Epidemias históricas devastadoras no tan conocidas

El seguidor en Twitter Cidios (@Cidios00) me sugirió, debido al tema del Coronavirus, una entrada sobre las epidemias históricas. Dado que intento evitar el enfoque genérico de otras webs para hablar por enésima vez de la peste negra o la gripe española, prefiero escribir sobre las epidemias que creo que son menos conocidas por el público (si una entrada no habla de una excepción o no tiene un "sin embargo" tras una afirmación, probablemente no encaje en este blog).

Por eso, esta entrada toca temas que de una manera u otra, se relacionan con una actualidad recurrente, ya sea por las epidemias que amenazan con extenderse o por quienes dudan de las medidas que han logrado que muchas de ellas sean historia.

Epidemia de viruela entre los aborígenes australianos (1789)

En abril de 1789, 15 meses después de que la Primera Flota estableciera una colonia penal en Nueva Gales del Sur, surgió una epidemia de viruela cerca de la cala de Sídney. Dado que los colonos fueron inoculados en su infancia, la epidemia afectó a los aborígenes australianos de los clanes Eora, cuyos cadáveres solían encontrarse con un pequeño fuego a su lado y agua a su alcance. Murió el 70% de la población aborigen.

Dado que al menos una persona de la compañía del explorador Comte de La Perouse, que había llegado seis semanas antes en su barco a Botany Bay, había muerto y había sido enterrada en la bahía, se culpó de la epidemia a los franceses. Sin embargo, de haber sido culpa de los franceses, la epidemia habría comenzado a principios de 1788. Otros comentaron que pudo haber sido traída por los pescadores de Macasar (Indonesia) al norte de Australia, viajando por las rutas comerciales, pero debido a la baja densidad de población y la rápida incapacidad de caminar de los infectados, era improbable que tal enfermedad cruzara tales distancias.
Es más probable que viniera con el cirujano de la Primera Flota John White, que tenía sellado en un tarro de cristal pus de un paciente convaleciente de viruela. Planeaba usarlo para inocular a los niños nacidos en el asentamiento, pero también se baraja la posibilidad del uso deliberado como arma biológica utilizada para combatir a los nativos que atacaban a los colonos robándoles el ganado. La tensión entre nativos y colonos, entre los que se incluían marines y convictos, crecía sin tregua. Las fuerzas para contener a los nativos eran excasas, ya que eran menos en número y sus armamento era muy limitado. Se sabe que en décadas previas se había usado la viruela ocasionalmente para contener tribus de indios americanos, por lo que es posible que aquí ocurriera lo mismo, dado que hay testimonios donde expresaban que no esperaban sobrevivir allí durante mucho tiempo. De esta manera, se usaba la viruela porque, aunque un solo virus podía provocar la enfermedad, hacía falta un contacto constante y cercano para transmitirse. Además, la situación de la colonia mejoró y las mermadas fuerzas militares, antes insuficientes, podían distribuirse ahora a otras zonas.

8 años después, en 1796, Edward Jenner descubriría la vacuna de la viruela, aunque no sería erradicaba de Australia hasta la Primera Guerra Mundial. La viruela sería erradicaba mundialmente en 1977.

Enfermedad de Carrión en Perú (1870-1871)

Entre 1870 y 1871, el ingeniero y empresario americano Henry Meiggs reclutó a un gran grupo de chilenos para construir la línea férrea de La Oroya. Entre el invierno de 1870 y la primavera de 1871 murieron uno de cada seis trabajadores, según el gobierno peruano, aunque una investigación chilena posterior aumentó la cifra a un cuarto de los trabajadores. Aunque no se conoce el número exacto, en la época se estimaron más de 10 000 muertes, aunque posiblemente se incluyeran fallecimientos por otras causas, como accidentes de trabajo.

El causante de las muertes fue la enfermedad de Carrión, fiebre de Oroya o verruga peruana, causada por la bacteria Bartonella bacilliformis y transmitida por moscas Lutzomyia. Se trataba de una enfermedad endémica de los valles de los Andes. Como una sola exposición confiere inmunidad, se transmitió a un grupo de trabajadores que no eran locales. Con la importancia percibida del proyecto y la proximidad con la capital, ganó mayor atención del público.

El nombre de enfermedad de Carrión se debe al estudiante de medicina Daniel Carrión, quien se inoculó el patógeno de una verruga en 1885 y murió de fiebre de Oroya. Hasta entonces se creía que la fiebre y las verrugas eran enfermedades distintas.

