¿Por qué dejar propina es la norma en los Estados Unidos?


En Estados Unidos, la norma es dar propina del 20% de la factura a los hosteleros, repartidores, taxistas, peluqueros y otros empleados del sector servicios. No hay una obligación legal, sino la presión social de solidarizarse con trabajadores que malvivirían si solo dependieran de su sueldo, de presumir ante quienes dan menos o para evitar un mal servicio en el futuro. En Europa, esta obligación nos resulta extraña, pues aquí se entregan excepcionalmente, no como norma. Sin embargo, la costumbre surgió en el viejo continente.

Orígenes

Aunque se asegura que ya los romanos la prácticaban, se discute el origen de la propina, entre otras cosas, porque no se usa una definición común. Así, dar limosna a los mendigos para evitar que se apartaran de los caminos podía serlo para unos y no para otros. Como forma de pago adicional, see sugiere surgió en la Baja Edad Media, cuando el señor feudal las entregaba a sus siervos, ya sea al valorar su trabajo o por compasión por alguna dificultad, como ser familia numerosa o pasar una enfermedad. En Inglaterra, durante el siglo XVI, las propinas se depositaban en unas urnas en las cafeterías para ser atendidos antes, por lo que se entregaban antes y no después del servicio. La práctica se extendió en las regiones europeas donde una parte de la población estaba al servicio de las clases pudientes.

Imitación de Europa


Por el contrario, en Estados Unidos no era común esta división social. Los camareros y cocheros se consideraban empleados, no siervos, por lo que las propinas no se esperaban. Sin embargo, la situación comenzó a cambiar después de la guerra civil. Los americanos ricos, queriendo mostrar que habían viajado y conocían las viejas costumbres europeas, comenzaron a dar propina en los Estados Unidos. En la última década del siglo XIX, las propinas suponían una suculenta costumbre para muchos trabajadores. Apenas dos décadas después, la décima parte de los trabajadores del país estaban empleados en ocupaciones que podían beneficiarse de ellas. Ante este cambio de paradigma, quienes no se rindieron a las nuevas normas sociales sufrieron de parte de los trabajadores cuando volvían a ser atendidos, ya sea con un mal servicio o con sabotaje.

En Estados Unidos, la práctica tomó tal fuerza que las propinas eran mayores que en el viejo continente y muchos trabajadores derivaban gran parte de su sueldo de la generosidad. Aunque podía parecer un premio para el trabajador, supuso una pérdida cuando los jefes se llevaban un porcentaje o reducía su sueldo hasta el punto de cobrarles periódicamente por trabajar. Los sueldos negativos eran un procedimiento habitual en los restaurantes caros, donde el precio de los platos y el número de estos por comensal incrementaban enormemente la factura Como la propina estipulada se estimaba a partir de la factura, estas permitían pagar por el privilegio de trabajar.

Algunos guardarropas europeos y estadounidenses eran servicios llevados por empresas ajenas a los restaurantes y hoteles, por lo que debían pagar por operar. Para compensar, los trabajadores debían entregar las propinas a la empresa. Los uniformes sin bolsillos y la incentivación de chivarse de quienes se las quedaban mantenía el flujo de dinero fuera de las manos de los empleados. Lo mismo ocurría con los botones. En este caso, no podían entregar a su jefe las propinas en presencia de los clientes para que ignoraran este abuso y siguieran entregándolas. Afortunadamente, en Nueva York, tras una huelga en 1908, los botones en algunos hoteles de primera clase pudieron quedarse sus propinas.

Las propinas causaron el descenso de los salarios de los sobrecargos en los barcos y los porteadores en los trenes. Como las propinas podían ser demasiado bajas, los sobrecargos se las solicitaban a los viajeros, pero esto podía ser molesto, se les prohibió solicitarlas, aunque no aceptarlas. La única excepción a la norma eran los limpiabotas porque se consideraba que ofrecían un servicio personal no incluído en el billete. Los porteadores en los trenes debían llevar uniforme para distinguirse, pues tenían la competencia de trabajadores no pertenecientes a los ferrocarriles.

Oposición


Las propinas ya generaban rechazo en el siglo XIX, señalándose que los empresarios eran los únicos que ganaban con ellas al ahorrarse gran parte de los sueldos. Se defendía que creaba una clase de siervos que posicionaba desfavorablemente a los empleados respecto a los clientes, a quienes debían rogar gratificaciones. Aunque aquellos a favor defendían que hacerlo se notaba en la calidad del servicio, eran algo por lo que pagaban dos veces, pues su coste ya se incluía en la factura.

El rechazo consiguió que, en 1909, Washington fuera el primer estado en prohibir las propinas, considerando falta tanto darlas como recibirlas. En la siguiente década le siguieron Misisipi, Arkansas, Iowa, Carolina del Sur, Tennessee y Georgia, pero no fueron efectivas y acabaron derogadas entre 1913 y 1926. Por lo tanto, mientras en Europa desaparecía esta costumbre, en Estados Unidos se instauró la percepción de que era inútil oponerse.

Resumen

 


Fuente

  • Azar, O. H. (2004). The history of tipping—from sixteenth-century England to United States in the 1910s. The Journal of Socio-Economics, 33(6), 745-764.
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