Los puquios, maravillas de la ingeniería hidráulica andina
Los pueblos suelen situarse cerca de fuentes constantes de agua dulce, como ríos y lagos, por eso la permanencia de poblaciones en una región históricamente tan árida como Nazca resulta inusual. Apenas recibe lluvias, el caudal del río Grande y sus afluentes es inestable y la poca tierra cultivable está lejos de la costa, pero sus habitantes encontraron la manera de sortear este obstáculo.
Remedio contra la sequía
En torno al 400-500 d.C., en el periodo nazca intermedio temprano, durante una época de sequías, los pueblos que vivían en las zonas de los valles altos descendieron al valle medio, y viceversa. Era un territorio más seco donde cavar un pozo podría haber servido para extraer agua, pero no para irrigar los campos si carecían de bombas para extraerlas de manera constante. Necesitaban llegar a la capa freática y, al mismo tiempo, descender el agua hacia el exterior. Esto lo consiguieron gracias a los puquios, que aprovechaban la pendiente del valle de este a oeste, hacia donde la superficie está por debajo de la capa freática.
Los puquios son pozos horizontales que conectan con la capa freática, a varios
metros de profundidad en un extremo, y que descienden hacia un reservorio
(cocha) o irriga directamente los campos a través de las acequias.
Actualmente, muchos pueden recordar a los qanats o karez de oriente medio que
llegaron a la península ibérica durante la época musulmana, pero los puquios
tienen menor profundidad. Como atestiguó Reginaldo de Lizárraga en 1605, los
españoles tenían constancia de su existencia, pero probablemente los
modificaran para asimilarlos a los qanats.
Posiblemente, los puquios más antiguos sean los que forman una zanja abierta,
pero todos son estructuras que requieren mantenimiento. Muchos se han perdido
o se han cerrado para aprovechar el suelo en la superficie. Por debajo,
continúan como una galería con una serie de chimeneas u ojos hacia el
exterior, por los que se accede para restaurar la estructura y retirar
obstáculos. Estos están cubiertos de piedras sin mortero, por donde se filtra
el agua, y sostenido por vigas de madera de tamarugo (Prosopis chilensis), que requieren sustitución periódica, o de piedra. Las chimeneas u ojos,
aunque en las zanjas rellenas pueden ser cuadrados y estar enmarcados en
madera, habitualmente son pendientes espirales decrecientes con muros de
piedra para conservar la estructura. Algunos se tapan para evitar que caigan
desechos, pero también es común que resulte más sencillo cavar nuevas
chimeneas u ojos para continuar con el mantenimiento y permitir que entre el
aire y la luz. Para captar más agua, es común que los puquios estén
ramificados para cubrir un área mayor. Además de extraer este elemento de la
capa freática, también conecta con los ríos con secciones subterráneas.
Desgraciadamente, aunque sea una tecnología milenaria, muchos puquios se han abandonado o destruido. Las estructuras de madera son perecederas y puede ser perjudicial deshacerse de la vegetación para sustituirla. En algunas sequías importantes, incluso los puquios pueden dejar de abastecer, por lo que caen en desuso. Por eso, se cree que los 36 que se conservan tan solo son una fracción de los existentes en el pasado.
Más que unas herramientas
Aunque no tenían escritura, podemos conocer a través de la alfarería, las telas y los geoglifos el valor que otorgaban los pueblos andinos a los huacas, formaciones naturales sagradas, como Cerro Blanco o Cahuachi, donde emergían las aguas del suelo. Estos pueblos no se aseguraban los recursos naturales únicamente a través de su culto, sino también a través del control de la naturaleza y, por extensión, del mundo sobrenatural. En consecuencia, la creación de los puquios tiene un fin tanto práctico como religioso. Estos están relacionados a su vez con las famosas líneas de Nazca, pues actuaban como caminos para localizar fuentes de agua.
Fuentes
- Schreiber, K. J. (2006). Aguas en el desierto: los puquios de Nasca. Fondo Editorial PUCP.
-
Lasaponara, R., Lancho Rojas, J., & Masini, N. (2016). Puquios: The
Nasca response to water shortage.
The Ancient Nasca World: New Insights from Science and Archaeology,
279-327