Caladria, el ave que curaba la ictericia
Bestiarios
El Physiologus no sería ni la primera ni la última obra en mencionar a esta ave ni sus poderes milagrosos. En primer lugar, porque se nutría de fuentes clásicas y, en segundo, porque fue la principal fuente de información de la mayoría de bestiarios. El Physiologus era una obra moralizante en base a la fe cristiana. En la primera familia de bestiarios, tomaron la descripción y convirtieron a la caladria en un ave impura porque el Deuteronomio 14:18 de la Septuaginta (s. III-I a.C.) lo clasificaba como tal, una traducción errónea al griego, como muestran el resto de ediciones al mencionar a la garza. También señaló que era totalmente blanca, sin una mota de negrura.La segunda familia de bestiarios fue más equitativa. Seguía siendo impura, pero esto no le impedía ser un símbolo de Cristo, comparándose al león y el águila, impuros pero con una destacada posición real. En algunos de los ejemplares de esta familia, el orden de las entradas se disponen de manera aparentemente aleatoria, incluyendo piedras y al árbol peridexion. Esto puede basarse en la distribución del Dicta Chrysostomi de pseudo-Juan Crisóstomo, donde se agrupan en base a cualidades o etapas de la vida de Cristo. De esta manera, se incluía en un grupo que iba de la caladria al águila que mostraban su rechazo a los judíos para fijarse en los gentiles y se relacionaba a esta ave concreta con el fénix por la promesa de vida eterna. Eran símiles de Cristo, quien murió y resucitó pero también se llevó el pecado del mundo y ascendió a los cielos. Más allá de esto, no es una criatura cuya descripción varíe mucho, como ocurre en otros casos.
Confluencia de aves
En esta ave destacan varias cualidades clave. Por una parte, está su poder sanador, concretamente, de la ictericia y la ceguera. Por otra, su poder profético, donde no necesita sanar porque, en teoría, depende del paciente hacerlo o morir. Aparte, hay otra que puede pasar por alto, y es su presencia en el salón de los reyes. Por último, está su nombre. Todo confluyó para formar la caladria, a la que finalmente se le cambiaría el color y se asociaría con Cristo. De esta manera, al contrario de lo que es habitual, ganó uniformidad con el tiempo.
Ave imitada
Empecemos primero con su nombre. La mención más antigua conocida de la caladria (χαραδριός), que puede encontrarse posteriormente como caladrius, charadrius, calandre y numerosas variantes, es de Hiponacte de Éfeso (s. VI a.C.), escritor de iámbicos, con el proverbio "imitar a la caladria", que se refería a aquellos que no ocultaban nada. Surgía de las palabras de Hiponacte "así que te escondes; ¿no venderías una caladria?" (καὶ μὴν καλύπτει· μῶν χαραδριὸν περνᾷς). T. H. White señaló que el valor diagnóstico de la caladria era una comodidad problemática para el vendedor de aves, pues el cliente pediría ver el ave, fijándose a dónde mira y, dando alguna excusa sobre el precio, se iría con todo lo que quería ver. Por lo tanto, pocos vendedores querrían mostrarlo sin cobrar antes, siendo una razón por la que es difícil identificarlo.
En Historia de los animales, Aristóteles (384-322 a.C.) asoció la caladria con las aves
marinas o acuáticas, haciéndola vivir en torrentes montañosos y en
agujeros en los acantilados. La describió discreta, tanto en color como
en canto, diciendo ser nocturna. En Las aves de Aristófanes, se menciona
dos veces, donde Pistetero dice que la abubilla va al matorral e imita su canto y luego
cuando la agrupa con las aves fluviales. La trata como un ave que vive en las oquedades de los barrancos junto a los ríos, ocultándose durante el día. Su condición nocturna se mantuvo en las descripciones durante siglos, como en la obra de Antonino Liberal.
En cambio, Platón usó la caladria en Gorgias para ilustrar la vida de un glotón, por lo que era un ave codiciosa y voraz. Usaba la expresión "vida de caladria" para referirse a la vida de la persona que no busca la virtud, porque el ave, tan pronto como come, excreta. Los textos antiguos decían que debía su nombre a las gargantas (χαράδρα). Conrad Gesner la identificó como el alcaraván común (Burhinus œdicnemus), siendo la identificación más aceptada, pero hay otras muy variadas, incluyendo la pardela cenicienta (Calonectris diomedea) o mediterránea (Puffinus yelkouan) y la cigüeña (Ciconia ciconia).
Ave amarilla
Ictericia
En griego, la ictericia se llamaba ἴκτερος y no se relacionaba únicamente con las aves, sino también con otros animales. Antes de mediados del siglo II a.C., en latín, la ictericia era conocida como arquatus/arcatus morbus ("enfermedad arcoiris") por los cambios de color en la piel y ojos del paciente. Posteriormente, sería conocida como morbius regius ("enfermedad de reyes") y Escribonio Largo y Celio Aureliano la llamarían aurugo por el tono dorado. Según este último, en Sobre enfermedades agudas y crónicas, indica que los griegos nombraban a la ictericia en base a un animal del color de la bilis.
