Locos métodos para encontrar la inspiración
Cuando te bloqueas y no se te ocurre ninguna idea sobre la que escribir, puedes usar muchos métodos para que broten las palabras con más fluidez, pero nada se parecerá a los "rituales" de los escritores mencionados a continuación.
A veces la única cosa que se interpone entre un artista y la verdadera grandeza es la falta de una buena mascota. El compositor alemán Richard Wagner confió en su cavalier king Charles spaniel, Peps, para guiarlo a través de la creación de Tannhäuser, una épica ópera sobre la lucha entre el amor sagrado y profano. Peps tenía su propio taburete junto al piano de Wagner, y en cualquier momento que este tuviera alguna dificultad con la composición, seguía las órdenes del perro. Si a este no le gustaba lo que escuchaba, empezaría a ladrar y Wagner modificaba la obra para complacerlo
Descritos como los gigantes del teatro de nuestro tiempo, el dramaturgo noruego Henrik Ibsen y el sueco August Strindberg se despreciaban mutuamente, pero no podrían haber escrito ninguna de las mejores obras del teatro moderno solos. Strindberg acusaba a Ibsen de copiar su trabajo, afirmando que Hedda Gabler de Ibsen era un plagio de su La señorita Julia; Ibsen respondió que Strindberg tenía psicosis. E Ibsen podía tener razón. Strindberg era dado a los hechizos catatónicos y a veces peleaba con un cuchillo contra enemigos invisibles que le acechaban por la espalda.
Ibsen odiaba a Strindberg con tanta fuerza que tenía un retrato de su némesis sobre su escritorio como una manera masoquista de inspiración. Ibsen contaría a menudo a las visitas que "Yo no puedo escribir una línea sin ese loco de pie y mirándome con esos dementes ojos". Por su parte, Strindberg atacó la "pocilga" de Casa de muñecas y afirmó en 1892 que su guerra de una década contra Ibsen "me costó mi esposa, hijos, fortuna y carrera".
El escritor alemán Friedrich von Schiller compuso el poema "Oda a la alegría" en 1785, al que Beethoven puso música para su Novena Sinfonía. ¿Qué inspiró la pasión de Schiller por la felicidad? Manzanas podridas. Según Goethe, el poeta insistió que necesitaba el olor de la fruta putrefacta en el aire para escribir, así que mantenía bien surtido su escritorio. Pero hay una parte extraña: puede que Schiller no estuviera (completamente) loco. En 1985, investigadores de la Universidad de Yale, liderados por Gary E. Schwartz, descubrieron que el aroma de las manzanas frescas pueden bajar la tensión arterial, mejorar significativamente el ánimo y evitar ataques de pánico.
Cuando la poetisa Dame Edith Sitwell era una niña pequeña en la Inglaterra victoriana, sus padres le pondrían un corsé de hierro para rectificar su columna. Sitwell les odiaba por ello, y desde entonces les habló poco, incluso cuando se hizo famosa por sus poemas sobre el bombardeo de Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Las incontables horas que pasó en su corsé de hierro pudieron haber tenido un peculiar efecto en su mente. Como adulta, para cultivar un estado de tranquilidad, Sitwell se despertaría cada mañana y se acostaría en un ataúd. Después de unas horas, se sentía lo suficientemente tranquila para escribir.
En sus primeras etapas de su carrera, al orador griego Demóstenes le costaba mantener la concentración mientra estudiaba o escribía. Pero encontró una manera inteligente de mantenerse en el trabajo: cuando sentía pasión por viajar, se afeitaba la mitad de la cabeza. Sabiendo que parecería demasiado ridículo para salir de su casa, Demóstenes sería capaz de concentrarse en su escritura durante un par de meses, o al menos hasta que su pelo volviera a crecer.
La ropa puede ser una gran distracción. Victor Hugo, célebre autor de novelas realistas que se convertirían en sentimentales musicales (Los miserables, El jorobado de Notre Dame), se inspiraba encerrándose en una habitación completamente desnudo con solo un escritorio, una pluma y un papel. Ordenaba a sus criados que no le dieran ropas hasta que terminara de trabajar.
