El hombre que no fue golpeado por tres rayos en vida y otro en la muerte
Hay una historia que lleva unas pocas décadas rondando por internet y, seguramente, muchas más fuera de las redes. Implica a Walter Summerford y su mala suerte con los rayos. La historia ha sufrido variaciones en los detalles y, a veces, se le han incorporado otros para rellenar, pero sigue siendo la historia de un tipo golpeado varias veces por los rayos.
El relato
Aparentemente, en la región de Flandes, Bélgica, en febrero de 1918, durante la primera guerra mundial, el oficial Walter o R. Summerford cayó de su caballo a causa de un relámpago o un rayo. El mayor, equivalente a comandante en España, quedó parapléjico por la caída. Al quedarse en silla de ruedas, no volvió a la guerra, pero su vida no sería tranquila.
En Vancouver, Canadá, formó una familia y se aficionó a la caza y la pesca. En 1924, sentado junto a un lago o un río local, un rayo golpeó a un roble cercano, recibiendo la corriente, paralizando su lado derecho (en esta versión podía estar acompañado de dos o tres amigos) o recuperando milagrosamente el uso de las piernas, cuya musculatura y articulaciones debió mantener a la perfección durante los 6 años siguientes a la guerra...o el rayo también las reforzó. Algunas versiones incluyen un periodo de rehabilitación, incluso tras la parálisis de medio cuerpo, de la que dicen que se recuperó en dos años.
Seis años después, en 1930, paseando en los parques cercanos de su casa, se resguardó de una súbita tormenta veraniega, donde un rayo lo golpeó y lo dejó tetrapléjico. Se podría decir que lo que el rayo te da, el rayo te lo quita...otra vez. Vivió dos años más, pero la muerte no le libró de los rayos. A los cuatro años de fallecer, en junio de 1934, su lápida recibió otro impacto de rayo, supuestamente en el cementerio de Mountain View, en Vancouver, pero este tampoco era de los que curaban.
La verdad
Para empezar, viendo la distintas versiones, o faltan detalles que conecten los hechos o parte de ellos son inmediatamente falsos. Incluso, de ser ciertos, podrían corresponder a distintas personas.
Imágenes
La primera falsedad fácilmente comprobable está en las imágenes usadas para presentar al sujeto. Aparte de ser distintos hombres, uno es Adolphe Sax, el belga que inventó el saxofón, entre otros instrumentos. Otro es Humberto I de Italia, rey de Italia entre 1878 y 1900, reconocible por su bigote. La tercera imagen usada en un artículo de Medium en el 2023 no es reconocida como nadie por la búsqueda inversa y "Is it AI?" la reconoce como probablemente creada por la inteligencia artificial.
La lápida rota que también suele compartirse dice: "En memoria de [?] Summerford. Muerto el 22 de septiembre de 1912 a los 19 años". Si seis años después estaba cabalgando en la guerra como oficial, es normal que recibiera un rayo tras otro para mandarlo a donde le correspondía.
Nombre
En principio, coinciden en apellidarlo como Summerford, pero puede llamarse Walter o las iniciales T, R o C. J.
Primera mención
A través de Google Libros, se puede comprobar que la mención más antigua en inglés es de Douglas Colligan en el capítulo 8 Good luck, bad luck, curses and coincidence de Amazing real life coincidences (1980). Este autor también publicó durante años sobre sucesos extraños, incluyendo paranormales, por lo que no demostró criterio para separar la paja del trigo, pero no implica necesariamente que se inventase la historia, pues, en 1937, en Der Zufall und das schicksal, el poeta nazi Wilhelm von Scholz contaba la misma historia
Lápida de Columbia
En la viñeta de Ripley's Believe it or not, en la página 8 del periódico Eugene Register, de Oregón, del jueves 20 de marzo de 1930, dice que un rayo mató a C. J. Summerford de Columbia, Alabama, destruyendo otro rayo su lápida y otro su reemplazo. Las curiosidades del neoyorquino LeRoy Robert Ripley eran como las que compartía en España el profesor Franz de Copenhague en TBO, aparte de sus inventos.
