¿Cómo conseguían los incas encajar perfectamente grandes piedras?

Al contemplar algunas construcciones incas, como las ruinas de Sacsayhuamán, es inevitable fijarse en lo bien que encajan las grandes piedras, entre las que apenas queda separación. Cuando llegaron los españoles, admiraron sus logros, al tiempo que despreciaron sus conocimientos arquitectónicos por ignorar el arco o no usar herramientas metálicas. Entonces, se decía que era obra del diablo; en el siglo XIX, se decía que fueron ayudados por gigantes, mientras que actualmente se señala a extraterrestres.

Todos están equivocados. Los incas construyeron estos monumentos por sí solos, con su propia arquitectura que no era primitiva, pues esta disciplina no sigue una progresión lineal obligatoria. A pesar de ello, su labor no deja de ser impresionante. Además, para apreciarla hay que comprender una forma de pensar que precedía a los propios incas.

¿Cómo encajaban perfectamente las rocas?


Los incas construían dos tipos de muros en base a la forma y disposición de las piedras. En primer lugar, construían con piedras aproximadamente rectangulares, colocándolas en hileras. Las líneas entre estas hileras apenas eran paralelas, por lo que si se presta atención, es fácil ver cómo se desvían. Estas piedras tenían juntas de soporte en sus caras horizontales para que la piedra superior encajara y no se deslizara. Por otra parte, están los muros de piedras poligonales, donde cada una tenía una forma y tamaño. Estas suelen ser las que más destacan, pues cada una encaja en un solo lugar. En los muros con estas distribuciones, estas piedras se apilaban sin ningún tipo de mortero, sino ensambladas por su forma y bajo su peso.

Ahora bien, ¿cómo lograban ese aspecto pulido y cómo completaban ese complejo rompecabezas? El proceso era simple, pero requería mucho tiempo, trabajo y mano de obra. Los incas mordisqueaban (kanini) la piedra en el propio lugar de construcción. No literalmente, sino que, con piedras de distintos tamaños usadas a modo de martillo, iban separando trozos de la piedra. Comenzaban con los más grandes hasta llegar a eliminar sucesivamente detalles más pequeños. Era un proceso de ensayo y error pues, si al colocarla en el muro no encajaba a la perfección, se retiraba las veces que hiciera falta para seguir tallándola. De esta manera, se construía el muro mordisqueado (kanij pirqa). En las rocas que dejaron los españoles en las ruinas de Sacsayhuamán, que originalmente tenían otras encima, se puede observar las marcas del tallado.



La importancia de la piedra y la naturaleza


Los incas consideraban que los humanos proveníamos de la tierra, deificada como Pachamama (Madre Tierra). En el mito, el dios creador  hizo a humanos de piedra cerca del lago Titicaca, enviándolos en parejas bajo tierra para que emergieran de cuevas, fuentes, ríos y manantiales por los Andes. Como cuenta la historia de los cuatro hermanos Ayar y sus esposas, los incas salieron a través de Tampu T'uqu, la central de las tres cuevas que conectaban con el mundo ancestral. En este mito, uno de los hermanos y su esposa son obligados a volver al provocar derrumbes, considerándose que su fuerza es una amenaza, mientras que otro de los hermanos queda como ídolo alado, que estará en contacto con Inti, el dios solar. Como salieron al mundo a través de cuevas y grietas, se cree que estos conectan con el mundo de los ancestros, tallándose cóndores, pumas y serpientes, entre otros animales, en sus entradas para señalarlo. Del mismo modo, si los ancestros salieron de estos lugares de origen (paqarisqa/paqarina/pacarina), las momias se colocaban en grietas en la tierra para que volvieran con ellos. Como además de "tierra", pacha significaba "tiempo", esta era un testigo del pasado y las rocas una intersección de distintas épocas.


Como los humanos vinieron de la tierra, los incas también contaban numerosos mitos de petrificaciones, que no eran necesariamente permanentes. Esto sirve para comprender que no se tenía una distinción entre lo vivo y lo inerte. Por ello, tenían una relación recíproca con Pachamama (Madre Tierra), pues esta les permitía cosechar sus frutos y a cambio recibía ofrendas. Los incas tenían una relación matrimonial con ella, donde la penetración del arado, el sembrado y la cosecha tenían un paralelismo claro con la cópula, la concepción y el parto. A su vez, la agricultura, el trabajo en la piedra, la ganadería o las obras textiles eran una demostración de la conquista sobre la naturaleza, un signo de su civilización frente a otros pueblos.