Para escribir su última novela, Noventa y tres, Hugo llevó su desnudez al exterior. Cada mañana, subía al tejado de su casa y se vertía un cubo de agua. Tras eso, continuaba escribiendo desnudo.
Pero no era el único con esta manía. Benjamín Franklin permanecía desnudo, escribiendo durante horas mientras que D.H. Lawrence, antes de escribir, saltaba desnudo de árbol en árbol.
Honoré de Balzac tenía la costumbre de escribir 15 horas diarias durante la noche. Su secreto era tomar litros de café. Tal era su afición, que podía tomar unas 50 tazas diarias y siendo esta la causa de su muerte.
Hart Crane organizaba fiestas ruidosas, bebiendo copiosamente y desapareciendo sin avisar, para ir a escribir a su habitación donde pondría un disco de Bolero de Ravel mezclado con una rumba cubana en su gramófono. Lo escuchaba docenas de veces, mientras aporreaba su máquina de escribir, repitiendo en varias ocasiones en voz alta cada uno de los versos que escribía o mostrando a los invitados todo lo que escribía como un trofeo. En ningún momento aceptó cambiar sus costumbres o hacerlo a la luz del día. Es más, obligaba al resto a acostumbrarse. Lo conocían por sus excentricidades, como lanzar máquinas de escribir por la ventana o pelearse con los taxistas.
Fuente: Neatorama, The Guardian, El país, Semana, Project Muse,
Seguir las órdenes de un perro
A veces la única cosa que se interpone entre un artista y la verdadera grandeza es la falta de una buena mascota. El compositor alemán Richard Wagner confió en su cavalier king Charles spaniel, Peps, para guiarlo a través de la creación de Tannhäuser, una épica ópera sobre la lucha entre el amor sagrado y profano. Peps tenía su propio taburete junto al piano de Wagner, y en cualquier momento que este tuviera alguna dificultad con la composición, seguía las órdenes del perro. Si a este no le gustaba lo que escuchaba, empezaría a ladrar y Wagner modificaba la obra para complacerlo
Convertir el odio en motivación
Descritos como los gigantes del teatro de nuestro tiempo, el dramaturgo noruego Henrik Ibsen y el sueco August Strindberg se despreciaban mutuamente, pero no podrían haber escrito ninguna de las mejores obras del teatro moderno solos. Strindberg acusaba a Ibsen de copiar su trabajo, afirmando que Hedda Gabler de Ibsen era un plagio de su La señorita Julia; Ibsen respondió que Strindberg tenía psicosis. E Ibsen podía tener razón. Strindberg era dado a los hechizos catatónicos y a veces peleaba con un cuchillo contra enemigos invisibles que le acechaban por la espalda.
Ibsen odiaba a Strindberg con tanta fuerza que tenía un retrato de su némesis sobre su escritorio como una manera masoquista de inspiración. Ibsen contaría a menudo a las visitas que "Yo no puedo escribir una línea sin ese loco de pie y mirándome con esos dementes ojos". Por su parte, Strindberg atacó la "pocilga" de Casa de muñecas y afirmó en 1892 que su guerra de una década contra Ibsen "me costó mi esposa, hijos, fortuna y carrera".
Oler el éxito
El escritor alemán Friedrich von Schiller compuso el poema "Oda a la alegría" en 1785, al que Beethoven puso música para su Novena Sinfonía. ¿Qué inspiró la pasión de Schiller por la felicidad? Manzanas podridas. Según Goethe, el poeta insistió que necesitaba el olor de la fruta putrefacta en el aire para escribir, así que mantenía bien surtido su escritorio. Pero hay una parte extraña: puede que Schiller no estuviera (completamente) loco. En 1985, investigadores de la Universidad de Yale, liderados por Gary E. Schwartz, descubrieron que el aroma de las manzanas frescas pueden bajar la tensión arterial, mejorar significativamente el ánimo y evitar ataques de pánico.
