La primera estafa piramidal de la historia

Pirámide de 13 niveles que requeriría 13 mil millones de personas para mantenerse.

Las estafas piramidales son conocidas gracias a la labor de Carlo Ponzi (1882-1949), pero el italiano no inventó este fraude. En el siglo anterior ya hubo ejemplos de negocios aparentemente prometedores que pagaban a sus inversores con el dinero de los nuevos participantes, siendo siempre un negocio con vía directa a la ruina.

Adele Spitzeder

Retrato de Adele Spitzeder, con el pelo ondulado, relativamente corto y un collar con una cruz.

El caso más antiguo conocido corresponde al de la actriz alemana Adele Spitzeder (1832-1895) que, lejos de la vida de éxito, financiaba lujos a base de préstamos. Los prestamistas se convirtieron en los primeros inversores en el banco que fundó en 1869 en Múnich, donde atrajo rápidamente a muchos clientes gracias al interés del 4% al mes. Operó durante tres años, a pesar de la falta de conocimientos contables tanto de ella como de sus empleados. 

Por su funcionamiento, este tipo de empresas siempre tiene fecha de caducidad: o bien se quedaban sin nuevos inversores con los que pagar los intereses de los anteriores o muchos clientes retiraban fondos al unísono. Cuando, en 1872, los medios intensificaron sus críticas a lo que era un fraude evidente, sus clientes retiraron su dinero y el banco colapsó. Al año siguiente, se celebró el juicio centrado en su vida personal poco convencional y fue condenada a 3 años y 10 meses, pero tuvo imitadoras. En Alemania, Spitzeder tenía un fuerte apoyo eclesiástico y acusó a la comunidad de católicos de Bavaria de su fracaso, mientras algunos pastores la defendieron como defensa frente a los usureros judíos.

Baldomera Larra

Retrato de doña Baldomera.

De la primera habla Benito Pérez Galdos a través de las conversaciones de Segismundo García Fajardo, que se había convertido en su empleado, y Tito Liviano en Cánovas (1912) de la quinta serie de Episodios nacionales. Se trataba de Baldomera Larra (1833-1915), hija pequeña del escritor Mariano José de Larra (1809-1837), que fundó su Banco Popular en 1876, ofreciendo una rentabilidad del 30%. Como no estaba respaldado por ninguna entidad fiable, aunque durante unos meses experimentó un ascenso meteórico, cayó en picado el 4 de diciembre del mismo año, cuando la prensa desveló el fraude de sus negocios. En el caso del Banco Popular, el único respaldo que anunciaba era un supuesto negocio minero en América que nunca se materializó.

Baldomera huyó inmediatamente con una identidad falsa a Francia, donde permaneció dos años hasta su extradición. A pesar de ser condenada a 6 años de cárcel en un juicio que captó gran atención, fue liberada gracias a una campaña popular donde participaron sus víctimas. Después de todo, se convirtió en un personaje admirado, víctima de usureros tras el abandono de su esposo, arrastrada por la codicia de los inversores y vapuleada por la prensa. Como indicaban los medios, aunque el negocio no tenía futuro, la simpleza de sus operaciones eran transparentes. Quienes invertían tan solo esperaban recoger sus beneficios y que la patata caliente le explotara a otro. Además, legalmente se vio favorecida por ser una mujer casada y, por tanto, sin capacidad legal de realizar contratos con los clientes sin permiso de su esposo.

Fue vista como un ejemplo a imitar por numerosas Cajas de Imposiciones que seguían el mismo método, prometiendo un 20-40% de beneficio al mes. De hecho, Galdós criticaba que lo defraudado por Baldomera era insignificante, pues en las altas esferas se manipulaba la economía para enriquecerse sin que nadie les tosiera y ella tan solo trasladó ofreció a los obreros una oportunidad para participar en este mercado.

Sarah Howe

Otra mujer que también fue vista como imitadora de Spitzeder y que también precedió a Ponzi fue Sarah Emily Howe (1826-1892). En 1878, fundó en Boston la Compañía de Depósitos de Damas, un banco de ahorros para mujeres solteras. Su interés mensual del 8% casi permitía doblar los ingresos en un año y en los tres primeros meses pagaba dichos intereses por adelantado. Gracias al boca a boca, el banco se convirtió rápidamente en un éxito que obtuvo clientas en Buffalo, Chicago, Pittsburgh, Baltimore y Washington, a pesar de no anunciarse en periódicos ni presentarse en circulares. Al menos 1200 clientas acudieron a él y una sola de ellas reclutó a 150.