Esta conquista de la naturaleza distinguía su mundo civilizado del salvaje. Para los incas, la selva, las altas mesetas y cumbres eran lugares inhóspitos e indomables. Los anti y chunchu eran salvajes de la selva que no se integraban en la civilización, mientras los pastores qulla vivían en un territorio peligroso. En este territorio estaba Mama Huaca, el aspecto hostil de Pachamama que engañaba a hombres y niños con promesas de riqueza para devorarlos; la ambivalente Mama Qaqa (Madre Piedra), fértil y receptiva a la vez que hostil e impregnable; Urquyaya (Padre Colina), que seducía a las mujeres, y Urqumama (Madre Colina), que hacía lo mismo con los hombres.

Los huacas


Los incas no veían tanta diferencia entre la naturaleza y los humanos. Todos tenían una esencia inmutable (kamay/camay) que permanecía incluso si se modificaba o se mezclaba. En la propia naturaleza, había elementos inherentemente importantes, aunque su aspecto o material fuera ordinario. Estos eran los huacas, wacas o guacas, cuerpos de agua o formaciones geológicas que recibían veneración en forma de ofrendas. Servían como referencias a leyendas donde alguien se había cambiado su forma o había sucedido algo importante en un lugar. Como el aspecto no era importante, si no conocías la leyenda asociada, verla no te decía nada, pues no destacaban respecto al entorno.

En cambio, lo que permitía reconocer su importancia era el trato que recibía. En el caso de las rocas, los habitantes originales, eran tratados como humanos, recibiendo ropa y alojamiento. Su presencia juega con la separación de límites entre varios espacios que también tiene un papel sobrenatural en culturas con miles de kilómetros y milenios de distancia. Por eso, se pueden reconocer por tres rasgos no mutuamente excluyentes:

  • Enmarcadas: un bordillo de ladrillos o unos muros separaban el espacio profano del sagrado, donde se situaba la roca, como si fuera su propia casa.
  • Distancia: sin estar en la intemperie, se encontraban separadas de los edificios, marcando con el vacío con estos la separación y distinguiéndola con el contraste con el terreno abarrotado.
  • Contorneadas: no dejaban lugar para un espacio sagrado, sino que directamente bordeaban la roca, que podía estar integrada en alguna estructura.


El que las huacas fueran habitualmente rocas corrientes, sin que su aspecto o tallado afectara a su valor, no impedía que aquellas labradas también pudieran serlo, considerándose el trabajo un tipo de ofrenda. Tampoco imposibilitaba que tuviera alguna función práctica, aunque, a veces, solo era aparente, como las escaleras que no llevan a ninguna parte en la Tumba Real de Machu Picchu o los escalones y ventanas no funcionales en Intiwatana. Los nichos rectangulares, los canales, las plataformas, las cúpulas, los escalones o los gnómones podían ser huacas. De forma menos frecuente, se tallaban animales, como sapos, reptiles, monos, pumas u otros felinos. En algunos casos se combina la importancia de la roca y el agua, como el monolito de Saywite, que replica un pueblo con canales. 

Tipos de huacas

Aunque Pachamama es femenina, la mayoría de rocas destacadas se consideran masculinas y se asociaban con la virilidad. En cambio, las femeninas no son procreativas, como Cuni Raya Vira Cocha, envuelta en la espuma marina (viracocha), una metáfora del semen, pero infértil. Las ñustas (princesas) eran doncellas sin capacidad reproductiva, rocas con espíritus femeninos de la tierra. Algunas fueron castigadas por petrificación, como las mujeres que caminaron solas por la noche, algo sexualmente inmoral, o los amantes Acoitapia y Chuquillanto, que tenían un amor prohibido.

