Los ejércitos fantasmas del campo de batalla del mundo clásico


La guerra siembra el campo de batalla con sangre, derramada por los guerreros que pierden la vida prematuramente. En el mundo antiguo, especialmente cuando no obtenían sepultura, este tipo de muerte tenía consecuencias, pues las almas de los difuntos no eran capaces de aceptar su fin en este mundo y vagaban sin descanso. Por lo tanto, los campos de batalla podían estar habitados potencialmente por ejércitos fantasmales que revivían el conflicto.

Creencias grecorromanas


En la antigua religión romana registraban anualmente los prodigium, fenómenos paranormales y extraordinarios interpretados como presagios nefastos. En periodos turbulentos, prestaban especial atención y se registraban en mayor número, por lo que fueron adquiriendo una naturaleza premonitoria. Estos prodigios podían designarse como monstrum, ostentum, portentum o miraculum y su manifestación demostraba la alteración de la paz con los dioses (pax deorum) que mantenía el orden natural. La aparición de fantasmas era una clara ruptura de esta armonía, pues se consideraba una invasión desde el inframundo, donde debían estar.

Combates fantasmales

Antes de algunas batallas, se decía que vieron u oyeron combates en el cielo. En su Liber Prodigiorum, Julio Obsecuente contó que, en 154 a.C. se vieron armas voladoras en el cielo en Compsa y, en 163 a.C., se vieron (sic) trompetas tocando en el cielo de Cefalenia. Por otra parte, Tito Livio señala que, en el 173 a.C., en Lanuvio se vio una gran flota en el cielo. En la toma de Jerusalén del 70 d.C., Tácito asegura que, antes del ataque de Vespasiano, se vio a un ejército en el cielo, con armas en llamas, que envolvieron el templo. 

Estos conflictos no solo eran percibidos en el cielo, sino también en la tierra o desde esta. Obsecuente señala que en el 100 a.C. se oyó el rugido de las armas desde el inframundo y, en el 83 a.C., en la época de Sila, entre Capua y Vulturno, se oyó el estruendo de las armas de dos ejércitos, que lucharon durante días, arrancando arbustos y dejando huellas de caballos y hombres.Tito Livio contó que los ciudadanos romanos vieron un combate entre dos legiones en el monte Janículo, pero cuando volvieron armados, se habían desvanecido. Ambos autores mencionan barcos fantasmales visto en el río Tarracina, aunque Livio solía mostrar más escepticismo ante estos fenómenos.

Según Pausanías, en el campo de Maratón, por la noche, se oye el relincho de los caballos y el choque de las armas de quienes lucharon contra los persas, cuyos cuerpos posiblemente arrojaron a una fosa común. Este tipo de fenómeno también es mencionado por Filóstrato de Atenas en los campos troyanos, donde protegen a los granjeros que les propician. Según Damascio en Vita Isidori, Focio relataba que, en la época del emperador Valentiniano, se pudo ver y oír a los caídos ante los hunos en las puertas de Roma levantarse en espíritu y seguir combatiendo durante tres días. Esta obra citaría la ubicuidad de estas apariciones bélicas.

Esta batalla eterna de difuntos en un lugar concreto tampoco deja de recordar a la contada en el Hjaðningavíg, donde su líder los resucita cada mañana para seguir con la batalla.

Guerra psicológica

Esta creencia fue aprovechada en la batalla por soldados vivos. Según Herodoto, en la Tercera Guerra Sagrada, el vidente divino de Elis recomendó cubrir a los 600 mejores soldados focios y a sus armas con yeso para parecer pálidos cadáveres. Al atacar a los tesalios en medio de la noche, huyeron considerándolos monstruos o prodigios (τέρας, téras). Por el contrario, segun Tácito, las tribus germanas atacaron por la noche teñidos de negro, como si fueran sombras de difuntos (umbra feralis). Lucio Aneo Floro describió que los soldados de Fidenas avanzaron por la noche, con antorchas y trapos trenzados de múltiples colores para emular un ejército de furias para combatir la superioridad romana. En otro episodio citado por Tácito, son mujeres galas quienes corren entre los soldados, enloquecidas, con el pelo suelto y antorchas en las manos, como furias, y rodeadas de druidas con las manos en alto pronunciando oraciones terribles. Tito Livio había descrito un momento similar con los sacerdotes de los faliscos. En ambos casos, los soldados romanos huyen atemorizados, pero entran en razón cuando sus líderes ridiculizan su comportamiento.

Fuentes

  • Almagro, A. G. (2016). Umbra feralis exercitus: ejércitos fantasma en la historia de Roma. Revista de estudios latinos: RELat, (16), 11-24.
  • Bernstein, A. E. (2009). The Ghostly Troop and the Battle over Death: William of Auvergne (d. 1249) Connects Christian, Old Norse, and Irish Views. In Rethinking Ghosts in World Religions (pp. 115-161). Brill.
     

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