bata blanca. Juega al tenis de maravilla - ha sido tutor de tenis en complejos veraniegos - nada soberbiamente, obtiene sobresalientes en sus clases y piensa que América está bien y no deja a nadie negarlo. Tuvo un breve periodo en el Congreso Juvenil comunista, pero fue como el sarampión. No lo reclutaron porque no tiene buena vista, pero quiere diseñar aviones, "como Sikorsky". Piensa que Lindbergh es "tan solo otro piloto con físico atlético y una esposa rica" y que "siempre está menospreciando a América, como si no pudiéramos derrotar a Hitler ni aunque quisiéramos". En este momento, Bill resopla.

El Sr. G es un joven muy intelectual que fue un niño prodigio. Se ha preocupado por ideas generales desde los diez años y ha sido una de esas mentes que brillantemente lo racionalizan todo. Lo he conocido durante diez años y en ese tiempo lo he oído explicar con entusiasmo a Marx, el crédito social, la tecnocracia, la economía keynesiana, el distributismo chestertoniano y todo lo que uno pueda imaginar. El Sr. G nunca será un nazi porque nunca será nada. Su cerebro opera apartado del resto de su organismo. A pesar de ello, sin duda podrá explicar completamente y disculpar por el nazismo si alguna vez llega. Pero el Sr. G es siempre un "desviacionista". Cuando jugaba con el comunismo, era un trotskista; cuando hablaba de Keynes era para sugerir mejoras; las ideas económicas de Chesterton estaban bien pero estaba demasiado ligado a la filosofía católica. Por lo que podemos estar seguros de que el Sr. G sería un nazi con los labios fruncidos. Con seguridad sería purgado.

H es un historiador y biógrafo. Es americano de ascendencia neerlandesa, nacido y criado en el Medio Oeste. Ha amado a América toda su vida. Puede recitar capítulos enteros de Thoreau y volúmenes de poseía americana, de Emerson a Steve Benet. Conoce las cartas de Jefferson, los papeles de Hamilton, los discursos de Lincoln. Colecciona antiguos muebles americanos, vive en Nueva Inglaterra, lleva una granja como afición y no pierde mucho dinero en ello, y odia las fiestas como esta. Tiene un sentido del humor procaz y masculino, es un inconformista y perdió una cátedra universitaria por una relación amorosa. Luego, se casó con ella y vivió felizmente como precio del pecado.

H nunca ha dudado, ni por un instante, su propio americanismo auténtico. Este es su país y lo conoce desde Acadia a Zenith. Sus ancestros lucharon en la Guerra Revolucionaria y en todas las guerras desde entonces. Es claramente un intelectual, pero un intelectual con ligero olor a establos y tweed húmedo. Es el hombre más bondadoso y afable, pero si alguien intenta convertir este país en una imitación del de Hitler, Mussolini o Petain, H agarrará su pistola y luchará. Aunque el liberalismo de H no le permita decirlo, cree en secreto que nadie cuyos antepasados no hayan estado aquí desde antes de la Guerra Civil entiende realmente a Estados Unidos o lucharía realmente por este contra el nazismo o cualquier ismo extranjero en un enfrentamiento.

Pero H se equivoca. Hay otra persona en la habitación que lucharía junto a H aunque no sea un ciudadano americano. Es un joven emigrado alemán que he traído a la fiesta. La gente en la habitación lo miran con recelo porque es tan germánico, tan rubio, con ojos tan azules, tan bronceado que esperas que lleve pantalones cortos. Parece el modelo de un nazi. Su inglés es impecable - lo aprendió hace solo cinco años. Viene de una antigua familia prusia del este, fue miembro del Movimiento Juvenil posbélico y luego el Reichsbanner republicano. Todos sus amigos alemanes se volvieron nazis, sin excepción. Escaló sin un centavo a Suiza, allí continuó sus estudios en el griego del Nuevo Testamento, se sentó bajo un gran teólogo protestante, Karl Barth, vino a América con ayuda de un amigo americano que había conocido en la universidad, obtuvo un trabajo enseñando los clásicos en una escuela privada de moda; lo dejó, y ahora trabaja en la fábrica de aviones - trabajando en el turno nocturno apra hacer aviones para enviar a Gran Bretaña para derrotar a Alemania. Ha devorado volúmenes de historia americana, conoce de corazón a Whitman, se pregunta por qué tan pocos americanos han leído realmente los papeles federalistas, cree en los Estados Unidos de Europa, la Unión del mundo anglófono y la futura revolución democrática de toda la Tierra. Cree que América es el país de la Evolución Creativa una vez que se deshaga de la complacencia de su clase media, su industria burocratizada, su gobierno tentacular y expansivo, y finalmente se libere.

La gente en la habitación piensan que no es americano, pero es más americano que la mayoría de los presentes. Ha descubierto América y su espíritu es el espíritu de los pioneros. Está furioso con América porque no se percata de su fuerza, belleza y poder. Habla sobre los trabajadores en la fábrica donde trabaja...Tomó el trabajo "para entender la América real". Piensa que los hombres son maravillosos. "¿Por que los intelectuales americanos no os acercáis a conocerlos; a hablar con ellos?".

