¿Por qué las cuarentenas eran de cuarenta días?
En la antigüedad, ante la vulnerabilidad de la población y la ausencia de tratamientos efectivos, la única forma de evitar el avance de una enfermedad era impedir el contacto recurriendo a las cuarentenas. Este método que aún muestra su eficacia en la actualidad comenzó a usarse con la llegada de la peste negra con el comercio del Mediterráneo.
Las ciudades-estado comenzaron a impedir el acceso de ciertos colectivos, como comerciantes, leprosos y judíos. Romper este cordón sanitario conllevaba la pena de muerte, impuesta por los guardias armados en los accesos a la ciudad y sus rutas de tránsito. Los sanos y los enfermos se separaban inicialmente en los campamentos improvisados, aunque los detalles particulares del aislamiento variaban de una ciudad a otra.
Cuando llegó sur de Italia en 1347, no se permitió que atracaran barcos de zonas sospechosas. El 20 de marzo de 1348, Venecia cerró el puerto a todos los barcos sospechosos y aisló sistemáticamente a los viajeros y barcos en el puerto durante 30 días, periodo llamado trentina. En 1377, fue en el puerto de la República de Ragusa (Dubrovnik) donde se realizó la que generalmente se considera la primera cuarentena, en este caso, a los viajeros por tierra. El aislamiento también se extendió a 40 días en Marsella (1383), Venecia (1403) y Mayorca (1471). El desarrollo de estas medidas se exportó al resto de Europa en el siglo XV y XVI.
Aunque la práctica comenzara en la república recientemente independizada de Venecia, la palabra cuarentena proviene del veneciano del siglo XVI quaranta giorni, "cuarenta días". Se barajan distintas posibilidades que explican la elección de ese periodo. Una es que se basase en las teorías de Hipócrates y los 40 días permitiesen distinguir entre las formas agudas y crónica de la enfermedad. También pudo relacionarse con la teoría pitagórica de números. Otra explicación pudo ser bíblica, ya que Jesús vagó 40 días por el desierto.
Además, la razón del aislamiento no es porque creyesen en la transmisión entre las propias personas, sino para evitar la corrupción atmosférica causada tanto por el cuerpo como por el alma. No obstante, Girolamo Fracastoro comenta en De contagione et contagiosis morbis (1546) que los contagios podrían deberse a pequeñas semillas que una persona pasa a otra, aunque pudo basarse en teorías ya populares por entonces.
Las cuarentenas no eran bien recibidas. Los ricos solían irse de las ciudades, incluso cuando se creaba un impuesto exclusivo para los que huían, y los pobres que no podían abandonarla amenazaban con rebelarse. En general, los comerciantes y los trabajadores eran quienes más se oponían a las cuarentenas. Para evitar los conflictos, se acordaba limitar las restricciones, como fumigar la mercancía local, como la lana y el algodón, en vez de destruirla. Los impuestos para obtener fondos para contener la epidemia tampoco eran bien recibidos. La iglesia también jugó en contra, ya que las autoridades debían evitar las procesiones y señalaban que la experiencia era más práctica que la fe para combatir la propagación. También se llegó a acusar de herejía las restricciones de asuntos eclesiásticos.
En el siglo XVI, los barcos obtenían certificados de salud que declaraban que el último puerto visitado estaba libre de la peste. Si además tenían el visado del cónsul del país de destino, podían usar el puerto sin cuarentena.
Con todo, a pesar de no comprender el mecanismo de propagación, la interrupción del bienes, barcos y equipaje, con cientos de puntos de control, contuvo la enfermedad y la transmisión de la tercera pandemia proveniente del imperio otomano.
Las ciudades-estado comenzaron a impedir el acceso de ciertos colectivos, como comerciantes, leprosos y judíos. Romper este cordón sanitario conllevaba la pena de muerte, impuesta por los guardias armados en los accesos a la ciudad y sus rutas de tránsito. Los sanos y los enfermos se separaban inicialmente en los campamentos improvisados, aunque los detalles particulares del aislamiento variaban de una ciudad a otra.