Plinio el Viejo mencionó al icterus, un ave llamada así por la enfermedad, no al revés, que curaba de la ictericia si el paciente la miraba, muriendo el ave en consecuencia. Actualmente, su nombre pertenece al género de turpiales de América. Esta sería la primera mención del ave sanadora de la ictericia, partiendo las menciones posteriores de su descripción de Historia natural, con los cambios, adiciones y sustracciones habituales.
Confusión lingüística
Las particularidades del lenguaje permitieron que la identidad de este ser se birfurcara entre un mustélido y un ave. El médico Areteo de Capadocia (s. II d.C.) comparaba la ictericia con un cuadrúpedo terrestre llamado iktides, cuyos ojos señalaba el monje bizantino Neófito Prodomenos (s. XIV) como amarillos. Las escolias de Aristófanes, Suda y el Lexicón de pseudo-Zonaras, señalaban a la naturaleza fluvial, que también se atribuía al ave, y calificaban de iktis a la nutria europea (Lutra lutra), que comparan en aspecto y alimentación al castor. También se refería al ἴκτις, ιδος que sería la garduña (Martes foina) o la marta (Martes martes). En Grecia, de manera más tardía, el ἰκτίς sería llamado gato, refiriéndose a la comadreja, que también cazaba ratones y pájaros. Por lo tanto, por una parte tenemos a mustélidos, cuyas especies no se diferenciaban. Aunque no son amarillos y tienen ojos oscuros, podría ser conocido el brillo reflejado por la noche por su tapetum lucidum.
No obstante, es probable que se trate de un error debido a la variaciones de las palabras usadas. Iktinos (ἰκτῖνος) puede encontrarse como Ἴκτινος, siendo la
primera una palabra properispómena con la virgulilla (~) sobre iota;
como ἴκτιν, ινος y Ἰκτίς, ίδος, esta con el sentido de milano en
Ctesias, Ciránidas y fuentes bizantinas. Por eso, Juan Tzetzes y
pseudo-Zonaras aconsejaban distinguir entre el milano (ἴκτινος) y el
mustélido (ἴκτις). El Lexica Segueriana y el Lexicón de Suda se comparaba
los ojos del paciente con ictericia con el de los milanos, habitando
en la antigua Grecia el milano negro (Milvus migrans migrans) y el milano real (Milvus milvus), pero no hace falta irse más lejos: Plinio indicaba que creía que el ave que presentaba era el llamado en latín como galgulus, una oropéndola europea (Oriolus oriolus),
de color amarillo intenso salvo la cola y alas negras. Polemio Silvio
(s. V) usaba el griego chlōriōn (χλωρίων) como sinónimo, un ave cuya bilis se usaba
como ingrediente en remedios oftálmicos. A pesar de ello, hay autores
que se basan en Paráfrasis de los Ixeutica de Dionisio y el paradoxógrafo palatino (s. III) para diferir en la identificación, proponiendo al serín verdecillo (Serinus serinus), al jilguero lugano (Spinus spinus) o al verderón europeo (Chloris chloris).
Galgulus podría estar relacionado etimológicamente con galbus ("amarillo, cartujo"). Sobre el icterus y sus derivados, los lingüistas otorgan el significado "amarillo y verde" a la raíz ικ-, que estaría en chlorós (χλωρός, "verde pálido, amarillo verdoso"), aunque el sufijo -ερο- de ἴκτερος es específico de enfermedades.
Aristóteles describe al chlōriōn (χλωρίων), mencionado por Polemio Silvio, un ave migratoria de color amarillo que vuela mal, llegaba en el solsticio de verano y se iba con la salida de la estrella Arturo. Esta tendría como enemiga al ave κρέξ, que vuela mal, intenta dañar a las crías y, según las fábulas, nace en una pira. Claudio Eliano y Plinio el Viejo repiten brevemente su explicación, este último llamándola chlorion, diciendo que es amarilla, no se ve en invierno y llega con el solsticio de verano. Cuando habla del galgulus o galulus, también se lo relaciona con el pájaro carpintero, del que se dice que duerme colgado boca abajo.Ave parlante de lujo
En la época imperial, era un ave parlante de lujo. Clemente de Alejandría reprocha la cría de aves de la India, pavos reales de Media, periquitos y caladrias. En la obra homónima de Filóstrato, Apolonio de Tiana reprende a un maleducado joven rico por adiestrar a los pájaros a hablar como hombres, mencionándose las caladrias. En Contra Juliano, Cirilo de Alejandría reprocha al emperador que afirmara que las voces de los pájaros le había enseñado que accedería al imperio, mencionando a la caladria que es muy parlanchina. Novaciano explica que los judíos tienen prohibido comerla porque los condena a una intemperancia verbal.
