La autómata que Descartes construyó por amor
En 1635, dos años antes de que publicara Discurso del método, donde se encuentra la famosa locución "Pienso, luego existo" (Cogito ergo sum), René Descartes tuvo una hija con Helena Jans van der Strom, una criada neerlandesa de Thomas Sergeant, durante su estancia en Ámsterdam. A pesar de ser referida como ilegítima, aunque en su bautismo reza lo opuesto, decidió vivir con su amante y su hija Francine en Leiden de 1636 a 1637.
Desgraciadamente, a los cinco años, cuando iba a enviarla a Francia para educarla, contrajo la escarlatina y murió. Esto cambió su forma de ver el mundo y dejó de centrarse en la medicina para buscar respuestas universales. Se dice que, incapaz de superarlo, Descartes construyó una intrincada automáta supuestamente indistinguible de su hija. Los relatos cuentan que siempre viajaba con ella e incluso dormía junto a su cama guardada en una especie de ataúd.
En 1646, Descartes fue llamado por Cristina de Suecia a su castillo, enviándole un barco. Se cuenta que no fue un viaje placentero porque cruzaron una tormenta. Por si no fuera lo bastante inquietante, los supersticiosos tripulantes debían escuchar a Descartes hablar solo en su camarote por la noche. Sospechando de brujería, un tripulante o el capitán irrumpió en su camarote mientras dormía, abrió el ataúd y se horrorizó con lo que vio. Según algunos relatos, la autómata se sentó por su cuenta. Asustados, los tripulantes se llevaron a la autómata a cubierta donde la destrozaron y arrojaron al mar. En una versión, el capitán la arrojó porque funcionaba tan bien como una mujer con alma.
Se desconoce si realmente existía una historia previa sobre la hija autómata de Descartes o si la inventó Argonne para limpiar le reputación de Descartes por su hija ilegítima, según la biografía de Adrien Baillet. En El mundo, Descartes habla sobre los autómatas hidráulicos en la cueva artificial del palacio real de Saint-Germain-en-Laye de Pratolino Tommaso Francini y Alessandro Francini. Se ha especulado que bautizó a su hija en su honor. De ser así, sería irónico que hubiera sido inmortalizada como una autómata.
La destrucción del autómata parece haber sido un motivo medieval recurrente. En Rosario della Vita (1373), el filósofo Alberto Magno construye una estatua de metal con la capacidad de hablar y razonar sin recurrir a las artes diabólicas o a la necromancia. Un día, un monje, que Alonso Fernández de Madrigal, "el tostado", identificó con su pupilo Tomás de Aquino en una versión posterior, fue a su celda y Alberto Magno no estaba. Su estatua le respondió y el monje, creyéndolo un ídolo de intenciones malvadas, lo destruyó. Cuando Alberto Magno volvió se enfureció porque había tardado 30 años en construirla. Cuando el monje le pidió que le perdonara y si podría volver a hacer otra, Magno respondió que pasarían 30 000 años antes de que volviera a construirse ya que no se puede volver atrás en el tiempo. Ambas son historias donde la obra de un genio es destruida por la ignorancia.
En 1892, el tebeo Bildungsroman de La Rôtisserie de la reine Pédauque de Anatole France, el alquimista Asterac está obsesionado con la ardiente salamandra. En él aparece la figura de Descartes, contándose el relato sobre su hija mecánica, que era una salamandra con quien trabó amistad, y cómo el capitán la arrojó en el mar de Holanda. Sin embargo, aquí la salamandra no puede ahogarse y vuelve con Descartes, acompañándolo hasta su muerte.
En La machine à assassiner (1923) de Gaston Leroux, un personaje menciona el relato sin cambios, salvo llamar Francine a la máquina. El artículo L’homme peut-il fabriquer un homme? (1935) de Louis d'Elmont en Le petit journal illustré comienza a cambiar detalles: la autómata era de metal, pronunciaba algunas palabras y fue un marinero quien la arrojó al mar.
El relato de Descartes, Alberto Magno y la cabeza de bronce de Roger Bacon sirven a John Sladeck para meditar sobre la destrucción de objetos artificiales en Roderick (1980). La historia se vuelve más prevalente en la década de 1990 inspirados por las obras de Derek J. De Solla Price, John Cohen y Leonora Cohen Rosenfield en la década de 1960.
Aunque descartó su veracidad, Derek J. De Solla Price declaró en Automata and the Origins of Mechanism and Mechanistic Philosophy (1964) que, según Nicolas-Joseph Poisson, Descartes quiso construir en su juventud varios autómatas, pero que construyó una bella autómata rubia llamada Francine. En Human Robots in Myth and Science (1966), John Cohen acusa a un viajero de avisar al capitán. Finalmente, Leonora Cohen Rosenfield combinaría lo contado por Argonne y Anatole France, considerándola una salamandra y su amante.
A partir de aquí surgieron múltiples versiones de la historia donde se alteraba el año del viaje, el destino o incluso las intenciones de Descartes con la autómata.
Desgraciadamente, a los cinco años, cuando iba a enviarla a Francia para educarla, contrajo la escarlatina y murió. Esto cambió su forma de ver el mundo y dejó de centrarse en la medicina para buscar respuestas universales. Se dice que, incapaz de superarlo, Descartes construyó una intrincada automáta supuestamente indistinguible de su hija. Los relatos cuentan que siempre viajaba con ella e incluso dormía junto a su cama guardada en una especie de ataúd.
