El bisonte europeo, lanzador histórico de mierda


Si Aquiles consiguió la gloria en batalla y ser recordado en la posteridad por sus hazañas en batalla, a pesar de morir joven, el bisonte, en contraste, fue inmortalizado por su huida escatológica. Esto le permitió una posición habitual en la mayoría de los bestiarios.

Presencia discreta en la antigüedad


Todo comienza en torno al 343 a.C. con Historia de los animales, donde Aristóteles nos habla de una criatura llamada bisonte (βόνασος, βόνασσος y βώνασος, bonasos) por los griegos o mónapo (μόναπος, monapos) por los peonios, pues se encontraba en el monte Mesapio, en la frontera entre Peonia y las tierras medas en Tracia. Aristóteles nos da una descripción inconfundible. Se trataba de una criatura con el aspecto y voz de un buey, pero más macizo, y con el tamaño de un toro. Señala que tiene una crín amarilla que le cubre los ojos, viendo mejor de lado, y le llega a los hombros pero que, a diferencia de los caballos, es más suave y adherida al cuerpo. Esta crín sería aspera en la parte alta y lanosa por debajo. Describía el resto de su pelaje con un color entre cenizo y rojo, diferente al de los alazanes, pues no es ni muy negro ni muy rojo. Destacó sus cuernos negros, de poco más de un palmo y el volumen de medio congio (~1,63 l), curvados y enfrentados entre sí, inútiles para defenderse. Prosigue comparándolo con otros bovinos, pues tampoco tiene dientes en el maxilar superior, tiene pezuñas partidas, patas velludas y una cola pequeña en relación con su tamaño.

Entonces, viene la porción que le dio la fama. Se le da caza porque su carne es deliciosa. Aunque su piel es resistente, y tan abundante para crear un lecho para siete personas, huye de los ataques hasta el agotamiento. Entonces se defiende coceando y expulsando a menudo heces hasta a cuatro brazas de distancia (~7,68 m), quemando el pelo de los perros, pero solo si ha defecado estando alterado. Por otra parte, durante el parto, las hembras se van al monte y crean un muro defensivo de heces, pues es un animal que produce gran cantidad de estiércol.

Este pasaje pasó mayormente ignorado durante siglos hasta que Plinio el Viejo incluyó un resumen en Historia natural. Saltándose los detalles, proporciona una imagen general, mencionando sus cuernos que no servían para combatir para justificar su necesidad de huir y expulsar sus excrementos a una distancia de hasta tres yugadas, quemando a los animales como el fuego. En De natura animalum, Eliano añadiría que el nombre peonio sería monops y su acre hez podía ser letal. Dos siglos después, en De mirabilis mundi, Solino volvería a mencionarlo, pero lo situaría en Frigia, llamándolo bonacus, describiéndolo con cuernos retorcidos como un carnero y unas heces que queman todo lo que tocan.

Reaparición en los bestiarios


Entre estos cuatro autores hay un lapso de casi ocho siglos de diferencia. Parecía tratarse de una bestia que no generaba gran interés, a pesar de su peculiar defensa. Por supuesto, tampoco valía para ningún simbolismo moralizante. En Physiologus latino del siglo V, el predecesor de los bestiarios medievales, no aparecía. Tampoco en aquellos bestiarios de la primera familia, que expandían sobre este con los textos de Etimologías de Isidoro de Sevilla. En cambio, ocurrió algo peculiar.

Por otra parte, en algunos de los bestiarios derivados de la versión B del Physiologus latino, comenzó a aparecer el bonnacon o bonacon con textos copiados de la entrada de Solino del bonacus. En algunos bestiarios de la segunda familia, originados en Inglaterra en las décadas de 1160-1170, volvió a cambiar de localización, pasando de Frigia a Asia. Entonces, su defensa ya no era sólida, sino de gases ignífugos que se extendían hasta tres acres. En cambio, es curioso que en los mapamundis de Hereford y Ebstorf del 1300 se muestre en Frigia o su vecina Panfilia. No obstante, otros lo mostraban en los límites del ecúmene, el mundo conocido.

Posteriormente, en algunos bestiarios de la tercera familia, que añadían textos de Distinctiones de William de Montibus, llegaron a añadir relatos moralizantes que comparan al animal con una ramera, citando a Jeremías 3:3: "Por esta causa las aguas han sido detenidas, y faltó la lluvia de la tarde; y has tenido frente de mala mujer, ni quisiste tener vergüenza".

