Las raíces japonesas de las matrioskas
Éxito mundial
En Rusia, las primeras matrioskas se atribuyen al tallador Vasily Petrovich Zvyozdochkin y al pintor Sergey Vasilyevich Malyutin a comienzos de la última década del siglo XIX. Fueron financiados por Savva Mámontov, poderoso empresario del ferrocarril, en Abrámtsevo, donde montó varios talleres con artistas y artesanos donde captar el espíritu ruso. Su hermano Anatoly Mámontov y su esposa Maria Alexandrovna Mámontova tenían el taller de juguetes Detskoe vospitanie ("Crianza infantil") asociado con estos donde se produjeron las primeras matrioskas.
En la Exposición Universal de París de 1900, ganaron la medalla de bronce en la sección de juguetes educativos y se ganó el interés de Francia y Alemania, que pidieron gran número de matrioskas. Sérguiyev Posad, dedicada hasta entonces en la fabricación de objetos religiosos y recuerdos para peregrinos, tuvo que asistir a Abrámtsevo en su producción y se convirtió en 1904 en el principal fabricante. Su elaboración se extendió especialmente en el oeste de Rusia, mientras en Alemania y Japón aprovecharon su éxito para copiar estas figuras que generaban más atención entre europeos que entre los rusos. En la práctica, se convirtieron en embajadoras rusas, símbolos de las características propias, y estereotipadas, de la nación. Con la disolución de la Unión Soviética, tuvieron un renacimiento entre los turistas. Atrás quedó la uniformidad soviética de las matrioskas y se abrió camino a representar a cualquiera en estas figuras.
Tradición local japonesa
Los Mámontov coleccionaban arte popular de todo el mundo, conservándose en el museo de juguetes de Sérguiyev Posad unos muñecos insertados unos dentro de otros de su colección conocidos como fukuruma o fukuruji, representando a los siete dioses de la fortuna (七福神, shichi fukujin), de la zona kokeshi de Hakone, Japón. Las kokeshi son muñecas tradicionales de madera tan simples como un cilindro de madera para el cuerpo y una esfera para la cabeza, todo en una pieza, sin extremidades. Se producían en la región de Tohoku, la mitad norte de Honshu, la isla principal de Japón, donde también se fabricaban fukuruma.
En el siglo XV, Hakone era reconocida por sus productos en madera creados a partir de los árboles del monte homónimo. Desde el siglo XVII, Hakone vendía como recuerdos estas obras de madera, que incluían los fukurama, a los viajeros del camino Tōkaidō que conectaba con Edo (Tokio) y Kyoto. A finales del siglo XIX, esta localidad se convirtió en un complejo turístico para los visitantes occidentales. La iglesia ortodoxa, derivada de la iglesia ortodoxa rusa, construyó aquí una residencia de verano en 1880 que fue visitada por muchos rusos. Además, era una época donde el arte asiático estaba de moda, especialmente el japonés, como demuestra la tienda de arte japonés abierta en San Petersburgo en 1896.
O quizás todo queda en casa
Los orígenes de la matrioska son nebulosos y no hay acuerdo en su fecha de nacimiento, oscilando entre los años de la década de 1890. La inspiración japonesa parece coherente por las figuras japonesas en la colección de Mámontov, que existían desde mucho antes. A pesar de ello, aunque sea una suposición razonable asumir que las matrioskas son consecuencias de los fukuruma, no existe una conexión definitiva. Por eso, hay una hipótesis alternativa.
En las memorias del carpintero Vasily Zvyozdochkin de Podolsk, él y otros dos torneros crearon la muñeca de madera por las constantes peticiones de Anatoly Mámontov. Esta fue pintada luego por Sergey Malyutin. Podolsk es una ciudad conocida por su carpintería y sus huevos de Pascua de madera, que tradicionalmente se pintaban. Aparentemente, los huevos de esta localidad son conocidos por estar uno dentro de los otros. Por lo tanto, en este caso, las matrioskas habrían sido un desarrollo de unos huevos, no unas deidades.
Fuentes
- Suzuki, R. (2020). The roots and routes of Matryoshka: Souvenirs and tourist mobility in Russia, Japan, and the world. In Understanding Tourism Mobilities in Japan (pp. 98-110). Routledge
- Goscilo, H. (2019). Stacking National Identity: The Lucrative Legacy of the Matreshka. Experiment, 25(1), 227-243.
Muy curioso. Gracias
Esta historia que comentas en tu estupendo post sobre las matrioskas, tanto rusas como japonesas, y su relación con los huevos de Pascua de Podolsk me ha parecido de lo más curioso y entretenido.
Gracias por compartirlo. Te invito a visitar mi blog y comentar cualquier artículo que te interese.
Muchas gracias.
Gracias a ti por comentar. Es un ejemplo más contra el nacionalismo absurdo y la apropiación cultural. Nada ni nadie es "puro", todos crecemos con lo que aportan los demás.