Cuando levantó sospechas acerca de tan jugosa rentabilidad, se sospechó cómo podían permitírselo. Howe afirmó estar apoyada por filántropos cuáqueros. El Boston Daily Advertirser comenzó la campaña en su contra pues, para empezar, dudaba que una antigua psíquica se hubiera convertido de la noche a la mañana en una genio de las finanzas. Un corresponsal con conocimientos financieros mandó un diagrama detallando cómo funcionaba la estafa, pagando a los inversores con su propio dinero o con el de inversores posteriores, postulando que este plan duraría tres años antes de agotar sus recursos. Lo que no tuvo en cuenta es que las mujeres reinvertían de nuevo sus beneficios. Antes de cerrar en 1880, abrió otra sucursal en New Bedford y contemplaba hacerlo en Filadelfia y Nueva York.

Aunque fue condenada a 3 años de cárcel, Howe fundó otro banco femenino al salir, ofreciendo un 7% de interés, pagándose por adelantado tres meses. Mantuvo la estafa dos años sin ninguna queja, pero en 1887, su aparición en los periódicos y el temor a ser juzgada de nuevo, hizo que huyera. Murió arruinada 5 años después, con 65 años, en Boston, viviendo de la astrología a 25 centavos la visita.

Howe pretendía ofrecer una oportunidad a las mujeres en un ámbito exclusivamente masculino. Su lujosa sede transmitía un mensaje de éxito financiero, aunque su ostentosidad fuera de mal gusto. Ambas quiebras permitieron a los periódicos opinar sobre sus participantes en base a las expectativas femeninas. En primer lugar, las clientas eran damiselas en apuros que no habían contado con la guía de un hombre para evitar ese error. De hechos, algunas estafadas atrajeron simpatías adoptando un papel trágico. Es cierto que, en esa época, muchas mujeres eran ignorantes en este área y contar con un hombre les habría ayudado, razón por la que Howe actuaba con solteras. No obstante, además de criadas domésticas, participaron muchas profesoras de clase media de las que se esperaba más precaución. Tras repetir el fraude, los periódicos cambiaron su posición respecto a las clientas, a las que acusó de avariciosas, ya que no concebían que cayeran con lo conocido que fue el caso. A pesar de ello, es completamente posible que debido al flujo de inmigrantes en Boston, muchas no la conocieran.

En cambio, la descripción de Howe debía explicar su comportamiento, no ajustado a los estándares femeninos. Por eso, se decía que era fea, bajita, gorda, articulando un inglés tan penoso que daba vergüenza, con una caligrafía que impedía entender su propio nombre y vistiéndose tan ostentosamente que se notaba que no era de alta alcurnia. Se inventaron su pasado. Decía que había nacido fuera del matrimonio en Providence, Rhode Island, en torno a 1820. Al huir de Massachusetts con 15 años, se casó con un médico indio llamado James Solomon por lo que, debido a esta matrimonio no convencional, su madre acabó en un manicomio, donde murió delirando por la falta de corazón de su hija. Tras 13 años con él, le dejó y comenzó una relación con William Lane, pintor de Providence. Tras su muerte, se casó con Florimund Howe, otro pintor de Manchester, New Hampshire. Tras la guerra civil, se trasladaron a Boston, donde ella leía el horóscopo y predecía el futuro con las cartas. También aseguraron que había pasado tiempo en la cárcel por fraude, en un manicomio por la depresión por la muerte de su hijo y que intentó prostituir a una joven.

Gail Hamilton, aunque defendía su culpabilidad, criticó que se la vilificara por ser mujer pues, mientras tanto, a los directores del banco City of Glasgow se les señalaba por su rectitud moral, negándose a leer el periódico del domingo, a pesar de empobrecer a viudas y huérfanos manipulando los depósitos. Como algunos argumentaban que Howe, siendo mujer, era demasiado estúpida para trazar tal plan, debía ser una mera herramienta de alguien más. Ella misma aseguró que el banco estaba bajo control de 12 caballeros ricos de buena posición en Boston, a los que nunca había visto pero que conocía.

El problema en los tres casos era la política de laissez-faire del liberalismo, que operaba bajo un marco que permitía las estafas y acusaba a los clientes de avaricia por caer en ellas. Bajo esta doctrina, creían que no eran necesarias las regulaciones gubernamentales, pues el mercado se regulaba solo y los buenos negocios simplemente expulsaban a los malos. Razonaban que el gobierno no podía volver honestas a las personas, siendo su actuación contraproducente, confundiendo al público con las leyes y otorgándole una falsa sensación de seguridad. Por supuesto, los bancos defendían que el suyo era un negocio legítimo sin necesidad de publicar sus balances financieros.

Fuentes

  • Ridao Carlini, I. (2021). A Female Fraudster in Restoration Spain: Galdós’s Cánovas and the Curious Case of Doña Baldomera Larra’s Ponzi Scheme. Hispanic Research Journal, 22(6), 578-594.
  • Robb, G. (2012). Depicting a female fraud: sarah howe and the Boston Women's Bank. Nineteenth-Century Contexts, 34(5), 445-459.
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