En 1646, Descartes fue llamado por Cristina de Suecia a su castillo, enviándole un barco. Se cuenta que no fue un viaje placentero porque cruzaron una tormenta. Por si no fuera lo bastante inquietante, los supersticiosos tripulantes debían escuchar a Descartes hablar solo en su camarote por la noche. Sospechando de brujería, un tripulante o el capitán irrumpió en su camarote mientras dormía, abrió el ataúd y se horrorizó con lo que vio. Según algunos relatos, la autómata se sentó por su cuenta. Asustados, los tripulantes se llevaron a la autómata a cubierta donde la destrozaron y arrojaron al mar. En una versión, el capitán la arrojó porque funcionaba tan bien como una mujer con alma.
Una fantasía
La historia apareció por primera vez en Mélanges d’histoire et de littérature (1699) del monje cartujo Bonaventure d’Argonne (1634-1704) bajo el pseudónimo Vigneul-Marville y cuyo nombre original era Nöel Argonne. Aunque conservador defensor de Luis XIV y defensor de la iglesia, Argonne apoyaba la filosofía de la época y era admirador de Descartes. En su obra menciona que un cartujo le informó que esta historia era un cuento chino de los enemigos de Descartes cuando este hizo autómatas con gran dedicación para demostrar que los animales no tienen alma y no son más que máquinas extremadamente complejas que reaccionan a estímulos externos. El cartujo añadió que el capitán del barco abrió su cofre, donde vio la criatura que se movía como si estuviera viva y la arrojó al mar.Se desconoce si realmente existía una historia previa sobre la hija autómata de Descartes o si la inventó Argonne para limpiar le reputación de Descartes por su hija ilegítima, según la biografía de Adrien Baillet. En El mundo, Descartes habla sobre los autómatas hidráulicos en la cueva artificial del palacio real de Saint-Germain-en-Laye de Pratolino Tommaso Francini y Alessandro Francini. Se ha especulado que bautizó a su hija en su honor. De ser así, sería irónico que hubiera sido inmortalizada como una autómata.
La destrucción del autómata parece haber sido un motivo medieval recurrente. En Rosario della Vita (1373), el filósofo Alberto Magno construye una estatua de metal con la capacidad de hablar y razonar sin recurrir a las artes diabólicas o a la necromancia. Un día, un monje, que Alonso Fernández de Madrigal, "el tostado", identificó con su pupilo Tomás de Aquino en una versión posterior, fue a su celda y Alberto Magno no estaba. Su estatua le respondió y el monje, creyéndolo un ídolo de intenciones malvadas, lo destruyó. Cuando Alberto Magno volvió se enfureció porque había tardado 30 años en construirla. Cuando el monje le pidió que le perdonara y si podría volver a hacer otra, Magno respondió que pasarían 30 000 años antes de que volviera a construirse ya que no se puede volver atrás en el tiempo. Ambas son historias donde la obra de un genio es destruida por la ignorancia.
Cambios
Tras un siglo, Isaac D'Israeli publica Curiosities of Literature (1791) donde cuenta la historia donde el capitán neerlandés supersticioso arroja a la hija mecánica de Descartes, pero aquí es de madera. La historia continúa apareciendo ocasionalmente con cambios puntuales hasta el siglo XIX. Entonces se vuelve a los orígenes y Jacques-André Emery cita textualmente la versión de Argonne en Pensées de Descartes sur la religion et la morale (1811) y Louis-Gabriel Michaud niega la existencia de una hija ilegítima en Biographie universelle, ancienne et modern (1814).En 1892, el tebeo Bildungsroman de La Rôtisserie de la reine Pédauque de Anatole France, el alquimista Asterac está obsesionado con la ardiente salamandra. En él aparece la figura de Descartes, contándose el relato sobre su hija mecánica, que era una salamandra con quien trabó amistad, y cómo el capitán la arrojó en el mar de Holanda. Sin embargo, aquí la salamandra no puede ahogarse y vuelve con Descartes, acompañándolo hasta su muerte.
Siglo XX
En la cuarta década del siglo XX, en Gran Bretaña se publicó la enciclopedia para jóvenes Newnes’ Pictorial Knowledge, donde menciona la historia de D'Israeli y por primera vez se muestra una ilutración. Sin embargo, aquí se menciona que se la enviaba a un amigo y no dice si él la acompañaba. En algunas versiones de la historia, Descartes es un fraude que obliga a su hija a hacerse pasar por una máquina.En La machine à assassiner (1923) de Gaston Leroux, un personaje menciona el relato sin cambios, salvo llamar Francine a la máquina. El artículo L’homme peut-il fabriquer un homme? (1935) de Louis d'Elmont en Le petit journal illustré comienza a cambiar detalles: la autómata era de metal, pronunciaba algunas palabras y fue un marinero quien la arrojó al mar.
El relato de Descartes, Alberto Magno y la cabeza de bronce de Roger Bacon sirven a John Sladeck para meditar sobre la destrucción de objetos artificiales en Roderick (1980). La historia se vuelve más prevalente en la década de 1990 inspirados por las obras de Derek J. De Solla Price, John Cohen y Leonora Cohen Rosenfield en la década de 1960.
Aunque descartó su veracidad, Derek J. De Solla Price declaró en Automata and the Origins of Mechanism and Mechanistic Philosophy (1964) que, según Nicolas-Joseph Poisson, Descartes quiso construir en su juventud varios autómatas, pero que construyó una bella autómata rubia llamada Francine. En Human Robots in Myth and Science (1966), John Cohen acusa a un viajero de avisar al capitán. Finalmente, Leonora Cohen Rosenfield combinaría lo contado por Argonne y Anatole France, considerándola una salamandra y su amante.
A partir de aquí surgieron múltiples versiones de la historia donde se alteraba el año del viaje, el destino o incluso las intenciones de Descartes con la autómata.
Fuente
- Kang, M. (2017). the mechanical daughter of rene descartes: the origin and history of an intellectual fable. Modern Intellectual History, 14(3), 633-660.