¿Los sultanes otomanos prohibieron la imprenta?

Imprenta "árabe" anglo-americana.
La imprenta de Gutenberg fue un invento revolucionario que facilitó el acceso a la lectura e información valiosa que impulsó el progreso en múltiples áreas. Mientras tanto, a diferencia de Europa, en el Imperio otomano siguieron escribiendo los libros a mano. ¿Qué motivó esta gran diferencia?

Prohibición...

Bayezid II.

La llegada de la imprenta en el Imperio otomano es una consecuencia directa de la expulsión de los judíos de Castilla y Aragón. Los hermanos Samuel y David ibn Nahmias establecieron la primera imprenta en Estambul en 1493. Le seguirían otros judíos y también cristianos.

A pesar de ello, en Los verdaderos retratos y vidas de ilustres griegos, latinos y paganos (1584), André de Thevet (1502-1590), en un capítulo dedicado a Gutenberg, aseguró que los griegos, armenios, mingrelianos, abisinios, turcos, persas, moros, árabes y tártaros solo escribían sus libros a mano. El detalle clave fue afirmar que Bayezid II prohibió a los turcos en 1483, bajo pena de muerte, leer libros impresos, prohibición que extendió en 1515 su hijo Selim I. Aunque este autor viajó a Levante, no era experto ni en las lenguas ni en las culturas de la región. Se ha demostrado que tampoco era una fuente fiable en otros temas que escribió. Las fechas son incoherentes.

A pesar de ello, Joseph de Guignes (1721-1800), secretario-intérprete de lenguas orientales para la Biblioteca Real Francesa, publicó en Ensayo histórico sobre el origen de los caracteres orientales en la prensa real (1787) que "Hemos aprendido que Selim, emperador de Constantinopla, renovó en 1515 una ordenanza de su padre Bayezid II que prohibía, bajo pena de muerte, el uso de libros impresos", citando notas manuscritas del secretariado de la biblioteca del rey. Entonces, durante el siglo XVIII, los académicos europeos culpaban al islam y la falta de imprentas a la debilidad militar y social del Imperio otomano.

Esta observación surgida de las diferencias entre Europa y el Imperio otomano tuvo un profundo impacto que persistió incluso en entornos académicos modernos, tanto en fuentes europeas como turcas y árabes. 

...dudosa

Luigi Ferdinando Marsigli. Lleva una gran peluca blanca con rizos y sujeta un mapa enrollado. En la mesa hay un dibujo de una fortaleza.
En el Imperio otomano predominaban los textos manuscritos pero eso no implica necesariamente que los impresos estuvieran prohibidos. El cronista otomano Ibrahim Peçevi (1574–1649) veía la imprenta como una invención extraña, pues colocar los tipos móviles era tan laborioso como escribir pero, una vez logrado, se podían lograr miles de copias.

El conde Luigi Ferdinando Marsigli (1658-1730), que acumuló 600 manuscritos orientales, trabajó en las tipografías orientales de Médici en la prensa de Bolonia, combatió a los otomanos con la República de Venecia y Leopoldo I de Habsburgo, fue capturado y vivió entre los jenizaros como prisionero de guerra. Gracias a esto, en L'État militaire de l'empire ottoman (1732), pudo negar que prohibieran la impresión de los libros o que sus obras no fueran dignas de imprimirse, aunque admitía que tampoco hacen uso de esta tecnología.

Los firmanes o decretos de Bayezid II y Selim I son problemáticos porque no hay testimonios de ellos. En cambio, esto no ocurre con los dos firmanes posteriores concernientes a la imprenta. El firmán de 1588 de Murad III se conserva en la edición árabe de Elementos de Euclides de 1594 de la Prensa Oriental Médici de Roma. Permitía a dos comerciantes europeos la actividad sin interferencias para publicar panfletos y valiosos libros impresos en árabe en el imperio. 

Retrato de Ibrahim Muteferrika.
El impresor Ibrahim Muteferrika (1675-1745), unitario converso al islam, sería el beneficiario del firmán de Ahmed III, que habitualmente se utiliza para marcar el final de la supuesta prohibición. Vigente durante su vida, no renovándose al morir, le permitió publicar obras de geografía, idiomas, navegación, gobierno, historia y cronología. Lo incluyó en su primer libro Kitab-1 Lugat-1 Vankulu (1729), un diccionario otomano-árabe, antes del ensayo "La utilidad de la impresión" (Vesiletu't-Tiba'a) que usa como prólogo. Le otorgaba permiso de impresión y reconocimiento eterno entre los musulmanes. En su prólogo, defendía que la imprenta facilitaba la supervivencia de los libros y beneficiaría al aprendizaje de pobres y ricos, permitiendo ofrecer una alternativa a las publicaciones europeas de poca calidad. Este detalle se refería al resultado del firmán anterior, donde se imprimieron libros árabes, persas y turcos en Europa que fueron muy populares y baratos, pero con multitud de errores y de complicada lectura.

Previamente, Muteferrika hizo una petición al Shayj al-Islam Yenişehirli Abdullah Efendi sobre el uso de la imprenta. Interpretando la sharía, emitió una fetua donde expresaba el gran beneficio de obtener copias en poco tiempo y el beneficio de su número para la comunidad, pero recalcando la necesidad de contar con correctores eruditos. Después de todo, ni el Corán, ni los hadices o las sunnas dicen nada que prohíba la impresión. Por otra parte, ambos firmanes tratan el uso de la imprenta como un negocio legal. No obstante, sin explicar la razón, el firmán de Ahmed III especificaba la exclusión del canon islámico de los textos que podía imprimir. 