Primeras cuarentenas
La cuarentena más antigua que se conoce sucedió en el 532 d.C., cuando el emperador Justiniano decretó que la gente de zonas contaminadas que quisieran entrar en la ciudad de Constantinopla debían purificarse en localidades especiales y recibir un certificado de salud. En el 1127 aparece el primer caso de cuarentena de 40 días en VeneciaCuando llegó sur de Italia en 1347, no se permitió que atracaran barcos de zonas sospechosas. El 20 de marzo de 1348, Venecia cerró el puerto a todos los barcos sospechosos y aisló sistemáticamente a los viajeros y barcos en el puerto durante 30 días, periodo llamado trentina. En 1377, fue en el puerto de la República de Ragusa (Dubrovnik) donde se realizó la que generalmente se considera la primera cuarentena, en este caso, a los viajeros por tierra. El aislamiento también se extendió a 40 días en Marsella (1383), Venecia (1403) y Mayorca (1471). El desarrollo de estas medidas se exportó al resto de Europa en el siglo XV y XVI.
Aunque la práctica comenzara en la república recientemente independizada de Venecia, la palabra cuarentena proviene del veneciano del siglo XVI quaranta giorni, "cuarenta días". Se barajan distintas posibilidades que explican la elección de ese periodo. Una es que se basase en las teorías de Hipócrates y los 40 días permitiesen distinguir entre las formas agudas y crónica de la enfermedad. También pudo relacionarse con la teoría pitagórica de números. Otra explicación pudo ser bíblica, ya que Jesús vagó 40 días por el desierto.
Método de transmisión
Además, la razón del aislamiento no es porque creyesen en la transmisión entre las propias personas, sino para evitar la corrupción atmosférica causada tanto por el cuerpo como por el alma. No obstante, Girolamo Fracastoro comenta en De contagione et contagiosis morbis (1546) que los contagios podrían deberse a pequeñas semillas que una persona pasa a otra, aunque pudo basarse en teorías ya populares por entonces.
Oposición
Las cuarentenas no eran bien recibidas. Los ricos solían irse de las ciudades, incluso cuando se creaba un impuesto exclusivo para los que huían, y los pobres que no podían abandonarla amenazaban con rebelarse. En general, los comerciantes y los trabajadores eran quienes más se oponían a las cuarentenas. Para evitar los conflictos, se acordaba limitar las restricciones, como fumigar la mercancía local, como la lana y el algodón, en vez de destruirla. Los impuestos para obtener fondos para contener la epidemia tampoco eran bien recibidos. La iglesia también jugó en contra, ya que las autoridades debían evitar las procesiones y señalaban que la experiencia era más práctica que la fe para combatir la propagación. También se llegó a acusar de herejía las restricciones de asuntos eclesiásticos.
En el siglo XVI, los barcos obtenían certificados de salud que declaraban que el último puerto visitado estaba libre de la peste. Si además tenían el visado del cónsul del país de destino, podían usar el puerto sin cuarentena.
Abusos
Para el siglo XVIII, los periodos de la cuarentena eran variables según el país, reteniendo a los viajeros mientras disfrutaban de las restricciones burocráticas y donde la desinfección de las cartas era usaba como recurso de espionaje político. No habría deseos de estandarización de estos periodos hasta el siglo XIX en la Primera Conferencia Sanitaria Internacional de París en 1851, aunque no fue hasta 1893 cuando se llegó a un acuerdo entre Europa y los Estados Unidos.Con todo, a pesar de no comprender el mecanismo de propagación, la interrupción del bienes, barcos y equipaje, con cientos de puntos de control, contuvo la enfermedad y la transmisión de la tercera pandemia proveniente del imperio otomano.
Fuentes
- Tognotti, E. (2013). Lessons from the history of quarantine, from plague to influenza A. Emerging infectious diseases, 19(2), 254.
- Nie, W. (2015). The Origin of Quarantine. Global Partners in Education Journal, 5(2), 24.
- Porter, D. (1999). Health, Civilization And The State: A history of public health from ancient to modern times. Routledge.
- Gensini, G. F., Yacoub, M. H., & Conti, A. A. (2004). The concept of quarantine in history: from plague to SARS. Journal of Infection, 49(4), 257-261.