¿Por qué a Prometeo se le regeneraba el hígado?

Por entregar el fuego a los mortales, el titán Prometeo fue encadenado en el monte Cáucaso y condenado a que un águila o un buitre devorara todos los días completamente su hígado. Para soportar la tortura, su hígado debía regenerarse. Aunque no de forma tan extraordinaria, el hígado humano también se regenera. ¿Quiere decir que los griegos conocían este mecanismo? También cabe preguntarse, ¿por qué le atacaba el hígado?

¿Quién es Prometeo?

En general, desde Hesíodo hasta Opiano de Anazarba, Prometeo era el hijo del titán Jápeto. En lo que no hay tanto consenso es en la identidad de su madre, que habitualmente eran las oceánides Clímene o Asia, pero también su abuela Gea o su tía Temis. Sus hermanos eran Menecio, alcanzado por un rayo de Zeus y encerrado en el Tártaro; Atlas, que acabó condenado a soportar los cielos, y Epimeteo, quien en su lugar condenó a la humanidad al aceptar el regalo de Pandora

Por su nombre, para los griegos representaba la previsión (Προμηθεύς, pro, "antes" y metis, "inteligencia"), en contraste con su impulsivo hermano Epimeteo. No obstante, su nombre podría estar ligado al sáncrito pra math, "robar". A través de esta relación, estaría conectado al hindú Matariswan, nombre del dios del fuego Agni en el Rigveda o un ser relacionado a este. Alternativamente,  Hesiquio de Alejandría lo llamó Ítax, considerándolo un heraldo de los titanes. 

Resumen de su historia


Aunque ayudó a los dioses olímpicos en la Titanomaquia, se trataba del clásico dios embaucador que transgrede las normas establecidas, usando su ingenio para poner a prueba sus límites. En Mecone, según la Teogonía de Hesíodo, sacrificó un gran buey. Por un lado, ocultó las vísceras, la carne y la grasa en su vientre, mientras que a los huesos los cubrió de grasa brillante para que lucieran apetitosos. Entonces, se los ofreció a Zeus pero este, aún conociendo el engaño, tomó la grasa blanca de los huesos. Esto pretendía explicar por qué a los dioses se les ofrecía los huesos en los sacrificios si se pretendía obtener su favor con ellos, mientras los humanos consumían la carne.

Como castigo por su insolencia, prohibió el uso del fuego a los hombres, para que tuvieran que comer la carne cruda como animales, pero cuando vio que alguien se lo había entregado, envió a la primera mujer, creación de Hefesto, a la tierra de los mortales, dando fin a la edad de oro. Por su parte, Prometeo sería encadenado al monte Cáucaso para que un águila o buitre devorara diariamente su hígado. Como se nos cuenta en Prometeo encadenado de Esquilo, Hermes le comunicó que Zeus también provocará el derrumbe de la cumbre de la montaña sobre él si no le revela quién será el que lo derroque, pero Prometeo no accede. Finalmente, Heracles mataría al ave y liberaría al titán, que obtendría la inmortalidad de Quirón, quien renunció a ella para morir, debido a que una flecha de Heracles empapada en el veneno de la hidra le había alcanzado y le provocaba un dolor insoportable.

Estos sucesos enseñaban por qué Zeus endurecía la vida de los humanos, que en cada edad era más miserable. Adicionalmente, mostraba como el Crónida vencía en su propio terreno incluso al más inteligente de los titanes, por lo que rebelarse no tenía sentido. No obstante, en la obra de Esquilo, Zeus es un tirano cruel y desconfiado, actuando a través de Cratos ("Poder") y Bía ("Fuerza").

Funciones


En base a este relato, se comprenden tres elementos relacionados de este dios embaucador: el fuego, el sacrificio animal y la capacidad de prever el porvenir y actuar en consecuencia. Esto no solo muestra cómo los humanos pueden obtener el favor divino por los sacrificios, sino también abría la puerta a la disciplina de la extispicina que, mediante la inspección de los órganos, pretendía responder afirmativa o negativamente sobre el destino de los hombres. En esta, lo primero que se realizaba era la hepatoscopia, la observación del hígado, pues se creía que en este residían los dioses.

Prometeo tuvo participación más allá de lo relatado por Hesíodo y Esquilo o las menciones de autores como Pseudo-Apolodoro. Además del uso de Prometeo por parte de Aristófanes en Las aves o por Platón en Protágoras, se conoce que, al menos desde el siglo V a.C., se le consideraba el creador de la humanidad. Una fábula atribuida a Esopo señala que creó a los humanos con barro y lágrimas, hecho que repitieron con variaciones los poetas cómicos griegos Menandro y Filemón y los autores romanos Ovidio, Cátulo, Horacio y Propercio.

