El reino de Sarasa, o por qué se consideraba a Cádiz una ciudad de homosexuales

Teniendo en cuenta el público del blog, es posible que muchos ni siquiera sepáis donde está Cádiz, pero esta ciudad española goza de varios tópicos. Por una parte, que sus habitantes son muy chistosos, como en general también se suele decir de los andaluces, pero por otra que es una ciudad de afeminados o invertidos. Este es un tópico histórico ya no tan habitual, pero que aún se oye, especialmente cuando los gaditanos de la provincia, que cecean, hablan del seseo de la capital.

Como tópicos que son, se han llegado a exagerar hasta el hartazgo, pero eso no quiere decir que no tengan razón de ser. Al igual que Cádiz no tendría su Carnaval si fuera una ciudad de sosainas, no se hablaría de homosexuales si no los hubiera. No obstante, el origen de esta asociación entre Cádiz y la homosexualidad está en una aparente máquina del fango, como la llamaba Umberto Eco. Es decir, el uso de la difamación como arma periodística difícil de combatir y cuyos efectos pueden perdurar indefinidamente.

Popularización del tópico

El temido artículo

Adolfo Suárez de Figueroa. Imagen proporcionada por esteponaensuhistoria.com
El diputado malagueño, periodista y director del periódico El Nacional Adolfo Suárez de Figueroa y Ortega publicó el artículo El reino de Sarasa el 17 de octubre de 1898. Sin dar nombres, acusaba a un gobernante civil de una de las provincias andaluzas más importantes de obtener 4000 pesetas anuales del juego, entonces ilegal, y de ofrecer los reconocimientos facultativos y el pago de cartillas sanitarias de 5 pesetas al mes a los prostitutos, al igual que se hacía con las prostitutas. Era evidente que una noticia que tocara corrupción política y prostitución homosexual no podía ser igorada, por lo que no solo llegó a ser la comidilla entre los ciudadanos, sino que hizo temblar al gobierno y llegó a tener alcance internacional.

Aunque no señalaba a nadie en particular, al mencionar los importantes parentescos del gobernador, sugería a Pascual Ribot Pellicer como culpable. Resultaba que el entonces gobernador civil de Cádiz era esposo de Margarita Maura y Montaner, hermana de Antonio Maura y Montaner, entonces miembro de la facción gamacista del Partido Liberal. A su vez, su hermana Margarita Ribot Pellicer era esposa de Gabriel Maura y Montaner, hermano de los dos anteriores. Por último, este era cuñado de Germán Gamazo y Calvo, miembro del Partido Liberal y ministro de fomento del gobierno de Sagasta.

Al día siguiente de la publicación de la noticia, Pascual Ribot había llegado a Madrid desde Cádiz para sustituir inminentemente a Ramón Larroca y Pascual como gobernador civil de Barcelona. Enterado de la noticia, envió una carta que se publicó en El Correo negando las acusaciones y mostró su perplejidad de que El heraldo de Madrid, dirigido por Augusto Suárez de Figueroa, hermano de Adolfo, compartiera tales calumnias.
Augusto Suárez de Figueroa, hermano de Adolfo. Proporcionada por esteponaensuhistoria.com

El Nacional alegó que la censura bélica aplicada por el general Chinchilla, gobernador militar de Castilla la Nueva, paralizó la publicación de las pruebas. Entonces respondió publicando un facsímil de las supuestas cartillas y las acusaciones de Juan Sánchez Lozano, gobernador civil de Guadalajara, y de Luis Ojeda Martín, diputado republicano por Algeciras. El día 20 publicó, eludiendo la censura, una "Hoja Nacional Extraordinaria" donde volvía a acusar y a quejarse de la censura del general. Este último encargó el secuestro, apoyado de facto por el gobernador civil de Madrid, de la hoja que llevaba dos horas circulando en las estaciones de trenes de la capital y que se vendía por 1 peseta, la suspensión de El Nacional y el ingreso en prisión a la madrugada siguiente de Suárez de Figueroa.

No obstante, Adolfo no pasó encerrado mucho tiempo. No solo defendió su inmunidad parlamentaria, sino que su hermano Augusto informó a Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo y presidente del congreso, que se reunió con Práxedes Mateo Sagasta y las minorías del parlamento, acordando tanto la liberación del periodista como la reanudación de El Nacional. Adolfo respondió inmediatamente denunciando al general Chinchilla de detención ilegal.

Mientras tanto, el mismo día 20, antes de la detención de Adolfo, Ribot presentó su dimisión debido a las opiniones del general Miguel Correa y García, ministro de la guerra; Alberto Aguilera y Velasco, gobernador civil de Madrid, y gran parte del consejo de ministros. El día siguiente publicó una carta en El Correo donde defendía:
  • Como decía en su primera carta, señalaba el descuido o posible implicación de un empleado subalterno del servicio de higiene que había cesado Ribot en el pasado al descubrir sus actos.
    • Añadía que la supuesta cartilla era un recibo firmado por este subalterno.
  • Compartía el mensaje telegráfico enviado a los diputados que le acusaban, pidiéndole las pruebas de lo que afirmaban.
  • Finalmente, las supuestas acusaciones de periódico gaditano de las que hablaba Figueroa sin mencionar el nombre de la publicación eran previas a su toma de posesión del cargo.
Ribot denunció a Suárez Figueroa por difamación, pero el día 21 solo asistieron al juicio los representantes del primero.

