Técnicas de navegación polinesias

Costa de una isla del Pacífico.

La polinesia comprende un área triangular en el océano Pacífico con sus vértices en Hawái, Nueva Zelanda y la isla de Pascua. Sus habitantes llegaron desde el Sudeste asiático y fueron colonizando las islas en distintas etapas hace miles de años, surcando extensiones descomunales. Sin embargo, cuando llegaron los europeos, ni siquiera tenían mapas. Entonces, ¿qué técnicas utilizaron para navegar con éxito?

Herencia perdida

Polinesios acercándose en barca y nadando a un galeón.

La colonización destruyó gran parte de la cultura polinesia, incluyendo los conocimientos sobre la navegación. Por eso, aquello que ha sobrevivido el suficiente tiempo para ser estudiado es una fracción de la sabiduría acumulada durante siglos. En muchas islas, esta sabiduría era transmitida de padres a hijos, desde que eran pequeños, con historias y charlas en la canoa. Cuando se considerara adecuado, se les enseñarían las estrellas, sus movimientos en el horizonte y su relación con las islas. Este conocimiento era exclusivo de las familias de navegantes y no se compartía ni con otras familias que ejercieran la misma disciplina, salvo que un joven no tuviera padre, tíos o abuelos.

Aprendizaje

Se enseñaban las estrellas, su ascenso y ocultamiento usando las vigas del edificio principal como referencia, como en el maneaba en Kiribati, o con rocas y corales sobre una estera, como en las islas Carolinas. Conforme avanzaba la instrucción, era importante que supieran tanto las estrellas que veían como las que estaban por ver. Para ello, los viajes de semidioses heroicos eran una útil herramienta pedagógica, transmitiéndose durante generaciones sin cambiar ni una palabra. También sería necesario que aprendiese a evaluar las corrientes, predecir el tiempo y a encontrar rutas alternativas para salvarse de los imprevistos del mar. Los jóvenes se acostaban sobre las embarcaciones para sentir el oleaje y percibir sus cambios o asistían midiendo los constantes cambios de velocidad durante los viajes para determinar las distancias. No todos los navegantes de la Polinesia se fijaban en los mismos detalles, pues no todas las referencias eran universales, pero coincidía la necesidad de una memoria infalible y rápida para tomar decisiones sin demora. Por ello, disfrutaban de una posición privilegiada en la embarcación, donde pudieran ver el horizonte y sentir los vientos sin que interfirieran las velas, a babor, cerca de la popa.

La posición de navegante no era sencilla, pues requería memoria, orientación espacial, percepción, rapidez de pensamiento y una atención constante, pues no podía permitirse perder un signo clave por una distracción o por dormir más de la cuenta.

Técnicas

Estrellas

Constelación de Scorpius.

Como se puede intuir por su importancia en el aprendizaje, la principal herramienta del navegante son las estrellas. Obviamente, durante el día, usaban el Sol como referencia y, por la noche, el resto del firmamento. En el mapa de Tupaia pudimos ver que el Sol de mediodía servía señalaba al norte. Su posición variaba entre islas lejanas, la hora y la época del año, pero el navegante debía reconocer sus movimientos. Durante la noche, ciertas estrellas eran los puntos cardinales de una brújula cuyo centro era la embarcación, manteniéndose siempre visibles a una o dos de ellas. Aparte, se tenían en cuenta una ruta de sucesivas estrellas (kaveinga) con el mismo acimut, que iban apareciendo y desapareciendo en el horizonte, hasta llegar a aquella que señalaba la isla de destino (fanakenga). No se encontraban en línea recta, pero se recordaba las desviaciones respecto a la anterior usándose los dedos de la mano. No obstante, en el mar pueden cambiar las condiciones, por lo que estos caminos tenían desvíos a través de otras estrellas.

Mar

Mar con el Sol cerca del horizonte.

Siendo la constante del viaje, no podía desecharse la información que ofrecía el mar. De esta manera, igual que el viajero reconocía el camino por la geografía, la vegetación y las construcciones, el navegante advertía los detalles habituales en un océano aparentemente cambiante. Las diferencias de oleaje según la zona eran visibles desde la distancia y se sentían en la embarcación, sirviendo para situarse espacialmente, aunque las islas a las que se asociaban no fueran visibles. Cerca de la costa, las olas son más cortas y pronunciadas, en mar adentro están espaciadas y lentas y en los arrecifes suelen romper en zonas concretas. Determinar la intensidad y dirección del viento y las olas permitían decidir la ruta a tomar o predecir con días de antelación una tormenta. Esta percepción era útil para corregir el trayecto frente a la deriva propiciada por la corriente. Por otra parte, había marcas marinas (betia), como remolinos, la aparición de ciertos animales, las hojas o algas, que indicaban la posición, aunque algunas eran estacionales.

Islas

Atolón desde el espacio.

Salvo para llegar a los vértices del triángulo de la Polinesia, el itinerario de los viajes oceánicos no era únicamente una sucesión de estrellas, sino también de islas que se adentraba en la Micronesia, incluyendo algunas que convenía evitar incluso antes de ver sus arrecifes. En la mente del navegante, el área de estas islas de referencia (etak) se amplificaba a áreas de 50 km de radio. La embarcación se interpretaba como un punto fijo y el resto del mundo se movía a su alrededor. En este desplazamiento, estas áreas se acercaban a la embarcación y se observaban las características que la identificaban, como el movimiento de los grupos de aves migratorias, como los piqueros y charranes, especialmente al anochecer y al alba. 

La medición de la velocidad de viaje posibilitaba el cálculo de las distancias. Por eso, el momento de salida era importante para encontrarse en el momento justo con los signos identificativos de una isla y tener viento favorable. Como muchas islas eran pequeñas, sus signos podían ser imperceptibles, pero, al tener como objetivo a un grupo, los patrones se extendían a distancias más amplias. De esta manera, los cambios del oleaje por la refracción de las olas alrededor y entre las islas eran más reconocibles. 

Las nubes también parecen volverse más lentas al acercarse a tierra y cambian de forma con las cumbres volcánicas. El reflejo de los arrecifes húmedos, las arenas de coral, la vegetación o los atolones tienen distintos reflejos en las nubes sobre estas, sirviendo para asumir qué hay debajo desde la distancia.

Destello

Más allá de estos signos, hay uno que se escapa a la observación científica. Son unos destellos submarinos, conocidos como te lapa en las islas Salomón, te mata en Kiribati, Te Au Kanapanapa en Nueva Zelanda o ulo aetahi en Tonga, visibles bajo ciertas condiciones, usados para señalar la presencia de una isla a más de 50 kilómetros de distancia. Se sitúan a unos 45-180 cm bajo la superficie, con destellos duraderos desde tierra y cortos hacia ella. Estos destellos se aceleran al acercarse a tierra.

Con todo, aunque realizaran viajes oceánicos milenios antes que los europeos, sus técnicas no eran infalibles y eran más útiles para los viajes este-oeste que solían recorrer. Por eso, hasta el siglo XIII no alcanzaron Nueva Zelanda hasta el siglo XIII

Fuentes

  • Lewis, D. (1970). Polynesian and Micronesian navigation techniques. The Journal of Navigation, 23(4), 432-447.
  • Evans, J. (2011). Polynesian navigation and the discovery of New Zealand. Oratia Media Ltd.
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