India
En el Atharvaveda, unas escrituras hindúes recopiladas entre el 1200-1000 a.C., hay un himno que pide que hṛddyotá y harimán, males de origen demoniaco, vayan hacia el Sol, pidiendo que se rodee al enfermo del color del toro rojo; en el segundo verso, se le rodea de color rojo para alargar su vida y quitarle el amarillo; en el tercero, se habla de rodear al enfermo de vacas rojos. Termina con el verso: "En [los śukas] y los ropaṇākās depositamos tu ictericia, y en los haridravas tu ictericia depositamos", donde hāridrava (हारिद्रव) es un ave amarilla, que comparte la raíz hari ("amarillo") con uno de los males, y que se ha relacionado con la lavandera boyera (Motacilla flava). El nombre śuka significa periquito y parece que ropaṇākās era algún tipo de loro. Se ha intentado relacionar etimológicamente al hāridrava (हारिद्रव) con la caladria (χαραδριός), pero sin mucho éxito.
En el Rigveda, una oración al dios solar Suria celebra la luz que envía, diciendo en el undécimo verso "Levantándote, tú que tienes el esplendor de Mitra, escalando el cielo más alto, destruye, oh Suria, mi ictericia", acabando con el mismo verso que la mención del del Atharvaveda. El Kauśikasūtra también usa versos del Atharvaveda en sus ritos. Dice que las aves mencionadas en el himno deben ser atadas por la pata izquierda a la cama del enfermo. El nombre śuka usado significa periquito y parece qu.
En su carta desde Persia a Aristóteles, Alejandro Magno le cuenta que en
el palacio de Jerjes había unas aves del tamaño de palomas, llamadas salandres, que profetizaban si una persona moriría o no. En el Romance
de Alejandro del siglo XIV no se mencionaba ningún color, pero un
manuscrito la ilustraba azul con pico y patas azuladas, mientras otro lo
muestra beige y gris claro. En Pseudocallisthenes; forschungen zur
kritik und geschichte der ältesten aufzeichnung der Alexandersage (1867)
de Julius Zacher, una carta de Alejandro a su madre Olimpia describe
una casa dorada donde el rey daba audiencias, de donde colgaba una jaula
dorada con un ave dorada como una paloma que supuestamente ofrecía
profecías al rey. Por su significado sagrado, Alejandro no habría mandado la
jaula a Olimpia.
Combinación
Bajo la visión antigua, usar un ave amarilla para curar la ictericia seguía los mismos principios que la magia simpática, que actuaba en base a la similitud. Los textos hablan de la administración, a menudo por vía oral, de elementos amarillos de este color, como plantas y minerales, para combatirla. Incluso Celio Aureliano transmite la idea de mirar objetos dorados para transmitirles el color.
La caladria comienza a mencionarse en tratamientos médicos con Plutarco (c. 50-120 d.C. en Quaestiones convivales. En este caso, dice que aparentemente esta ave atrae la enfermedad con la mirada, contrayéndola, pero que evitan la mirada a los pacientes con ictericia por el dolor que les supondría. Finalmente, indica que las enfermedades oftálmicas son las que más fácilmente se transmiten. Esto sería compatible con la teoría de la emisión, donde la visión es posible por la emisión de un haz visual desde los ojos.
En Ciránides dicen que es un ave de reyes, que toma la enfermedad con su mirada y se la lleva al Sol, donde la expulsa, salvándose los dos. Comparte que su corazón y cabeza pueden usarse como amuletos para proteger al portador de enfermedades durante toda la vida. Estos son detalles que no incluye el Physiologus, que en cambio calca el relato de la mirada y su viaje al Sol.
Conclusión
Ave fluvial, marina, rapaz, amarilla, loro, mustélido...La identidad de la caladria ha cambiado con el tiempo, sea por errores o por confusión con la fauna local. Por cómo fue alterando su identidad, ganando atributos, y, especialmente por la procedencia de los manuscritos que finalmente llevaron a la combinación definitiva, parece que Alejandría, en Egipto, vio nacer a la caladria definitiva. Se trataba de un punto de confluencia entre el mundo oriental y clásico con una estupenda biblioteca. No sería extraño que durante la etapa de composición de estos manuscritos, se dieran las condiciones idóneas para su nacimiento. Los intentos de identificación son vanos. Al final, no hay una caladria o icterus sino que cada autor, si tenía en mente un equivalente real, probablemente se referían a especies diferentes.
Fuentes
- Cooper, J. L. (1990). The healing bird. South African Medical Journal, 78(10), 485-489.
- Clark, W. B. (2006). A medieval book of beasts: the second-family bestiary: commentary, art, text and translation. Boydell press.
- Kay, S. (2016). 'The English bestiary', the continental'Physiologus', and the intersections between them. Medium Aevum, 85(1), 118-142.
- Physiologus: a medieval book of nature lore. University of Chicago Press, 2009.
- Clark, W. B. (2006). A medieval book of beasts: the second-family bestiary: commentary, art, text and translation. Boydell press.
- Gaillard-Seux, P. (2021). La jaunisse, le jaune et quelques oiseaux dans l’Antiquité classique. Pallas. Revue d'études antiques, (117), 155-182.