El gran indicador que ayuda a encontrar miel
El indicador grande (Indicator indicator) es un ave que tiene una relación simbiótica con los humanos. Este ave come larvas y huevos de abejas, siendo además uno de los pocos animales que puede comer su cera. El problema es que esto no le sirve de nada si no puede conseguirlos por sí misma. Para ello necesita a alguien que pueda evitar el ataque de las abejas y abrir los troncos o tocones donde viven.
Para ello, llama la atención de un animal con su característico canto y va guiándolos, saltando de rama en rama, hacia la colmena. Las mujeres y jóvenes del clan boron de Kenia suelen localizarlos para encontrar los panales. Los humanos aturden a las abejas con el humo y abren el panal. Cuando se van, el indicador puede darse un festín. Pero cuando son los humanos los que necesitan miel, cada grupo tiene una forma de llamar al ave: los boron de Kenia usan agudo silbido llamado Fuu-lido juntando las manos, con conchas modificadas o con nueces de Hyphaene coriacea; los yao de Mozambique trinan con fuerza y luego gruñen, mientras los hadza de Tanzania usan un silbido melódico. Las aves de cada región muestran afinidad a la llamada local, a la que responden en mayor medida. Entonces inician el viaje hacia la colmena, donde el ave va cambiando su comportamiento conforme se acerca.
Se dice que tienen la misma relación con el ratel o tejón melero (Mellivora capensis), un pequeño pero feroz animal que combina una dieta de roedores, tortugas, serpientes con la miel. La cooperación entre rateles e indicadores es un dato compartido popularmente sin comprobarse de primera mano. Aunque no sea ubicuo, muchos recolectores de miel nativos han visto su cooperación o su presencia en los paneles. Muchos de los testimonios de cooperación con rateles, babuinos, antílopes, ginetas y leones son en tercera persona, basado en lo aparentemente visto por otros. No es imposible que ocurra con los rateles, porque comparten hábitat y alimentación, pero puede que el ave estuviese llamando al observador y no al tejón. De hecho, se ha observado que al usar un tejón disecado a control remoto, el ave lo ignoraba y llamaba al humano aunque se escondiese. También puede ocurrir que el ave siguiera a un tejón que ya estaba buscando miel por su cuenta, como hacen otras especies que se guían por él para encontrar comida. Después de todo, el tejón no se distingue por su oído ni visión, pero sí por su olfato. Con todo, estas interacciones deben ser poco comunes, especialmente si el tejón siente que está en peligro.
Pero no solo de miel vive el ave. También se alimenta de insectos voladores y termitas. Incluso cerca de las ciudades, donde es más fácil (para los humanos, obviamente) comprar azúcar que buscar miel, el comportamiento que favorecía la relación simbiótica está desapareciendo. Al fin y al cabo, la industrialización elimina la necesidad de llevarse horas buscando miel. Por esta misma razón, aunque el ave podía reducir a un tercio el tiempo de búsqueda, los humanos han reducido esta interacción.
Fuentes
- Isack, H. A., & Reyer, H. U. (1989). Honeyguides and honey gatherers: interspecific communication in a symbiotic relationship. Science, 243(4896), 1343-1346.
- Spottiswoode, C., & Wood, B. (2023). Culturally-determined interspecies communication between humans and honeyguides.
- van der Wal, J., Afan, A., Anyawire, M., Begg, C., Begg, K., Dabo, G., ... & Cram, D. (2023). Do honey badgers and greater honeyguide birds cooperate to access bees’ nests? Ecological evidence and honey-hunter accounts.