Wawqi

Cada gobernante tenía al menos un hermano (wawqi) petreo, que era alimentado, vestido, alojado, consultado en asuntos de estado y poseían tierras y criados. Los dioses también tenían uno, como Inti Guauque, situado en la plaza de Cuzco para quien no tuviera acceso a Ourikancha, el templo del Sol. Cuando el gobernante moría, las momias representaban su lado femenino y se alojaban junto a su wawqi, manifestación de su masculinidad, asociado con la guerra y el suministro adecuado de agua (el flujo de agua era análogo al semen). Ambos conectaban  con el mundo de los difuntos. Aunque Polo de Ondegardo dice que estos wawqi tenían el aspecto del difunto, Pedro Sarmiento de Gamboa y Bernabé Cobo dicen que podian tener aspecto de halcón o de pez.

Wank'a

Los dueños petrificados de los lugares (wank'a/huanca/guanca), como campos, pueblos y valles. Un mismo lugar podía tener un dueño del pueblo (wank'a markayuq) y un dueño del campo (wank'a chakrayuq), siendo héroes ancestrales que tomaron un territorio. Como la conquista era propia de hombres, siempre son masculinos. Aunque suelen ser piedras paradas, algunos tenían varios tronos por los que se movían. En el mito de los hermanos Ayar, Ayar Auca es un wank'a en el valle de Cuzco.

Saywa


Los mojones limítrofes (saywa/sayhua/sayua/sayba) que actuaban como testigos de una separación y recibían ofrendas cuando se pasaba de un lado a otro. Al situarse entre los incas y los chankas, su antiguo enemigo, el monolito de Saywite pudo ser uno, formando parte de su nombre.

Puruawqa

Los guerreros petrificados (Puruawqa/puruauca/purunawka) que defendieron Cuzco. Según la leyenda, cuando Wiracocha o su hijo Inka Pupanki/Pachakuti se enfrentaban a los chanka, estas rocas se reanimaron y expulsaron al enemigo, tras lo cual, volvieron a petrificarse. Según Santa Cruz Pachacuti, eran piedras vestidas como guerreros para engañar al enemigo animándose por la necesidad de la situación. Algunos pudieron acompañar a gobernantes en sus viajes.

Sayk'uska


Las piedras cansadas (sayk'uska/saicusca/saycuscca) eran piedras extraídas de las canteras que nunca llegaron a su destino. Las canteras eran lugares sagrados, pero se interpretaba que cuando las piedras se angustiaban por cambiar de localización, se negaban a cooperar con los constructores, por lo que quedaban junto a los caminos.

Sukanka

Los gnómones (sukanka/sucanca) que marcaban el paso del Sol (Inti), manifestando su movimiento o el paso del tiempo. Como se usaban para separar los años solares en meses lunares, eran importantes en el ciclo agrícola. En el horizonte de Cuzco, demarcaban los equinoccios. Pucuysucanca y chiraosucanca señalaban el comienzo del verano y del invierno, respectivamente, en el hemisferio sur.

Otras piedras destacadas

Piedras de eco

Encarnaciones de una montaña, cuyo poderoso espíritu (apu) controlaba el clima y vigilaba sus cuencas. Suelen parecerse vagamente a la montaña que representan. Así, al recibir ofrendas, los incas podían afirmar su control sobre estas enormes entidades, dominando la fertilidad de las cosechas, los rebaños y el bienestar social. 

Apachita


Las apachita, apacheta o cotorayaq rumi son las cumbres en cuyos caminos lo viajeros acumulaban piedrecitas deseando quitarse el cansancio. Martín de Murúa muestra que, además de plumas, conchas, coca masticada, maíz, sandalias gastadas, algunas recibían buenas telas, camélidos y niños. Algunas apachitas eran construcciones con mortero. Estos se sitúan numerosamente en los caminos, en lugares considerados auspiciosos,, y ocasionalmente replicaban a las montañas.

Illa

La mayoría de las mencionadas no tienen formas reconocibles, pero las illa son una excepción. Pueden tener formas de personas o animales, como la llama, siendo símbolos de buena fortuna. Entre sus orígenes, están los bezoares de camélidos u otros rumiantes o rocas golpeadas por rayos (illapa).

Fuente

  • Dean, C. J. (2010). A culture of stone: Inka perspectives on rock. Duke University Press.

 

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