Hacerse la muerta
Cuando la poetisa Dame Edith Sitwell era una niña pequeña en la Inglaterra victoriana, sus padres le pondrían un corsé de hierro para rectificar su columna. Sitwell les odiaba por ello, y desde entonces les habló poco, incluso cuando se hizo famosa por sus poemas sobre el bombardeo de Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Las incontables horas que pasó en su corsé de hierro pudieron haber tenido un peculiar efecto en su mente. Como adulta, para cultivar un estado de tranquilidad, Sitwell se despertaría cada mañana y se acostaría en un ataúd. Después de unas horas, se sentía lo suficientemente tranquila para escribir.
Hazte un nuevo peinado
En sus primeras etapas de su carrera, al orador griego Demóstenes le costaba mantener la concentración mientra estudiaba o escribía. Pero encontró una manera inteligente de mantenerse en el trabajo: cuando sentía pasión por viajar, se afeitaba la mitad de la cabeza. Sabiendo que parecería demasiado ridículo para salir de su casa, Demóstenes sería capaz de concentrarse en su escritura durante un par de meses, o al menos hasta que su pelo volviera a crecer.
Estar completamente desnudo
La ropa puede ser una gran distracción. Victor Hugo, célebre autor de novelas realistas que se convertirían en sentimentales musicales (Los miserables, El jorobado de Notre Dame), se inspiraba encerrándose en una habitación completamente desnudo con solo un escritorio, una pluma y un papel. Ordenaba a sus criados que no le dieran ropas hasta que terminara de trabajar.
Para escribir su última novela, Noventa y tres, Hugo llevó su desnudez al exterior. Cada mañana, subía al tejado de su casa y se vertía un cubo de agua. Tras eso, continuaba escribiendo desnudo.
Pero no era el único con esta manía. Benjamín Franklin permanecía desnudo, escribiendo durante horas mientras que D.H. Lawrence, antes de escribir, saltaba desnudo de árbol en árbol.
Escribir con una buena dosis de cafeína
Honoré de Balzac tenía la costumbre de escribir 15 horas diarias durante la noche. Su secreto era tomar litros de café. Tal era su afición, que podía tomar unas 50 tazas diarias y siendo esta la causa de su muerte.
"Mi muerte es un asesinato, y el asesino han sido las cien mil tazas de café que he tomado en los últimos diez años de mi vida" - Honoré de BalzacEl poeta y ensayista Wystan Hugh Auden disfrutaba más de una taza de té, ya que tomaba unas 25 mientras escribía.
Alejar al silencio
Hart Crane organizaba fiestas ruidosas, bebiendo copiosamente y desapareciendo sin avisar, para ir a escribir a su habitación donde pondría un disco de Bolero de Ravel mezclado con una rumba cubana en su gramófono. Lo escuchaba docenas de veces, mientras aporreaba su máquina de escribir, repitiendo en varias ocasiones en voz alta cada uno de los versos que escribía o mostrando a los invitados todo lo que escribía como un trofeo. En ningún momento aceptó cambiar sus costumbres o hacerlo a la luz del día. Es más, obligaba al resto a acostumbrarse. Lo conocían por sus excentricidades, como lanzar máquinas de escribir por la ventana o pelearse con los taxistas.
Fuente: Neatorama, The Guardian, El país, Semana, Project Muse,
Ya comprendo.Los coleeciones de algo del pasado, también es parte de este modo actuar y penzar deestos grandes escritores. Conservo algunas fotografías,prana guardado en un frasco del eclipse de 1997,algunos santos,cuadernos,y escritos.Todo esto se relaciona con lo que tu escribes. Muchas gracias. Hace años ando buscando un aroma,refrescante, que me traiga el pasado al presente. Hoy con su recomendacion lo empiezo a buscar.Aunque créo que es el origen de los ídolos,Pero lo necesitamos para vivir, Se me ocurre porque Salomón escribió los Salmos, También los proberbios, y otras más. Gracias.
Mi inspiración es leer una obra de Nietzsche mientras escucho la música de Wagner...