Identidad múltiple


Gracias a los textos de Avicena y al redescubrimiento de las obras de Aristóteles a través de la traducción del árabe por Miguel Escoto, se aumentaría el alcance del conocimiento natural. En este periodo, las habilidades del bisonte serían aplicadas con variaciones a otras criaturas. Esto se debía a que circulaban independientemente las descripciones de Aristóteles y Solino, como si no se tratara de la misma criatura y, además, tenían que lidiar con los cambios producidos en las sucesivas traducciones. No obstante, eso no explica todos los cambios.

En Otia imperialia, escrito para entretener a Enrique Plantagenet el Joven, Gervasio de Tilbury nos habla del onagro. Ahora bien, mientras en las descripciones de Varrón en De re rustica, los onagros macho evitaban la competición sexual arrancándole los testículos a los onagros más jóvenes, aquí cuenta una historia que recuerda más a la del bisonte. Presenta al onagro viviendo en Polonia, con cornamentas como los ciervos y naturaleza melancólica. Por ello, tienen una sequedad innata y necesitan beber mucho. Esto explica que, al oír los cuernos de los cazadores, se dedica a beber en grandes cantidades para compensar la sequedad obtenida al correr. Pero eso no es todo. Cuando los perros los acorralan, expulsan un chorro cegador de agua por sus orificios nasales.


En De proprietatibus rerum, Bartolomeo Ánglico habla del loz que habita en los pinares y abetales de las montañas bohemias, con los osos, ciervos y bisontes, que tiene el tamaño de un buey, defendiéndose con un ancho cuerno y calentando el agua que bebe en una enorme vejiga bajo el cuello, escaldando a los perros y cazadores a los que dispara con ella.

De animalibus de Alberto Magno es un batiburrillo donde el bisonte aristotélico aparece en varias ocasiones. En el libro XII, habla de un bovino salvaje, que no nombra, incapaz de defenderse con los cuernos que arroja excrementos pegajosos con precisión a los ojos de sus perseguidores. En el libro XXII, toma la descripción del bonachum de Tomás de Cantimpré, que a su vez se basa en Solino. Ambos autores contemporáneos también mencionaron al henichires (henychiros, benitheres) y los zubrones o thubrones. El henichires defecaba a distancia cuando estaba debilitado, mientras el zubr bohemio defecaba al huir pero corría tan rápido que podía girarse para clavar las heces en sus cuernos antes de que cayesen al suelo para lanzarlos con ellos. Por último, para Tomas de Cantimpré, el toro indio (bubalus) también arroja sus heces. Previamente, su feroz respiración habría evitado su doma. Esto se basaba en la descripción de Solino, donde el toro indio se retorcía sus cuernos flexibles, su piel desviaba las lanzas y perdía el aliento completamente cuando era capturado. A su vez, esto provenía de la Eneida de Virgilio, donde arrojaban sus vidas...y Tomás de Cantimpré interpretó que lanzaban otra cosa.

Mescolanza de fuentes


De esta manera, se tenían a criaturas sospechosamente similares. Unas, ya sea a través de Aristóteles o Solino, partían de la misma base. Otras, se situaban en algún lugar indeterminado de Asia, en los límites del mundo conocido, o concretaban que vivían en la India. Por último, estrategias similares fueron adoptadas supuestamente por animales reales o imaginarios en el seno de Europa. En consecuencia, convertían con tanta facilidad como divergían o también podían intercambiarse indiscriminadamente. Seguramente, este desconcierto impidió que permaneciera sin identificar definitivamente. Entonces, era imposible desliar esta maraña de fuentes. Podría recurrirse al tópico de que en la Edad Media eran ignorantes pero, teniendo en cuenta que se escribieron manuales de caza donde describían las características de los excrementos según el animal, la dieta, su salud y época, ¿no sería lógico que un animal de gran tamaño y que defecaba en grandes cantidades debía ser identificado fácilmente?

Para terminar, señalar que esta defensa no es producto de ficción. Las garzas reales (Ardea cinerea) y el sisón común (Tetrax tetrax) defecan para defenderse de los halcones.

Fuentes

  • Block Friedman, J. (2022). A bonnacon’s defensive tactics in medieval natural history. Archives of Natural History, 49(1), 12-26.
  • Papp Reed, Z. (2021). Perpetual Preys: Pursuing the Bonnacon Across Space and Time. In Medieval Animals on the Move (pp. 121-149). Palgrave Macmillan, Cham.
  • PALLÍ, B. (1992). Aristóteles: Investigación sobre los animales.

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