Persistencia en entornos académicos

Ahmed Cevdet Pasha
Los académicos otomanos, y de posteriores países que comprendían sus territorios, siguieron la estela de André de Thevet, Joseph de Guignes y otros académicos europeos. Es a partir de ellos donde surge la confusión sobre qué concretamente estaba prohibido. 

El primer volumen de Historia (1853) de Ahmed Cevdet Pasha (1822-1895), traducido al árabe en Beirut en 1890, se convirtió en un referente. En el cuarto capítulo, Digresiones en el oficio de la imprenta, establece a esta como la mejor invención de la humanidad. Posiblemente, usara fuentes europeas, pues indica que la tipografía se extendió desde Mainz a Holanda y usa transliteraciones de nombres de ciudades que parten del francés. Por otra parte, atribuye su lenta adopción en Europa a las guerras y las conquistas, las personas que creían que producía más daño que beneficio y los copistas que veían amenazado su sustento. En cambio, en cuanto al Imperio otomano indicó que hubo interés por la imprenta en el Levante, que volvió a dejar de usarse tras la muerte de Muteferrika y que los fanáticos religiosos consideraban la imprenta una violación a los textos religiosos, pues se realizaban acciones como golpear el texto con martillos. Expresa que el verdadero logro fue cuando finalmente se imprimieron obras religiosas.

Louis Cheikho.

Historia de la impresión
de Jurji Zaydan (1861-1914), publicado directamente en árabe, compartiendo muchos de los datos y posturas de Cevdet, acertó en señalar el origen oriental de la imprenta y cubrió su historia en Estambul, el Líbano, Siria, Jerusalén, Egipto, Túnez, la Meca y la India. En La historia del arte de la impresión en oriente (1900), el jesuita Louis Cheikho (1859-1927) extendió y corrigió las apenas 3 páginas de Zaydan. Cubrió los desarrollos de caldeos y chinos, la litografía y xilografía en Al-Andalus y cómo Gutenberg simplificó el proceso. Al tratar sobre la imprenta en Estambul, es el primer otomano en mencionar los firmanes de Bayezid II (1485, en lugar de 1483) y Selim I, explicando que eran para evitar que los extremistas tergiversaran los textos sagrados, pero que se aplicaron únicamente de forma temporal. El problema de Cheikho es seguir fuentes con argumentos opuestos: Cevdet decía que los otomanos apreciaron la imprenta desde el primer momento y Guignes que se prohibió desde el principio. Al hacerlo, asimiló la idea de la prohibición en los entornos académicos otomanos. Esta idea fue reforzándose, pues existía dentro y fuera del imperio. Además, a este refuerzo contribuyeron los nacionalistas turcos y egipcios, que querían distanciarse de su pasado decadente y acercarse a la modernidad de Europa.

Bernard Lewis (1916-2018), que ha publicado en árabe, turco e inglés, afirmó que Bayazid II prohibió usar la técnica de Gutenberg a los no judíos para evitar que sus súbditos musulmanes se valieran de este invento. Apoyándose en Ogier Ghiselin de Busbecq (1522-1592) y Nicolas de Nicolay (1517-1583), embajador habsburgo en Estambul y agrimensor francés, respectivamente, aseguró que los otomanos adquirieron tecnologías cristianas a conveniencia, aceptando los cañones y morteros porque favorecía la guerra santa pero rechazando otras, como los relojes, porque cuestiona la autoridad del almuédano. Sin embargo, no razonó que la necesidad de la imprenta y los relojes, a diferencia de los cañones y morteros, ya estuviera cubierta. Tampoco se preocupó en validar la veracidad de esas afirmaciones. Al respecto, Busbecq y Nicolay no siempre coinciden. Según Nicolay, la imprenta publicó en cinco idiomas, con la ausencia del árabe y el turco por falta de permisos. Por el contrario, para Busbecq la prohibición era total, salvo para judíos y cristianos, porque iba en contra de las costumbres musulmanas.

La idea común en el siglo XX es que la prohibición de la imprenta fue causante de la decadencia del imperio y que, por supuesto, su uso produce un inevitable renacimiento. No ha sido hasta el siglo XXI cuando se ha comenzado a cuestionar esta postura. 

¿Por qué tardó en prosperar la imprenta?

Tugra o firma de Solimán el Magnífico

La respuesta es lógica y sencilla: limitaciones tecnológicas. Tan solo hay que observar los caracteres árabes y su uso, por un lado, y el arte estético de la caligrafía por el otro. Las imprentas no eran una buena inversión si los libros eran difíciles de leer. Como decía Muteferrika, los europeos producían obras baratas pero de mala calidad, pues no eran musulmanes y no entendían las complejidades de su escritura. Ni el propio Muteferrika logró una calidad comparable a los manuscritos más sencillos. A esto hay que sumar que el escriba podía variar su escritura para enfatizar o proporcionar significados adicionales. Aparte, las seis escrituras (al-aqlām al-sittah) permitían escribir según el género del texto. Por esa razón, un texto administrativo no tenía la misma apariencia que uno religioso. Lo que logró Muteferrika fue abrir una puerta a textos educativos que se asociaron con los tipos de su imprenta. La adopción general de la impresión en tierras musulmanas ocurrió en el siglo siguiente, en la década de 1820. Entonces, no se logró únicamente a través del viejo invento de Gutenberg, sino por medio de las litografías de Aloys Senefelder (1771-1834), que en Europa se usaban en partituras, imágenes en libros y diseños en tela.

Fuentes

  • Schwartz, K. A. (2017). Did Ottoman Sultans Ban Print?. Book History, 20(1), 1-39.
  • Nemeth, T. (2022). Overlooked: the role of craft in the adoption of typography in the Muslim Middle East.

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