Doble inmortalidad


La inmortalidad puede ser entendida de varias maneras. De la forma más sencilla, implica la vida eterna, siempre que no haya un obstáculo que la imposibilite, como un asesinato. Para superar esto, existiría la invulnerabilidad, que evitaría cualquier amenaza, pero que supondría un problema si esta proviene del propio cuerpo. En el caso de los dioses griegos, su inmortalidad está a otro nivel, pues teniendo vida eterna, podían ser heridos, despedazados o sometidos a otros poderes, pero su existencia permanecía. Hay multitud de ejemplos de ello: Siendo niños, los dioses olímpicos sobrevivieron a ser devorados por su padre; Tifón le arrancó los tendones a Zeus pero este se recuperó cuando Hermes se los devolvió; Zeus se tragó a su primera esposa Metis, engendrando a Atenea en su cabeza; los titanes descuartizaron a Dioniso y devoraron sus trozos, pero Atenea lo recreó a través de su corazón. Igualmente, los dioses disfrutaban de juventud eterna, a diferencia de Titono, cuya inmortalidad fue concedida por Zeus a petición de Eos, sin que esta le librara de envejecer. Con esto en mente, aunque no evitaba su sufrimiento, resulta evidente que la inmortalidad de Prometeo se extendía a sus órganos.

Sin embargo, aquí surge un problema. La inmortalidad y la regeneración hepática son una condición sine qua non tanto para soportar la tortura como para extenderla indefinidamente. A pesar de ello, recibe la inmortalidad de Quirón. Aunque las narraciones del relato pueden variar detalles, la inmortalidad de Prometeo es obligatoria, especialmente cuando pasarían trece generaciones para que naciera Heracles.

Tanto Quirón como Prometeo son personajes distinguidos por su inteligencia y la enseñanza que sufrieron de un dolor incurable del que no podían liberarse debido al privilegio de la inmortalidad. Ambos se ven privados de los placeres de la vida y su dolor es insoportable, a diferencia de las heridas que habitualmente sufren los dioses. Con su renuncia a la inmortalidad, Quirón toma el lugar de Prometeo en el inframundo, mientras este último asciende a los cielos.

Importancia del hígado

Para los antiguos griegos, el hígado tenía la misma importancia a la que posteriormente se le daría al corazón, ya que, antes de Aristóteles, se creía que era el origen de la sangre. Se consideraba la fuente de la vida y la divinidad, por lo que cualquier daño en el hígado se consideraba letal, como solían expresar los antiguos poetas. De hecho, en la Ilíada, Hécuba expresa su deseo de devorar el hígado de Aquiles para vengar la muerte de su hijo, sin considerar la condición semidivina del héroe. Esto también mostraba la faceta del hígado como centro de las pasiones, el deseo y las emociones, que debían ser sometidas por la razón situada en la cabeza para evitar caer en engaños.

Como cuenta Platón en Timeo, la adivinación a través del hígado compensaba la naturaleza del alma aperitiva que residía en este y que carecía de intelecto. Aunque en la adivinación griega el hígado era un órgano más, tanto en Oriente Medio como en Etruria tenía una posición especial. Esta práctica partió de Babilonia y Asiria, siendo transmitida a los griegos en el periodo orientalizante (s. VIII-VII a.C.), cuando los griegos se expandieron por el Mediterráneo y, a través de sus colonias, entraron en contacto con los pueblos de Oriente Medio. El mito de Prometeo que cuenta Hesíodo pudo haberse transmitido también en esta época, teniendo similitudes con el mito de Ziusudra, donde Enki advertía de las catástrofes que enviaba Enlil para acabar con los humanos.

Conociendo estos detalles, habría varias razones que justificarían el ataque del águila al hígado. En primer lugar, el engaño de Prometeo en el sacrificio en Mecone reflejaría cómo se habría dejado llevar por las emociones. En Prometeo encadenado, él mismo cuenta cómo enseñó la adivinación a la humanidad, donde el hígado tiene una posición destacada. Por último, el órgano devorado por el ave suponía el daño más letal que conocían los griegos. En definitiva, el titán se convertía en el sacrificio de Zeus para el ave, ofreciéndole el primer órgano que normalmente se tomaba en esta práctica.

