Los muros de cookies y la comercialización de internet

Mujer usando la tablet frente a una mesa llena de galletas.

Desde los inicios de este blog en el 2008, Internet ha cambiado mucho. A pesar de ello, la gente que se ha incorporado después ha aceptado estos cambios como si fueran inherentes a la red e inevitables. Por indignación que causen sus sucesivas transformaciones, siempre llegará una masa de nueva generación, jóvenes y viejos, que no conocen otra cosa, y pasen por el aro sin pensárselo, como turistas en restaurantes de fritanga cuyo aceite tenga más siglos que la ciudad que visitan.

La red ha sufrido muchas amenazas que afortunadamente no se han llegado a aplicar y otras que se han ejercido sus efectos discretamente. La recopilación de datos se englobaría en este tipo de peligros. Desafortunadamente, se ha normalizado compartir públicamente, y hago hincapié en esta palabra, todo aquello que nos identifica: nuestro aspecto, edad, sexo, orientación, gustos, compras, salud, relaciones, nivel adquisitivo, etc. Con ello, se podía destacar entre los grupos de amigos o, como en un sorteo, tener la posibilidad de triunfar, con algunos ganadores, o "influencers", como testigos para que la gente no se desanime. Sin embargo, la red era anonimato. Podías tener tu IP o nick asociado a ti o tu equipo, pero había poco más. A pesar de ello, había webs, foros, negocios y publicidad. Esto genera preguntas como, entonces, ¿para qué quieren tantos datos? ¿Realmente son necesarios? ¿Quienes los piden son fiables?

Una relación desigual

Logo de Google en un edificio.

Meta, matriz de Facebook, Instagram, Whatsapp y Threads, y Alphabet, ídem de todos los productos de Google y Youtube, llevan años siendo conocidos por la recopilación excesiva de datos y su venta, el abuso de su posición de monopolio (porque la competencia es marginal), la manipulación que favorece las mentiras e influye en los votantes y, además, son responsables de convertir la red en un mercado, junto la participación de otros actores, como Amazon, en vez de una biblioteca para el intercambio de conocimiento. Por este cambio, este nuevo paradigma puede considerar como amenaza cualquier elemento que bloquee su engranaje comercial. Desde su prisma capitalista, el mundo no puede operar de otra manera. Si el usuario no coopera, no se le proporcionará un servicio porque, de otra manera, no es viable.

Por ello, cabe preguntarse siempre, ¿realmente es así? Parece una ley fundamental al que todos pueden acogerse. Un "No soy yo, eres tú" para las actividades empresariales. A pesar de ello, resulta difícil de creer. Si las leyes de la naturaleza pueden tener excepciones o revisiones para ser más precisas, ¿qué impide que esta ley deje de ser cierta? ¿Es perfecta? ¿No pueden acogerse a ella las gestiones nefastas? Y más importante, la confianza entre un cliente y un negocio es fundamental, por lo que no puede haber abusos y, para ello, se requiere libertad de elección. Especialmente en los monopolios antes citados, pero sin excluir a otras webs y aplicaciones, ¿cómo puede ser un trato justo si no hay alternativa equivalente? Por ejemplo, hasta que llegue la interoperabilidad entre las aplicaciones de mensajería, ¿cómo se puede considerar que hay libertad si Whatsapp es la única que pone condiciones, que puede modificar a su antojo, y no hay otra forma de comunicarse por este tipo de servicios con personas que las han aceptado? ¿Y en las empresas que usan Discord en vez de un foro accesible desde el navegador? ¿Y los televisores inteligentes que pueden convertir en "ladrillo" tu dispositivo con un cambio unilateral de contrato? Hoy son datos, corralitos cerrados e independientes y pagos pero, ¿mañana qué? ¿Nuevos requisitos supuestamente inevitables? Se puede ser un ermitaño que viva ajeno a todo esto, pero muchas veces estamos forzados a aceptarlo cuando, si se actuara con justicia, no debería ser necesario.

Tragar como única opción

Si tu negocio se sustenta en este tipo de prácticas, ¿estas compitiendo justamente? Es más, en muchos caso es un tiro en el pie. En los medios de comunicación, pueden prometer calidad a cambio de un precio (directo o a través de la venta de tus datos con la publicidad) pero sin una tercera opción que descarte a las anteriores (y no sea navegar en incógnito), están limitando el acceso a la información. Bajo el paradigma mencionado antes, esto es perfectamente lógico. Sin embargo, ¿qué información queda fuera? Si la calidad solo es viable mediante el pago de todos los que la consulten, se podría razonar que fuera de estos límites aflorará sin competencia la desinformación. Como el contenido basura adaptado al SEO, parece que lo primero es el beneficio económico particular y el bien global ni se busca ni interesa. Es decir, volvemos al modelo de mercado frente al de la biblioteca. La experiencia limitada dirá que este noble objetivo es imposible, lo que resultaría un mensaje paradójico que transmitir a miles de kilómetros a través del globo para una especie que hace no tanto vivía en cuevas, ha experimentado distintos sistemas económicos y de gobierno en los últimos milenios o simplemente ha navegado en la web en la década del 2000.

Logo de Netflix en televisión.

Por otra parte, si un medio de comunicación, u otro negocio, promete algo a cambio de un pago, ¿qué le obliga a mantenerlo? Si las cadenas por cable y servicios de streaming prometían material audiovisual sin anuncios, ¿algo les ha impedido introducirlos, subir los precios y limitar el contenido? Los periódicos que prometen calidad, en su virtud de anteponer el negocio, ¿no se despojarán de ella para recortar gastos? ¿Tampoco encontrará un público más grande que pague por contenidos chabacanos? Aquellos que se arruinan, ¿es porque no hay mercado para ellos o por mala gestión? ¿Han dependido de redes sociales abusivas para sustentar su negocio? ¿Las ganancias se distribuyen entre los trabajadores o los acumula la dirección? Porque públicamente pueden contar lo que les interesa.

Al final, el problema no reside tanto en la publicidad, en las cookies y los pagos como en la confianza y la libertad de elección. Exigir nunca es una opción. Si quieres tener un negocio y no es viable, no lo proclames como una tragedia para la humanidad y mendigues obsesivamente por su supervivencia, porque no es una vida la que está en juego. La virtud de dar directamente, dejando la publicidad y/o pulsando en ella depende del usuario. Si tienes unas expectativas muy altas o has surfeado en una ola que esperabas que durara eternamente, no es su culpa.

Todo esto es la aplicación de la suscripción a todos los servicios, dentro y fuera de internet: televisión, contenido audiovisual, vehículos, seguridad, etc. Mediante estas, todo será una sartén que nunca tendrás por el mango. Esto viene en el momento donde se promueve el abandono del dinero físico para limitar aún más tus opciones. Si los negocios han prosperado sin estos abusos, cabe pensar que es un cambio motivado por la codicia insaciable. La burbuja puntocom explotó, pero pueden haber aprendido de esos errores. Después de todo, ¿cuántas empresas que dominan la web están o han estado dirigidas por personas que intentaron hacer negocio por entonces?

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