Leche como sustituto de la sangre

Enfermera en el hospital preparándose para inyectar sangre a un paciente. Vaca en el fondo de la sala.

A quienes se muestran apáticos cuando se requiere tomar una decisión o acción crítica se le dice que tienen "sangre de horchata". Igualmente, se puede aducir que se tiene algún alimento espeso en las venas cuando se muestra menos reflejos, incluido mentales, que un perezoso en coma. Lo que sorprende más es que pudo llegar a existir gente con leche literalmente en las arterias.

Leche en las venas

Como muchos elementos hoy ubicuos en la medicina, los sustitutos sanguíneos son relativamente recientes. Tres meses después de la muerte del obstetra James Blundell (1790-1878), quien en 1818 realizó por primera vez con éxito una transfusión sanguínea para salvar de la hemorragia a un paciente, el ginecólogo Theodore Gaillard Thomas postuló el primer sustituto de la sangre. Entonces, las transfusiones eran una lotería, pues aún quedaban décadas para que se descubriesen los distintos grupos sanguíneos y pocos las practicaban. Además, la sangre a utilizar se coagulaba, razonando que se producía por el contacto con el aire o la linfa.

Aunque reconocía que podía ser difícil de creer que la leche y la sangre fueran homogéneos, indicaba que la sangre y el lechoso quilo del flujo linfático lo eran. Señalaba que en la sangre humana y animal se han visto aceites procedentes de la digestión de los alimentos. Por lo tanto, defendía que si la linfa se mezclaba con la sangre, disolviendo en esta sus lípidos, gracias a este proceso podría usarse la leche en su lugar. Aunque inferiores a la sangre, tanto el quilo como la leche son emulsiones en fluidos serosos, por lo que podían emplearse indistintamente.

Lo probó hasta siete veces, salvando a varias personas al borde de la muerte, prolongando su vida unos días o indefinidamente. El primer caso donde lo utilizó fue en una mujer joven que operó de un adenocarcinoma en el ovario, que se recuperó y mostró mejoría de sus condiciones previas en el seguimiento. Entonces fue una acción desesperada en base al caso de Blundell y el doctor Edward M. Hodder de Toronto, quienes habían empleado este método con pacientes moribundos de cólera asiática, y por Donné en perros y conejos. El año anterior, el doctor Joseph W. Howe inyectó leche caliente de cabra en la vena cefálica de un paciente tuberculoso, que se recuperó de su mala condición, aunque murió cuatro días después sin mostrar coágulos en los vasos. Howe realizó la misma operación en siete perros, desangrados hasta que llegaron al síncope, que murieron, a diferencia de otros dos que sobrevivieron a pesar de no administrársele leche. Posteriormente, salvó a una mujer con una grave tuberculosis pulmonar inyectándole leche de cabra.

Thomas finalizaba recomendando no administrar más de 8 onzas (237 ml) de leche fresca. La indicaba para trastornos que degradan la sangre, como la cólera asiática, la anemia perniciosa o la fiebre tifoidea. Aunque seguía valorando a la sangre por encima de la leche, consideraba que era un recurso útil del que disponer.

Doctores como William Pepper, Wulfsberg de Göttingen, Bryson y J. S. Prout de Nueva York y Meldon de Inglaterra, Hamlin de Maine y Bryson de San Luis probaron y defendieron el procedimiento, coincidiendo en las dosis y aventurando que sustituiría a las transfusiones sanguíneas. Su pronóstico no podía estar más equivocado. En 1880, Howe intentó probar si la leche humana era superior a la animal. Para ello, administró administró 3 onzas (89 ml) recogidas de una mujer puérpera sana para administrarsela a una mujer con un absceso pulmonar. Tras el dolor punzante de la inyección, la mujer dejó de respirar y tuvo que ser reanimada con inyecciones con medicina de verdad: morfina y whisky. El tratamiento dejó de usarse en Europa y acabó desacreditado en Nueva York. Cuando poco después se comenzaron a usar soluciones salinas isotónicas, la leche no pudo competir con su efectividad y disponibilidad, pues no necesitaba tener un animal cerca.

Fuentes

  • Thomas, T. G. (1878). The intra-venous injection of milk as a substitute for the transfusion of blood: illustrated by seven operations. D. Appleton.
  • Oberman, H. A. (1969). Early history of blood substitutes: Transfusion of milk. Transfusion, 9(2), 74-77.
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2 Comments
  • Anónimo
    Anónimo 7 de octubre de 2024, 19:30

    Las dos mujeres que me han dicho que no tengo sangre en las venas, una tiene un local de terapias florales y reiki, y la otra se ha jubilado a los sesenta de una carrera de funcionaria sacada a los veinte.

    • TDI
      TDI 7 de octubre de 2024, 23:32

      Buda nació a tiempo para no tener que competir contigo 😁.

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