El sábado, 29 de marzo de 1930, en la página 4, el Dothan Eagle de Alabama publicó una editorial sobre el tema. En esta expresaban las dudas del editor del Wiregrass Farmer de Alabama dos días antes, que creía que había un poco de verdad en el cuento chino, por lo que fueron juntos a Columbia. Entonces, oyeron razonamientos como que, siendo Summerford un pecador, se le negó tanto la vida como su recuerdo. Su vecino y cuñado Billy Mourning, ya anciano, contó que Summerford era un joven cartero soltero, inteligente y de provecho que tenía una granja, pero murió en 1892 por un rayo a mediodía. Había vuelto del correo y estaba dando de beber a su caballo y potro cuando se formó una tormenta veraniega, matando de un solo rayo tanto a Summerfield como a sus dos caballos. Su casa habría estado en el viejo camino Abbeville, en la frontera del condado de Houston, a varios kilómetros de Columbia. Aunque el pozo con el que alimentaba a los caballos se había tapado, aseguraba que la casa permanecía en pie. Dijo que atendió al funeral y que, como la lápida estaba muy cerca del enterramiento, esta se hundió y se volcó, rompiéndose. En el cementerio de Columbia estaba la lápida rota por la base en el lugar indicado, faltando un trozo. No se colocó otra lápida y Billy Mourning asegura que no hay otra explicación, desmintiendo el rumor del rayo, que no vio nadie.
En la investigación del Dothan Eagle, descubrieron que el señor D. W. Campbell, que había vivido en Columbia y entonces vivía en Montgomery, compartió el dato con Ripley's. Karl Oakley, de Columbia y hermana del informante, escribió el 25 de abril de 1930 al Dothan Eagle diciendo que tanto ella como sus amigos habían oído y creído las afirmaciones del rayo. Acusó al diario de tergiversar las palabras de Amstrong, quien habría dicho que la rama del árbol golpeada por el rayo rompió la lápida, y desacreditó a Mourning, quien vivía a 10 km y no conocería los hechos de primera mano. Además, confió en la palabra de Amstrong, quien habría conocido el suceso por su padre, presidente de uno de los bancos locales, de la junta escolar, de la junta de diáconos y alcalde.
El Dothan Eagle volvió a publicar sobre el tema el martes, 29 de abril de 1930, en la página 4. Los lugareños habían oído rumores como los de esa historia, pero sin ninguna certeza, pues ya entonces pudo haber ocurrido hace más de 25 años. Por eso preguntaron a Will Amstrong, cajero del banco que llevaba mucho tiempo viviendo allí, y este los llevó al cementerio, donde había una lápida rota. Aunque conocía los rumores del rayo, también había oído otros de la caída de un árbol sobre la lápida. Debido a la duda, le acompañó para consultarlo con Bob Mourning, familiar de Summerford, en el pueblo vecino. Este le contó que la tierra alrededor de la lápida cedió y esta se rompió, pero se sorprendió cuando le preguntaron por la segunda lápida, pues nunca hubo más.
En la investigación del Dothan Eagle, descubrieron que el señor D. W. Campbell, que había vivido en Columbia y entonces vivía en Montgomery, compartió el dato con Ripley's. Su hermana Karl Oakley, de Columbia, escribió el 25 de abril de 1930 al Dothan Eagle diciendo que tanto ella como sus amigos habían oído y creído las afirmaciones del rayo. Acusó al diario de tergiversar las palabras de Amstrong, quien habría dicho que la rama del árbol golpeada por el rayo rompió la lápida, y desacreditó a Mourning, quien vivía a 10 km y no conocería los hechos de primera mano. Además, confió en la palabra de Amstrong, quien habría conocido el suceso por su padre, presidente de uno de los bancos locales, de la junta escolar, de la junta de diáconos y alcalde.
Desgraciadamente, fue una investigación local y el neoyorquino tuvo gran alcance, por lo que años después seguía repitiéndose el bulo, como demuestra The Argus de Melbourne del 18 de junio de 1932. En The Cincinnati Enquirer del 3 septiembre de 1982, en la página 9, se puede comprobar que, efectivamente, menciona de forma escueta que Charles Summerford murió súbitamente en Columbia por un rayo. También se informa de lo mismo en el New York Times, The Tenessean y el Detroit Free Press del día anterior.
Este relato pudo inspirar al del oficial británico, transformándose en menos de una década y traspasando fronteras e idiomas. No obstante, la accesibilidad a los medios contemporáneos dificulta la observación del desarrollo del relato en esos años.