Evolucionaste para recibir puñetazos en la cara, especialmente si eres un hombre
Un puñetazo en la cara es una forma universal y directa de expresar desacuerdo. Probablemente precede a cualquier otra forma de comunicación, pues la proporción de la mano que hace posible flexionar efectivamente los dedos en un puño ya aparece en los primeros homínidos conocidos, casi coincidiendo con el inicio del bipedalismo.
Actualmente, en las peleas no profesionales, el puño como canal para transmitir un mensaje suele impactar sobre la cara del receptor. De hecho, aunque los huesos del la mano pueden fracturarse con un puñetazo, son lo suficientemente resistentes para fracturar los huesos de la cara con más frecuencia. Probablemente, esto fuera similar en la prehistoria. Al respecto, sabemos que el género Australopithecus ya se distinguía de los chimpancés, orangutanes y gorilas por sus anchas mandíbulas, que le habrían proporcionado una resistencia ante las torsiones y el cizallamiento. Esta robustez también estaba presente en el hueso cigomático de la mejilla y en su apófisis frontal en el borde externo del ojo. Sus huesos nasales, al ser menos prominentes que en los humanos modernos, también eran menos vulnerables. Posteriormente, el desarrollo de una cara más plana redujo el momento de fuerza de los golpes en el mentón y la nueva forma de la mandíbula facilitó que los músculos del cuello y aductores de la mandíbula limitaran el daño.
Aunque la mandíbula y otros huesos del cráneo fueron desarrollándose para contrarrestar la carga y tensiones durante la masticación, parecen preparados para una carga mucho mayor de lo que esta supone. Además, hay zonas que sufren poca tensión en la masticación pero que son más gruesas, especialmente si atendemos al dimorfismo sexual. En el caso de los primates machos, estas zonas más robustas son los márgenes orbitales, el hueso cigomático y la mandíbula. Por otra parte, los músculos masetero y temporal pueden producir más fuerza de la necesaria en la masticación, por lo que es probable que protejan la mandíbula durante los puñetazos, evitando que se disloque y que se fracture. Sin remontarnos a otra época, sabemos que los músculos de la mandíbula y del cuello se activan con un impacto para reducir el riesgo de una contusión. Incluso los músculos aductores de la mandíbula pueden proteger, aunque sea a una escala menor. Esta actividad muscular habría permitido mantener la boca cerrada para que los molares, que en el Australopithecus tenían más esmalte que en otros primates, transfirieran la fuerza desde la mandíbula al resto del cráneo. En contraste, los miembros del género Homo tenían menos dientes, más pequeños, con músculos más débiles y una mandíbula y mejillas más estrechas, pero también menos fuerza en el tren superior.
En general, aunque en humanos no parezca haber un dimorfismo sexual tan marcado como en otras especies de animales, los hombres parecen estar preparados para golpear y recibir golpes, lo que va en consonancia con su presencia mayoritaria en actos violentos. No solo es el tamaño y la fuerza general la que cuentan, sino que los músculos del cuello, que pueden proteger contusiones, son los que mayor diferencia de fuerza tienen respecto a las mujeres. Aparte, la barba podría absorber la fuerza de impacto en estas zonas vulnerables, siendo también posible que reduzca la fricción, aunque su evaluación en artes marciales mixtas revela que no parece que sean una ventaja.
Por lo tanto, se podría asumir que la selección sexual ha favorecido aquellas
características que permitan soportar un golpe en la cara. A esto le sumamos
que
la cara
también se convirtió en principal zona del cuerpo para identificar a un
individuo y sus características, sustituyendo al trasero que tenía un papel
más importante en los primates. De esta forma, saltaría a la vista quién podía
o no resistir golpes en la cara.
Fuentes
- Carrier, D. R., & Morgan, M. H. (2015). Protective buttressing of the hominin face. Biological Reviews, 90(1), 330-346.
- Beseris, E. A., Naleway, S. E., & Carrier, D. R. (2020). Impact protection potential of mammalian hair: Testing the pugilism hypothesis for the evolution of human facial hair. Integrative Organismal Biology, 2(1), obaa005.
Se masca un IgNobel en el aporte sobre de la barba.
El de la barba es el premio IgNobel de la paz de este año, pero leí el artículo y me pareció tan chorra como el tema de investigación.