Conocimiento anatómico


Los hígados usados en la hepatoscopia eran de animales, ya que se consideraba que, a diferencia de los humanos, no esperarían la muerte, por lo que no sufrirían un miedo que afectara a los signos premonitorios. Gracias a esta práctica, podían reconocer las alteraciones de los lóbulos hepáticos o la vena porta, que consideraban la puerta de la víscera, detalle que se ha conservado en su nombre. Es por ello que la regeneración nocturna del órgano en Prometeo podría interpretarse como un fenómeno observado por los griegos, pero nada más lejos de la realidad.

Del mismo modo que el uso compartido de un ojo por las Grayas no refleja un conocimiento de los trasplantes ni el renacimiento de Dioniso a través de su corazón es una muestra de la clonación, la milagrosa regeneración hepática de Prometeo no implica que los griegos conocieran esta función. Aunque el término griego hepar (ηπαρ, "hígado") se origina de la palabra hepaomai (ηπαομαι, "curar, reparar"), no se conservan testimonios que demuestren que los antiguos sabían de su capacidad regenerativa, ni siquiera en Hipócrates o en Galeno.

Descubrimiento moderno

La observación más antigua de la regeneración hepática fue del anatómico francés Jean Cruveihier (1791-1874) en su descripción de la cirrosis hepática (hepar acinosum), donde menciona el desarrollo de las zonas acinares (grains glanduleux) en contraste con la atrofia del resto del órgano. Posteriormente, para Theodor Ackermann (1825-1986), esta regeneración estaría limitada al tejido conjuntivo de los conductos biliares. Friedrich Theodor Frerichs (1819-1885) reconoció la hipertrofia en la hepatitis sifilítica, donde el parénquima, es decir, el tejido específico del órgano, crecía y reemplazaba lo perdido. No obstante, sería el patólogo alemán Emil Ponfick quien en 1890 observó que eliminar gran parte del hígado a conejos sin matarlos no alteraba la capacidad del hígado. Luego comprobó que el peso del hígado se recuperaba en cuestión de semanas. 

Durante el siglo XX, se estudió qué factores influían en esta regeneración, enfocándose especialmente en el flujo sanguíneo de la vena porta. En 1931, Higgins y Anderson serían pioneros en la hepatectomía en roedores, donde probaron que la extirpación de 2/3 del hígado se recuperaba en una semana. Nancy L. R. Bucher (1913-2017), con su estudios en ratas, demostraría que el hígado no necesitaba de células madre para regenerarse, sino que os propios hepatocitos maduros, entre otras células, se redirigían en el órgano restante. Por eso, aunque pueda recuperar el tamaño completo, el hígado no recupera sus lóbulos si los ha perdido. Gracias a ella, también conocemos la implicación de la insulina, el glucagón, las prostanglandinas, los factores de crecimiento y las interacciones locales entre células y los tejidos.

No fue una condena singular


En la Fócida y Eubea vivía Ticio, un gigante ctónico, hijo de Zeus y Elara. Para que Hera no descubriera su infidelidad, Elara ocultó a su hijo bajo tierra, donde Gea lo amamantó hasta que creció lo suficiente para que su cuerpo cubriera 9 acres. En otra versión, Ticio creció tanto antes de nacer que rompió el vientre de su madre, por lo que Gea terminó el embarazo. Siendo adulto, posiblemente animado por Hera, intentó violar a Leto cuando viajaba de Panopeo en la Fócide hacia Delfos. Oyendo sus gritos, sus hijos Apolo y Diana intentaron matarlo con sus flechas. Como era inmortal, Zeus lo ató en el inframundo, donde dos buitres se alimentaban de su hígado, que se regeneraba.

Este mito posiblemente sea más antiguo que el de Prometeo, siendo mencionado en la Odisea, primero por Radamantis y luego por el propio Odiseo, que lo ve en el inframundo. En contraste con Prometeo y Quirón, Ticio habría sido considerado el peor criminal para los adoradores de los olímpicos. Como ellos, su mito podría estar conectado pues su nieto Eufemo, argonauta, ve al águila de Prometeo volando en círculos en torno al Argo. 

En el caso de Ticio, los buitres podrían devorar su hígado por ser el centro de las pasiones y el deseo, sirviendo como una especie de castración. El símbolo del buitre y su posición en el inframundo resaltaban el desprecio al no diferenciarlo de un cadáver. A diferencia del águila de Prometeo, los buitres acudían cada Luna nueva. En la narración de Higino, en su lugar era una serpiente quien devoraba su hígado.

Fuentes

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