Víctimas colaterales

Canditatos al puesto de Gamazo.
Pero este terremoto mediático no solo afectó a la esfera política. Los doctores Monje y Meléndez, que se encargaban de la higiene especial de las prostitutas, visitaron el 21 a Fernando Ríos Acuña, presidente de la diputación gaditana y, en ese momento, gobernador interino, para entregar un escrito de protesta donde defendían que ni por medio de la violencia les hubieran obligado a realizar un acto tal indigno como el que aseguraba El Nacional.

Para evitar que se pensara que iba a mover los hilos desde su posición para defender a Ribot, Gamazo presentó su dimisión como ministro de fomento, siguiéndole una cascada de dimisiones de gobernadores Civiles gamacistas. Irónicamente, tan solo 15 días antes, Gamazo había defendido que debía realizarse una auditoría ante los rumores de Gobernadores que obtenían ingresos del juego ilegal.

Estos hechos despertaron las sospechas de la conspiración. Los gamacistas pensaban que era una trama urdida por Segismundo Moret y Prendergast y crearían el periódico El Español, dirigido por José Sánchez Guerra, para denunciarlo. De hecho, los moretistas se encargaron de difundir la noticia por casinos, cafeterías, tranvías, teatros y hasta por la calle. También se rumoreaba que la noticia inicial era consecuencia de las investigaciones de un político de Barcelona en Cádiz que habría informado a Figueroa en Madrid para evitar que Ribot accediera al cargo en la Ciudad Condal. Incluso puede que la noticia inicial no fuera tan falsa, pues Sagasta declaró haber oído sobre los manejos del gobernador gaditano, pero que los interpretó como exageraciones.

Regreso y huída de Cádiz

El 25 de octubre, Ribot volvió a Cádiz con su familia y para obtener los recursos para afianzar su defensa. Sin embargo, esa misma tarde se reunieron en las principales calles entre 400 a 4000 personas, especialmente de las familias más ricas de la ciudad, para gritar frente a su casa "muera Ribot". La policía reprimió duramente a la multitud, aunque aclamaron a Juan de Zabala y Guzmán, duque de Nájera y gobernador militar de la provincia, por su intervención con la Guardia Civil y el ejército. Ribot y su familia huyeron hacia Palma de Mallorca el día siguiente, saliendo de Barcelona el día 30. La prensas aseguraba que recibieron manifestaciones de desagrado durante su trayecto y pasquines en su contra en Palma.

A pesar de todo, este suceso no fue su perdición, ya que no solo participó en una comisión de suplicatorio contra su acusador en febrero del año siguiente por delito de imprenta, sino también fue reelegido en las elecciones del congreso.

Sirvientes de mancebía

Esteta en La luz y la pintura (1901) de Cayetano del Toro.
Ahora bien, ¿significa todo esto que las acusaciones no tenían ninguna base? La realidad implica a las cartillas y al subalterno.

En la primavera y verano de 1898, con la repatriación desde Cuba llegaron 200 000 soldados y marineros a la capital gaditana. Dado que entonces Cádiz apenas contaba con poco más de 70 000 habitantes, se esperaban disturbios, por lo que se proporcionó a los gaditanos de unos documentos que certificaran su identidad. Este subalterno, previo pago, entregaba en las casas toleradas estos documentos como si fueran cartillas sanitarias o del impuesto comercial que establecían los reglamentos de higiene especial. En estas casas toleradas no solo habitaban las meretrices, sino también los llamados "maricas de burdel" o "sirvientes de mancebía". Estos no eran exclusivos de Cádiz, sino que se tiene constancia de que formaban parte de una subcultura tanto en varias ciudades españolas como del resto del mundo.

Estos tenían actividades y comportamientos diversos. Los "maricas de burdel", más propios de las clases populares, además de la prostitución tenían fama de extorsionar tanto a homosexuales como heterosexuales. Los llamados "estetas de burdel", más vinculados con la alta sociedad, usaban nombres y comportamientos femeninos para atraer a varones que no se consideraban homosexuales. En las casas toleradas, podían actuar de vigilantes o criados a cambio de protección.

Desprecio

Aunque se sabe que los soldados repatriados no les hacían ascos ni a la carne ni al pescado, estos sirvientes de mancebía no eran bien vistos. El reglamento de higiene de Cádiz prohibía la presencia de hombres afeminados en las casas toleradas, amenazando con cerrarlas si se reincidía en varias ocasiones, pero esa ley era papel mojado.

Las clases medias y altas asociaban la homosexualidad con todo tipo de males, como la enfermedad, el crimen y el abuso de menores. Los acusaban de difuminar las diferencias entre los sexos y de corromper a la sociedad. Incluso la separación por sexos de los colegios pretendía evitar que se influyeran mutuamente. Era una época donde no solo se temía las desviaciones sexuales, sino también la masturbación. Además, la pérdida de Cuba y Filipinas y este escándalo suponían para el público los signos de la decadencia de un imperio y de la degeneración de la raza, que comparaban a los berdaches amerindios.

No obstante, también fue una época de experimentación sexual que abandonaba las rígidas tradiciones de la época, no solo en relación con la homosexualidad, sino también en cuanto a las relaciones extramatrimoniales o la pornografía.

Fuentes

  • García, F. V. (2016). Los orígenes de una leyenda: Cádiz como ciudad de" invertidos"(1898). HISPANIA NOVA. Primera Revista de Historia Contemporánea on-line en castellano. Segunda Época, 1-23.
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