La fiebre del hambre en Irlanda (1845-1851)

En el 2018, en Irlanda había 4,83 millones de personas. Puedes sumarle 1,882 millones de Irlanda del Norte para tener el total de la isla. Sin embargo, en 1845, en Irlanda habitaban 8 millones y medio de personas. En 1851, la cifra se redujo a 6 millones y medio, un millón debido a la inmigración y otro a las defunciones por la hambruna irlandesa de la patata, de cuyo cultivo eran muy dependientes y que se vio afectada por la plaga producida por el Phytophthora infestans.

El hambre limitó a la capacidad de combatir las enfermedades, provocando que la población cediese al tifus, las fiebres recurrentes, las diarreas, la disentería y el escorbuto. El tifus y las fiebres recurrentes se confundían y se llamaban la fiebre del hambre. El tifus tenía una mortalidad del 40% y las fiebres recurrentes, aunque menos letales, podían repetirse. Aun cuando estas enfermedades afectaron a todas las regiones y clases sociales, si bien con distribuciones distintas según la patología, los asilos de pobres se vieron desbordados y los médicos eran uno de los grupos con mayor riesgo de contagiarse. Salir del país no era una solución infalible, pues miles de emigrantes irlandeses también murieron por estas enfermedades tanto en el trayecto a otros países como en sus destinos

Sarampión en las islas Fiyi (1875)

Aunque los marineros europeos tuvieron contactos con los habitantes de las islas Fiyi desde la década de 1640, estos se intensificaron en la década de 1790 con la llegada de comerciantes en busca de sándalo y pepinos de mar y los misioneros cristianos. Desde entonces se sufrieron brotes de tuberculosis, disentería y gripe, ya que eran enfermedades que podían transmitirse entre los tripulantes de los barcos el suficiente tiempo para que alcanzaran a esta población. El sarampión, aunque se transmite rápidamente, no puede estar haciéndolo el suficiente tiempo entre tripulantes, mayormente inmunizados, en viajes largos.
Seru Epenisa Cakobau, rey de Fiyi

Esto cambió cuando los propios fiyianos viajaron en los barcos. En 1875, el HMS Dido volvía de Sídney con los líderes de Fiyi tras acordar la soberanía británica de las islas. Tuvieron un gran recibimiento y volvieron a sus hogares, transmitiendo el sarampión y muriendo 36 000 de sus 135 000 habitantes. La mortalidad era terrible, pero también el impacto sobre la mano de obra que mantenía la sociedad a flote. Con la importación de trabajadores, especialmente de la India cuyo viaje era más corto, para trabajar primero en los campos de algodón y luego de azúcar desde mediados del siglo XIX, no hizo sino facilitar el establecimiento de la enfermedad.

La peste en Moscú

La peste negra fue una epidemia recurrente en Europa durante siglos (1346-1844), incluyendo Rusia. Sin embargo, en el año 1771, Moscú vería su peor azote.

Construida en madera y entre canales, además de tener una gran población que trabajaba en la fabricación de telas y con un gran mercado de grano, Moscú era el hábitat ideal para las ratas y las pulgas que poseían. La guerra que comenzaron con los turcos otomanos en octubre de 1768 se saldó con la anexión de las provincias turcas de Valaquia y Moldavia. El tráfico comercial y de militares desde el suroeste llegó a Moscú. En diciembre, en las zonas de producción textil y el hospital militar se sucedieron las muertes. Aunque las autoridades declararon el fin de la emergencia el 15 de enero, en febrero volvieron a aumentar las muertes, especialmente en una gran fábrica textil de lana, que quedó en cuarentena y luego se evacuó en marzo. El gobierno de San Petersburgo planeó aislar la ciudad. En abril parecía que la epidemia cedía y las precauciones se abandonaron en mayo. Pero de nuevo volvieron a aumentar las muertes en junio entre las familias relacionadas con la industria textil. A finales de julio y mediados de agosto volvió a aumentar la mortalidad.

El 15 de septiembre se sucedieron disturbios y el arzobispo Amvrosii fue golpeado hasta morir. La zarina Catalina II envió a Grigori Orlov para restaurar el orden y encargarse de la enfermedad. Desde entonces la mortalidad comenzó a disminuir sin más repuntes. La comisión liderada por Orlov calculó las muertes en 56 900, aunque otras estimaciones contemporáneas la sitúan en 100 000. entre un 20-30% de la población de la ciudad habría muerto.

Fuentes: National Museum Australia
  • Warren, C. (2014). Smallpox at Sydney Cove–who, when, why?. Journal of Australian Studies, 38(1), 68-86.
  • Hays, J. N. (2005). Epidemics and pandemics: their impacts on human history. Abc-clio.
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