Sonrío amargamente para mí misma, pensando que si alguna vez vamos a la guerra con los nazis, probablemente sería internado, mientras el Sr. B, Mr. G y Mrs. E estarían extendiendo el derrotismo en fiestas como esta. "Por supuesto que no me gusta Hitler pero...".

Por ahí está el Sr. J, que es judío. El Sr. J es un hombre muy importante. Es inmensamente rico - ha forjado una fortuna a través de una docena de directivas en varias compañías, a través de un matrimonio fabuloso, de habilidad especulativa y un don natural por el dinero y amor natural por el poder. Es inteligente y arrogante. Rara vez se asocia con los judios. Detesta cualquier mención a la "cuestión judía". Cree que Hitler "no debería ser juzgado desde el punto de vista del anti-semitismo". Piensa que "los judíos deberían ser reservados en todas las cuestiones políticas". Considera a Roosevelt como "un enemigo de los negocios". Piensa que "el nombramiento de Frankfurter para el Tribunal Supremo fue un duro golpe para los judíos".

El saturnino Sr. C - el verdadero nazi en la habitación - entabla una conversación halagadora y atenta con él. El Sr. J coincide plenamente con el Sr. C. Definitivamente, al Sr. J es atraído por el Sr. C. Se desvive por preguntarle su nombre - nunca antes han coincidido. "Un hombre muy inteligente".

El Sr. K contempla la escena con humor melancólico en sus expresivos ojos. El Sr. K también es un judío. El Sr. K es un judío del sur. Habla con un acento sureño. Cuenta historias inimitables. Hace diez años, poseyó un exitoso negocio que inició desde cero. Lo vendió por un buen precio, instaló a sus familiares indigentes en el negocio y ahora disfruta de unos ingresos de unos cincuenta dólares a la semana. A los cuarenta comenzó a escribir artículos sobre lugares extraños y apartados de la vida americana.Un hombre soltero y triste que hace reir a todos, viaja continuamente, conoce América desde mil facetas distintas y la ama de manera silenciosa, profunda y modesta. Es un gran amigo de H, el biógrafo. COmo H, sus ancestros han estado en este país desde mucho antes de la Guerra Civil. Le atrae el joven alemán. Poco a poco se acercan en la sala. El impecable joven de Nueva Inglaterra, el campesino - intelectual del Medio Oeste, la feliz mujer a quien aman los dioses, el joven alemán, el silencioso y sereno judío del sur. Y al otro lado están los otros.

Acaba de llegar el Sr. L. El Sr. L es un león en estos días. Mi anfitriona estaba hecha un manojo de nervios cuando me dijo al teléfono "...y viene L. Sabes lo tremendamente difícil que es pillarlo". L es un poderoso líder sindical. "Cariño, es un hombre de pueblo, pero es realmente fascinante". L es un hombre de pueblo y es exactamente tan fascinante como mi caballuno vicepresidente banquero, que está haciendo carrera, el conocido que está haciendo carrera por allí, y por las mismas razones y de la misma manera. L hace discursos sobre el "tercio de la nación" y L ha logrado mucho para sí mismo por defender a los oprimidos. Tiene el mejor coche en esta habitación; el salario no significa nada para él porque vive de una cuenta de gastos. Coincide con los industrialistas más grandes y poderosos en el país de que es la tarea del fuerte mandar al débil, y ha convertido la negociación colectiva una obligación legal para señalarle a él o a sus secuaces como agentes "sindicales", con el poder de grabar los sobres de pago y hacer lo que deseen con el dinero. L es el nacido nazi más fuerte de la habitación. El Sr. B lo mira con un desprecio atenuado por el odio. El Sr. B lo usará. L ya está imitando los discursos de B. Tiene los sesos de un Neanderthal, pero tiene el instinto infalible para el poder. En las conversaciones privadas, denuncia a los judíos como "parásitos". Nadie le ha preguntado qué funciones creativas tiene un agente de gran sueldo, que toma el porcentaje del trabajo de millones de hombres, y que lo distribuye donde y como puede para aumentar su propio poder político.
 
Este juego de salón de "¿Quién se vuelve nazi?" es divertido - de modo macabro. Y simplifica las cosas - haciendo la pregunta respecto a ciertas personalidades.

La gente amable, buena, feliz, caballerosa y segura nunca se vuelven nazis. Pueden ser los agradables filósofos cuyo nombre está en el Blue Book, o Bill de City College a quien la democracia le dio la oportunidad de diseñar aviones - nunca obtendrás nazismo de ellos. Pero los intelectuales frustrados y humillados, los especuladores ricos y asustados, los hijos malcriados, el tirano laboral, la persona que ha sabido detectar la corriente que le llevaba al éxito - todos se volverían nazis en una crisis.

Creedme, la gente buena no se vuelve nazi. Su raza, color, credo o condición social no son el criterio. Es algo sobre ellos.

Aquellos que no tienen nada en ellos que les diga qué les gusta y qué no - sea la crianza, felicidad, sabiduría, código moral, sin importar lo anticuado o moderno que sea, se vuelven nazis. Es un juego divertido. Inténtalo en la próxima fiesta que asistas. 

Entrada anterior
No Comment
Añadir comentario
comment url

Instancia:

Donar es más barato que un café